"Vamos cantando al Señor..., él es nuestra alegría, la luz de un nuevo día venció la oscuridad, que brille en nuestras almas la luz de la verdad? "

La estrofa de esta canción ha sido históricamente cantada en las iglesias de Fuerteventura. Una de esas voces era la de Mauro Acosta Armas (La Antigua, 1930-2020) cuya voz se apagó en la noche del miércoles a los 90 años. Fuerteventura perdió a uno de sus vecinos más ilustres. La muerte del exconcejal de Festejos del Ayuntamiento de Antigua e Hijo Predilecto del municipio supuso una enorme sorpresa entre los majoreros que demostraron un dolor infinito por la noticia dado que se trataba de un referente social y religioso, pues Mauro estaba vinculado al movimiento cristiano cuando contaba con tan solo seis años.

Había sido nombrado, el pasado mes de febrero, pregonero de las próximas fiestas populares en honor a Nuestra Señora de Antigua, que se celebran cada año a principios del mes de septiembre. Sin embargo, la muerte le arrebató esa posibilidad en la que tanta ilusión había puesto.

Casado con Nala Urquia, ya fallecida, tuvieron cinco hijos: Mariqui, Alonso, Juan (fallecido), Ani (fallecida) y Josele.

Los padres de Mauro fueron José Acosta y Juana Armas, conocidos popularmente por haber regentado el molino de gofio de el Barrio, también conocido como el molino de los Acostas, tuvieron tres hijos: Mauro, Baltasar y Gonzalo. Tras quedarse viudo el cabeza de familia contrajo matrimonio con Ana Alberto y tuvieron tres hijos: Josefa y Librado, ambos fallecidos, y Dolores.

Luchador, cazador, campanero de la iglesia, concejal de Festejos, impulsor de proyectos como el Casino, el Centro de Mayores y comprometido con la organización de eventos culturales y de las fiestas de su pueblo y municipio.

No había iglesia en la que los feligreses no se familiarizaran con su música y voz, no en vano había estudiado hasta 3º de solfeo. Una de sus ilusiones era donar sus instrumentos musicales: saxofón, requinto, clarinete, timple, guitarra y piano para que los más jóvenes aprendieran música.

Mauro ha dejado una profunda huella en la isla majorera. Su enorme bondad y solidaridad para los más desfavorecidos y su máxima entrega a la Iglesia Católica, a la que servía con autentica devoción desde muy niño, posibilitó su popularidad en Fuerteventura donde siempre desprendió una enorme vitalidad, alegría y optimismo.

El cielo tiene ahora una nueva estrella. Allá, no sólo se reunirá con su esposa Nala, sino que seguirá manteniendo sus coloquios con sus amigos Salvador Hernández, José María Franquiz, Pepe Armas o Victoriano Fránquiz, entre otros. Aunque tampoco faltaran las charlas de cacería con sus antiguos compañeros Pancho Fránquiz, Sotero San Blas, Francisco Arocha, José Antonio Armas o el tío Pepe.