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Seis horas de angustia en Escaleritas

Una pareja amenaza con suicidarse en la azotea de un edificio después de que les retiraran su bebé, el tercero de sus hijos que pasa a manos de Servicios Sociales

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Una pareja amenaza con tirarse desde una azotea o pegar fuego a la casa en Escaleritas

A las ocho de la tarde, José H. S., de 59 años, y María G. B., de 38, entraban en una ambulancia que les llevaría al Hospital Doctor Negrín. Atrás, dejaban seis horas y media en las que se atrincheraron en la azotea del edificio del barrio capitalino de Escaleritas en el que residen como okupas bajo amenazas de prenderse fuego o tirarse al vacío si no les devolvían a su bebé, de mes y medio de edad, que el Gobierno de Canarias les había retirado a primera hora de la mañana por los informes sociales que así lo determinaban para proteger al menor. La actuación de un mediador de la Policía Nacional, que durante horas entabló diversas conversaciones con la pareja, hizo que depusiera su actitud.

La dramática historia de José y María comenzó a principios de 2018. Ambos desempleados, él se gana la vida como chatarrero, mientras que ella suele postrarse frente a un supermercado pidiendo dinero para poder subsistir. Hace año y medio, este matrimonio era padre de siete hijos, entre ellos un niño de 9 años, una niña de 5 y un bebé de seis meses. Todos ellos vivían bajo el mismo techo. Fue entonces cuando ocurrió un terrible suceso: el hijo más pequeño se atragantó con flema y falleció, indicaron ayer allegados.

Aquel trágico hecho hizo que asuntos sociales interviniera. Los técnicos tomaron la decisión de retirarles la custodia de sus dos hijos dadas las condiciones en las que residían. Ambos quedaron ingresados en un centro, a la espera de ser adoptados por una familia pese a la oposición de los padres, quienes acuden habitualmente a visitarlos. Incluso en la cancela del portal hay un pequeño papel en el que avisan de que si no están en casa es que se han ido a Tafira a verlos.

La decisión tomada por los servicios sociales también se debió a la situación que se vivía dentro del domicilio, con continuas peleas entre ambos, como precisaron allegados que evitan decir sus nombres. Estos apuntan que, pese a las discusiones, las condiciones higiénicas de la casa son óptimas para la crianza de niños.

Poco después de la muerte del bebé, María se volvió a quedar embarazada. El nacimiento se produjo hace mes y medio. La mujer se puso de parto en la vivienda situada en la calle Doctor Apolinario Macías, adonde acudió una ambulancia que la trasladó hasta el Hospital Materno Infantil, donde finalmente dio a luz a su hija.

Ambos sabían desde un principio que en cualquier momento les podían quitar la custodia de la pequeña. Visitaron varios medios de comunicación, fueron al Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria y recibieron la visita de policías, que llegaron a grabar las habitaciones donde la niña dormía. No habían pasado quince días desde el alumbramiento y ya entonces amenazaban con quitarse la vida si le quitaban al bebé. Ese temor se cumplió a primera hora de la mañana de ayer. Sobre las nueve y media, una amiga los llevó al Centro de Salud de Altavista para vacunar a la niña. Allí esperaban cuatro policías de paisano, quienes procedieron a retirársela por orden de Asuntos Sociales.

Sus amenazas no se hicieron esperar y se atrincheraron a primera hora de la tarde en la parte alta del edificio abandonado de cuatro plantas en el que viven, situado en el cruce de las calles Doctor Apolinario García, García del Castillo, Alonso Jaimez de Sotomayor y Doctor Woelfel. La pareja se subió a la azotea con una garrafa cargada de combustible, otra con agua y varias fotografías enmarcadas de sus hijos. Eran las 13.21 horas cuando el Centro Coordinador de Emergencias y Seguridad (Cecoes) 112 recibió la alerta. Desafiaban con que se prenderían fuego o se tirarían al vacío si no les devolvían a su hija.

Un amplio dispositivo se trasladó hasta el barrio de Escaleritas: Policía Nacional, Policía Local, Bomberos de Las Palmas de Gran Canaria y sanitarios del Servicio de Urgencias Canario (SUC). Varias calles tuvieron que ser cortadas al tráfico. Arriba, José H. S., sin camiseta y con un pantalón vaquero, se mostraba nervioso. Profería gritos contra los policías. "¡Que me devuelvas lo que me robaste esta mañana!", exclamaba al mediador que sobre las cuatro y media de la tarde se encontraba en la cesta de la escalera de un camión de bomberos para tratar de tranquilizarlo y que depusiera en el intento de quitarse la vida. "¡Que me devuelvan la niña, ladrones!", decía mientras se movía de un lado a otro bordeando el filo del edificio, donde María G. B., vestida con una chaqueta de plumas y una gorra, permanecía sentada con los pies colgando.

