Un calvario doble e incluso triple. El niño de 13 años que sufrió abusos sexuales en el barrio capitalino de Ciudad del Campo por parte de un vecino amigo suyo de 27 años, que ha sido condenado a nueve años de prisión, también tuvo que aguantar que sus compañeros del instituto se metieran con él. A todo ello se unió que su madre no dio crédito en un principio a su testimonio puesto que en 2016, cuando ocurrieron los hechos, consideraba al condenado y a la madre de éste "casi de la familia". Posteriormente, decidió denunciar y la Sección Sexta de la Audiencia Provincial de Las Palmas les dio la razón tras la celebración del juicio oral.

El relato de la víctima refleja el temor que tenía a su abusador, Juan Francisco A. Q., a quien en un principio consideraba su amigo. En la sentencia dictada recientemente se recoge cómo el menor reconoce que "tiene miedo y que está nervioso", por lo que solicita a la fiscal que se siente a su lado. "Presenta un miedo atroz a que el acusado le escuche. Tiene miedo de que le haga algo", señala el escrito. Y continúa: "Al principio se llevaba bien con él y después le contaron que le había hechos cosas a otros niños y él no se lo creía".

Esta declaración hace referencia a las tres denuncias que presentaron los padres de tres menores, de entre 4 y 8 años, que acusaron a Juan Francisco A. Q. de abusar de ellos durante una acampada en Pasito Blanco. En aquel caso, ocurrido en 2012, el juez ordenó el archivo de la causa al entender que no existían pruebas suficientes para seguir con la misma.

El testimonio continúa con que un día que acudió a la casa del enjuiciado junto a su madre se encontró a éste en una habitación desnudo. Fue entonces cuando ocurrió el abuso sexual. Sin embargo, no se lo contó a nadie durante los días sucesivos hasta que finalmente relató lo ocurrido a una prima de su madre. Y apostilló que en el instituto se metían con él.

Su madre corroboró que el niño sufría además acoso escolar. "Relata confusamente que al niño ahora le hacen bullying en el instituto", recoge el fallo del testimonio de la progenitora, quien se culpó de no haber dado credibilidad durante meses a su vástago.

La sentencia recoge párrafos del informe elaborado por las psicólogas forenses sobre la víctima. En el mismo se indica que presentaba "un afecto de tipo postraumático, con amplia afectación negativa reactiva a los hechos denunciados, sobre los que manifiesta temor intenso". Asimismo, las profesionales apuntaron que el testimonio del menor "presenta criterios de credibilidad". "No se observan indicios de mentira instrumental ni posibles ganancias secundarias por la presente denuncia", añade.

Sobre el miedo del adolescente, una de las psicólogas lo relaciona a las "represalias" porque su madre al principio no lo creyó, que hizo que el niño viviera "una situación muy estresante". E incluso recalca que "minimiza los hechos". "Respuestas cortas, gestos de encogimiento, cerrar los ojos; evita revivir los hechos".

El Tribunal dio credibilidad al testimonio de la víctima, por lo que decretó una pena para Juan Francisco A. Q. de nueve años de prisión por abuso sexual, libertad vigilada posterior de diez años, indemnización de 50.000 euros a la familia e inhabilitación para desempeñar trabajos que impliquen contacto con menores durante 15 años.