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La grandeza de Yumara, Fabiola y Lourdes

Las vecinas de Arguineguín reanimaron a los dos bebés de ocho meses y un año que llegaron en la patera | "Pensábamos que estaban muertos porque no reaccionaban"

Fabiola Santana Silva, Yumara Ramírez Santana y María Lourdes Guedes Montesdeoca. Estas tres mujeres, las dos primeras madre e hija de 25 y 42 años, respectivamente, y la tercera vecina de 56, demostraron la madrugada del pasado jueves su grandeza humana. Estas residentes de Arguineguín vieron como un grupo de subsaharianos llegaba casi sin fuerzas a la avenida Alcalde Paco González. No dudaron en bajar a la calle y acercarse a ellos pese a que otras personas les recomendaban que no lo hicieran, que podían tener enfermedades. Entre el tumulto había dos mujeres que llegaban con sendos bebés en el tradicional paño africano. "Nos decían que estaban como dormidos, no las entendíamos", apunta Yumara, quien recuerda con pelos y señales una noche que no olvidará en su vida. "Llegamos a pensar que estaban muertos. Mi madre los cogió y estaban desmayados. Llevaban cinco días en el mar". Les quitaron la ropa mojada y los taparon con una toalla. "Cuando despertaron empezaron a llorar", rememora. Ellas cuentan cómo vivieron el desembarco de la barcaza con 25 personas a bordo que la noche del pasado miércoles llegó a la playa de El Perchel y que se ha cobrado hasta el momento la vida de una mujer y una bebé de sólo año y medio, además de un desaparecido, cuya búsqueda se suspendió en la tarde de ayer después de tres días de rastreos infructuosos.

Yumara Ramírez empieza a relatar lo sucedido con detalle. Asegura que todo comenzó poco después de la medianoche, en plena oscuridad. Minutos antes, más de una veintena de personas habían desembarcado en la playa de callaos. Fue Kilian Ponce Nieves, un joven de 16 años, el primero en toparse con los inmigrantes. Iba en una bicicleta cuando uno ellos le paró. "Le pidió que le ayudara, desesperado. Él se bajó y empezó a gritar: '¡Una patera, una patera!'. Me asomé a la ventana, llamé a Lourdes y le dije: 'Baja que hay muchísima gente'". A ellas se unió Fabiola, la madre de Yumara, con zumos, agua y comida.

Cuando las tres vecinas llegaron hasta las personas, todos ellas subsaharianos, vieron caras desencajadas. "Estaban llorando, desesperados". "De la playa venían mujeres corriendo, traían como en saquitos a los bebés en la espalda. Eran tres". En ese momento se enfrentaron a una historia durísima. "Una que se sentó venía temblando, llorando; no la entendía. Se tocaba la espalda, como que le faltaba algo. Las otras dos tenían los niños, pero nos decían como que estaban dormidos, no les entendíamos nada". Yumara reconoce que vivieron momentos de angustia. "Nos asustamos", apunta. Pero no se amilanaron. "Las mujeres estaban desesperadas, nos decían que cogiéramos a los niños de atrás. Había uno como de ocho meses y otro de un año y algo".

Entonces a Fabiola le salió el instinto maternal. "Ella los cogió y estaban desmayados. Llevaban cinco días en el mar, sin comer ni nada, y tenían hipotermia. Les quitó la ropa y los tapó con una toalla". Las tres se dieron cuenta de que estaban vivos, pero parecían inconscientes. "Uno de ellos tenía un ronquido en el pecho. Mi madre entonces les hizo a los dos el cuerpo a cuerpo, se los puso en el pecho. Los dos reaccionaron, empezaron a llorar", comenta. Pidieron a una vecina que había sido madre recientemente que si les podía acercar un biberón. "Les dábamos zumo y seguían llorando. Tenía también un biberón con potaje. Nos lo dio, junto con dos compotas, y se lo dimos a los niños", que comieron sin problema ante los agradecimientos de sus agotadas madres.

Aún quedaba por conocer la historia de una tercera mujer. "Fue muy duro, una noche muy dura, la señora esa no se me va a olvidar en la vida". Era la misma que se había sentado temblando y llorando. "Se agarraba el pecho, nos indicaba hacia el agua y se tocaba la espalda". "Le faltaba su hijo", entendieron Fabiola, Yumara y Lourdes. "Estaba mojada y la Cruz Roja le quitó la ropa, pero cogía el saquito y chillaba, lo abrazaba y lloraba. Nos agarraba de la mano, nos decía que fuéramos a buscarla, que necesitaba que fuéramos a buscarlo". "No se me va a olvidar en la vida", repite.

Uno de los inmigrantes hablaba francés y empezó a entablar conversación con un guardia civil. "Se llama Silva -el agente-", recalca Yumara. Ahí fue cuando se enteraron de que la mujer que no paraba de llorar, que les pedía insistentemente que le ayudaran, había perdido a su hija de sólo un año y medio durante el desembarco. Se le había caído del interior del paño cuando la llevaba en la espalda. Supieron que su marido también había desaparecido al tirarse al agua para tratar de rescatarla. Una tragedia.

Aún quedaba una tercera historia, la de una niña de unos cinco años que había conseguido alcanzar la costa. Esta, según Yumara, era la hija de la mujer cuyo cadáver fue encontrado el pasado jueves por un barco de recreo a poco más de un kilómetro de Arguineguín, muy cerca de donde se había producido el trágico desembarco.

Yumara asegura que lo volvería a hacer. "Son personas igual que nosotros", dice con vergüenza, sabiendo que es una perogrullada pero que algunos olvidaron la madrugada del pasado jueves. Y es que reconoce que hubo gente que les recomendaba que se separaran de los inmigrantes, por riesgos a algún contagio. Ellas hicieron caso omiso y escucharon a sus instintos. Por ahora han recibido el agradecimiento de Protección Civil de Mogán, que destacó la actuación en las redes sociales, y de Octavio, quien llegó en una ambulancia. Solo piden una cosa para que ese agradecimiento sea pleno y les llene de felicidad: "Volver a ver a esos niños".

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