El sargento Salón, que solía moverse mucho entre los sectores más desfavorecidos de aquellos aún hambrientos años 60, se fue él mismo con dos agentes más de servicio en busca de María Antonia Alejandro, una mujer que, según las informaciones que había recibido la Policía Municipal por boca de los vecinos, merodeaba por la plaza Santa Isabel con aire amenazador, actitud que había tomado después de sufrir un desahucio de la casa donde vivía de alquiler.

La comitiva policial encontró fácilmente a la mujer y el sargento Salón ejecutó su detención. "Espere un momento, que voy a dar un recado", le pidió al mando antes de ser conducida al furgón policial. Solícito el municipal, María Antonia se acercó delante de él a un portal al que hizo el ademán de empujar, sin éxito. El sargento, consciente de que era una estratagema de la detenida, fue a agarrarla por el brazo y, justo entonces, ésta se dio bruscamente la vuelta y le dio con la mano en el pecho. "¡Cuidado, me ha picado!", gritó malherido Bernardo Salón.

Había recibido una cuchillada en el costado izquierdo, junto al corazón. Doce centímetros de la hoja de aquel arma penetraron en su cuerpo y se desangró en cuestión de minutos. Trasladado a la Casa de Socorro del paseo Tomás Morales (donde hasta hace poco estaban las oficinas de Emalsa), el sargento Salón acabó falleciendo. Hoy, 47 años después, la Policía Local le rinde póstumo homenaje.

El sargento Bernardo Salón Calcines era hijo de Bernardo Salón Alemany, que también había sido policía municipal de Las Palmas de Gran Canaria, pero no había conseguido que su propio hijo, Bernardo Salón Domínguez, siguiera sus pasos hasta el trágico fallecimiento de su padre. Dejó la fontanería, que entonces daba mucho más dinero que ser guardia, e ingresó en el cuerpo. Ahora tiene 80 años y hoy estará en la plaza Santa Ana cuando el alcalde, Juan José Cardona, le entregue la Medalla de Oro al Mérito Policial a título póstumo. Junto a él, otra de las huellas que dejó aquel ejemplar sargento: el agente Bernardo Salón, hijo, nieto y bisnieto de una productiva generación de Bernardos Salón, entre ellos aquel intrépido sargento que encontró la muerte en acto de servicio, y que hoy miraría orgulloso su legado, incluyendo a su bisnieto Bernardito, de siete años, que tampoco faltará esta mañana a la gloriosa cita.