Tití, hoy el día es un poco más oscuro sin ti. No nos dejan abrazarnos y el aislamiento parece ser una cruel burla hacia tu despedida, pero nosotros sabemos, con certeza y claridad, que tu pérdida nos une más allá de cualquier medida de seguridad.

Ángel Pérez Marrero nació con el tesón y el ímpetu para enfrentarse a cualquier nimio problema que pudiera ser un impedimento para su familia o él. En Valleseco lo arrullaron las primeras cosechas allá por 1950, hijo de José Pérez y Asunción Marrero, entre tantas cosas que aquellos tiempos de posguerra ennegrecieron, tuvo que someterse siendo apenas un niño a varias operaciones. Cuántas veces oiría la historia de la angustia que dominaba las noches en vela, contada por Siona. Pero de aquel susto se encabritó con la vida. Amabas la vida. Si un hombre se mide por su capacidad de vivir, tú tenías tantas ganas de explorarla que podrías haber sido cien mil.

Desde hace apenas un año seguías luchando contra la enfermedad y resististe una y otra vez al embate junto a tu mujer. "Por lo menos nos ha picado a los dos juntos", dijiste cuando te visité por última vez con una sonrisa que jugaba con la ironía, a pillarnos, desde que éramos niños. Correr hacia las escaleras era encontrar un mundo nuevo de fantasía que abrías sin reservas, había que tener cuidado con tus apretones de manos a sabiendas de alguna tropelía y de que taparas la mirilla de la puerta cada vez que venías a almorzar, o los domingos, a la Feria. A ningún otro en la familia, te lo confío, hemos llamado tití.

Con seis hermanos más, cogías y los encubrías en sus travesuras, te bebías alguna medicina de mal sabor, y la afabilidad y la sonrisa de tu tez blanca y tus ojos claros fueron motivo para confiarte los más duros momentos. Trabajar como garantía de que a los tuyos no les iba a faltar de nada, esa era tu misión. Camarero, taxista... Si la vida te daba un revés, la invitabas a un café para hablar las cosas, guiñando el ojo a los que pasábamos para que compartiéramos la broma. Y ahora, después de haberte despedido el 18 de marzo, contemplamos las semillas que plantaste con tanto esmero, los años de cuidados y esfuerzos siempre acompañarán a tu querida esposa Mari, a tus hijos y nietos, y a todos los que estuvieron contigo. Hasta siempre, tití.