Las bolsas de basura se apilan a lo largo de un pasillo aún lleno de lodo y barro; entre los escombros, justo en la puerta de la vivienda, hay un mando de televisión, libros y restos de electrodomésticos; mientras que un simple vistazo al interior es suficiente para darse cuenta de que allí apenas queda nada. "Las olas han arrasado con toda la casa", relata Salomé. F., quien veranea desde hace 20 años en este apartamento de la primera planta del edificio Mar y Sol, en Mesa del Mar (Tacoronte). Allí, durante la noche del sábado y la mañana del domingo, el mar azotó la costa como nunca antes se recuerda. "Se llevó por delante paredes, tiró abajo el techo y dejó inservibles todos los muebles", explica la tacorontera mientras señala las ruinas que antes eran un hogar. "Sentimos una impotencia muy grande", añade de inmediato.

La vecina detalla que fue su hermano el primero que acudió al inmueble tras la alarma dada por otros residentes. "Nos llamaron y nos dijeron que las olas estaban llegando hasta las casas", cuenta con preocupación. Su hermano, impulsado por los nervios, intentó usar el mobiliario como tapón para parar la fuerza del mar "pero fue peor". "Cuando llegamos hoy [ayer para el lector] todo era escombros", asegura la afectada. Desde entonces, no han hecho más que sacar cubos y cubos de basura, achicar agua y tirar todo aquello que hasta hace unos días formaba parte de su vida.

"Este apartamento lo es todo para mi padre. Él tiene 80 años y desde que se enteró quería venir a ver cómo se encontraba la casa", comenta la isleña, quien cuenta que su padre tenía una cueva en esta costa y con sus primeros ahorros adquirió el piso. No es la primer vez que un temporal inunda la vivienda de esta familia, aunque nunca antes lo había hecho con esta fuerza. "Hace cuatro años entró el agua y tuvimos algún daño pero es que ahora nos hemos quedado sin nada", destaca. Aún así, no piensan irse. "Volveremos", asegura la joven.

Un inmueble bajo el lodo

Abajo, en las zonas comunes del inmueble, más de 30 personas trabajan a destajo para recuperar la normalidad. Ataviados con botas de agua y palas en la mano, los vecinos limpian el barro que inunda el edifico mientras miran con pena lo que ha quedado de los locales del inmueble. El bar Peje Verde o el club motonáutica son la viva imagen del desastre. Huecos enormes en los techos, mesas y sillas partidas a la mitad, y cristales inundando el suelo. "Se han llevado la peor parte", comenta uno de los residentes del inmueble que lleva desde las ocho de la mañana achicando agua. "Y todavía nos queda mucho trabajo", agrega.

También en la planta baja, pero en el interior del edificio, se encuentra Conchi González, una de las pocas vecinas que vive en Mar y Sol durante todo el año. "No estaba en casa cuando empezó el temporal, había salido para Puerto de la Cruz, pero regresé desde que me enteré de lo que estaba ocurriendo", relata González. Fue entonces cuando la tacorontera se quedó sin palabras. "Cuando llegué vi los cristales de los pasillos saltando, estaba entrando agua, los muros estaban caídos y había lodo por todos lados", detalla esta residente con precisión.

González asegura que fue "horrible". "Nunca había visto algo así. Otras veces había llegado el agua pero nunca hasta al punto de reventar los muros", comenta la vecina, quien agrega: "Me dio por llorar y me fui para casa de unos amigos que me han acogido". González no tiene que lamentar daños en el interior de su vivienda, pero sí se ha quedado con un recuerdo difícil de borrar. "La imagen de las enormes olas no se me va de la cabeza", afirma en el edificio en el que todos los residentes tratan de recobrar la normalidad cuanto antes. No obstante, esta tacorontera no tiene miedo. "Voy a seguir viviendo aquí", declara con rotundidad. "Es más", añade, " estoy deseando poder volver a mi casa".