Este jueves 27 de agosto aún huele a humo en toda Garafía, el municipio palmero en el que el pasado viernes por la tarde se declaró un incendio que afectó a alrededor de 1.200 hectáreas, principalmente de pino canario.

Vivir un incendio en el municipio más rural de Canarias, en el que sus vecinos tienen un nexo profundo con su medio natural, es una desagradable experiencia que nadie olvida con facilidad.

Así, todos aquellos garafianos de menos de 30 años ya tienen en su haber al menos dos grandes incendios.

Eso sin duda deja una huella en las personas, pues la antropización que históricamente sucede en este pueblo hace que en cosa de pocas horas pases de una tarde apacible con tu familia a hacer frente a llamas que alcanzan los veinte metros de altura a pocos metros de tu casa. El que suscribe ha tenido esta experiencia en muchas ocasiones, quizás demasiadas ya.

Como muchos vecinos, desde que llega la noticia del fuego te preparas a conciencia, como si fuera un ritual: ropa y calzado adecuado, mangueras, cubos, bomba de agua, generador eléctrico...

Compruebas que todo está preparado y listo para funcionar. Tensa espera mirando al horizonte donde la columna de humo se levanta negra y vigorosa, se están quemando pinos canarios que contiene "tea", el duramen central del árbol de alto contenido en resinas y polifenoles. El símbolo de la isla de La Palma está siendo pasto de las llamas.

Pero a tu casa no llegan las llamas todavía y la noche se hace más inquietante.

Comienzan los desalojos y escuchas un incesante megáfono, sirenas y movimientos de efectivos de la Guardia Civil. Piden calma, pero quizás son ellos los que más están asustando a una población acostumbrada a las llamas.

Igual que otros muchos vecinos, sigues las evoluciones del incendio a golpe de teléfono.

La comunicación entre unos y otros es vital para saber por "dónde va el fuego". Conoces la geografía local, sus barrancos y barranqueras, los puntos débiles por donde se puede "pasar el fuego". Sigues la espera deseando que no llegue a tu zona y sea controlado antes.

Y es que el pasado viernes el incendio se iniciaba en una de las zonas más peligrosas de La Palma, incluso de Canarias, asegura a Efe Antonio González, agente de Medio Ambiente del Cabildo de La Palma.

"Y lo hizo sobre las seis de la tarde, cuando ya se acercaba el ocaso y se hace más difícil coordinar las labores de extinción". Y es que los primeros momentos de un incendio son cruciales para el devenir del mismo. "La pronta actuación de vecinos de la zona y de los efectivos de extinción, no fue suficiente para poder pararlo, dada la dificultad del lugar donde se originó".

De ahí en adelante, el incendio evolucionó por los escarpados barrancos y lomos poblados de denso pinar canario entre el que se mezclan viviendas habitadas.

"La actuación en el cortafuego del lomo de Las Palomas ha sido vital para que el incendio no continuara hacia el barrio de Las Tricias", explica González.

El pago más populoso de Garafía se salvó de las llamas gracias un cortafuego proyectado hace más de 15 años, en el que además se incorporó una red de hidrantes que sirvió de punto de agua para hacer frente a las llamas.

"Desde entonces y hasta ahora, poca o ninguna otra infraestructura de prevención de incendios se ha realizado en el municipio", comenta Francisco Pérez, otro vecino del barrio de Las Tricias cuya vivienda está a pocos metros del cortafuego.

En el barrio de Catela, donde la población está aún más dispersa y las viviendas se reparten en medio de la masa boscosa, también sufrieron momentos de angustia, comenta a Efe Pedro Rodríguez, un trabajador del Ayuntamiento de Garafía que explica cómo él y otros vecinos tuvieron que hacer frente a las llamas para salvar varias viviendas ante la falta de efectivos de extinción.

Esa es la tónica habitual de un incendio en Garafía; los propios vecinos son los que tienen que hacer frente al fuego, esperando en sus casas y apagándolo cuando llega a las mismas.

"No queda otra, o te quedas y salvas tu casa, o te ves en la calle", afirma Pedro con las manos aún negras y el rostro cansado por tantas horas de batalla.

Esta actitud es contraria a la norma establecida de los desalojos preventivos por parte de los responsables de extinción y autoridades.