José H. S., que según sus amigos es padre de 14 hijos, 8 de los cuales los ha tenido con María G. B. -uno de ellos el fallecido hace un año-, seguía amenazando con quitarse la vida. Violeta Vandrés fue una de las primeras en llamarlo por teléfono. "Estate tranquilo", le comentaba. Posteriormente salió en su defensa ante los medios de comunicación: "Tienen la casa como oro en paño" o "la niña está muy bien atendida, está muy bien cuidada" eran algunas de las declaraciones que realizaba para así hacer ver que lo ocurrido aquella mañana en el ambulatorio era una injusticia.

"Vamos a hacer las cosas bien", le comentaba con tono tranquilizador otra vecina por teléfono a José a las cinco y media de la tarde. "Sé que estás nervioso por lo de la niña, pero así no vas a sacar nada". Esta mujer, que prefiere mantener el anonimato, consiguió calmar a la pareja. Durante más de media hora estuvo dialogando con ambos. "Dile a Mari que se haga para atrás", no paraba de repetirle sobre todo después de que María comentara que se había tomado unos ansiolíticos. "No son ni drogadictos ni alcohólicos", explicaba esta vecina, quien aseguraba que ya había hablado con estos padres para empezar los trámites para que ella se hiciera con la custodia del bebé y bautizarla.

Entre medias, José H. S., que no paraba con el teléfono móvil que tenía enchufado a una batería para así tener carga suficiente, incluso llegó a hablar con una televisión nacional que en ese momento emitía en directo el suceso. Una de sus peticiones era que una cámara entrara a su casa. Quería que todo el país viera el estado de su domicilio, cómo tenía todo bien cuidado para que su pequeña pudiera vivir con ellos y no se la quitaran asuntos sociales. Quería hacer ver que ellos podían cuidar de su bebé, que era injusto que le hubiesen retirado la custodia de sus otros dos hijos. También pedía que los bomberos abandonaran el lugar, que sólo se quedaran los periodistas y los agentes, así como las decenas de personas que en ese momento seguían lo ocurrido haciendo comentarios de todo tipos, desde los que desconocían lo que estaba ocurriendo hasta los que explicaban con detalle cada uno de los pasos que tenían que dar los policías para acabar con el espectáculo que se estaba viviendo, que durante la tarde copó algunos minutos en vivo de programas de la televisión nacional.

La Policía Nacional incluso llegó a aceptar la petición de que unos periodistas accedieran al inmueble. José H. S. incluso señaló quien tenía que ser entre los ocho cámaras que en ese momento apuntaban hacia la azotea: un redactor gráfico con una camiseta azul y un gorro. En ese momento, los funcionarios lo tenían todo preparado para acceder a esta solicitud. Aunque todo cambió cuando en una llamada con su amiga que prefiere mantener el anonimato José exigió un cigarro. Tenía ansiedad y necesitaba fumar. Fue entonces cuando el negociador de la policía aprovechó esta necesidad para acercarse de nuevo y hablar. Se subió a la escalera de los bomberos con el pitillo y se situó a escasos metros, pese a la negativa de José H. S., que le pedía que se bajara, que no se acercara. En un momento cogió de nuevo la garrafa con combustible para hacer ver que hablaba en serio.

Eran las 18.50 horas. Ya habían pasado más de cinco horas y José y María se mostraban cansados. Ella incluso hacía gestos de dolores en el pecho. "Mari, hazte para atrás", le decía la vecina, que seguía conectada con ellos por teléfono. A Escaleritas también habían llegado a esas horas los agentes de los Grupos Operativos Especiales de Seguridad (GOES) de la Policía Nacional, quienes se preparaban por si en algún momento tenían que actuar. Pero no fue necesario.

El mediador se mostró tranquilo en todo momento. Consiguió en la pequeña charla tranquilizar a la pareja, que pocos minutos después accedió a bajar hasta la cancela que da acceso al edificio. Allí, el agente y un compañero suyo entablaron una nueva conversación con José y María. Le volvieron a dar otro cigarro. Todo parecía indicar que todo iba a acabar con buen final. La charla duró casi una hora. Poco minutos antes de las ocho, ella decidió salir del edificio y sentarse en un coche policial. Él, por su parte, hizo entrar a uno de los policías, lo invitó a subir a su casa, y después ambos salieron juntos a la calle. José besó primero a María, luego la cogió en brazos y por último la subió a una camilla que la introdujo en una ambulancia del Servicio de Urgencias Canario (SUC). Después fue él quien entró en el vehículo de emergencia, que los trasladó al Hospital Doctor Negrín para que los médicos y psicólogos los valorara. No estaban detenidos ni lo van a estar por lo ocurrido. No habían cometido ningún delito. Es probable que en las próximas horas regresen a su casa ya sin su hija, que, según los servicios sociales, no pueden cuidar.

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