"Está viva, en un refugio". El capitán del pesquero Koryo Maru 38, Saito Tadashi, ha podido localizar con vida a su esposa. Se encuentra alojada en un centro comunitario junto a numerosos vecinos, ya que la población está absolutamente destrozada. Pudo contactar con ella gracias al teléfono de una amiga después de muchos intentos. Sin embargo, aún espera una respuesta sobre su hija. Como ella, cientos de familias en Japón.

Esta es la dura experiencia que se repite en gran parte de los marineros japoneses en Canarias. Tanto, que el contramaestre Kitashawa aún tendrá que comprobar el estado de salud de sus allegados.

Todos ellos están preocupados por sus familiares y amigos, ya que se han ido concienciando de que poco va a quedar de sus propiedades, ya que residen en una de las regiones más castigadas.

Los medios de comunicación e Internet se han convertido en la última semana en sus herramientas para visualizar la gravedad de la situación de sus ciudades. "Han podido identificar lo poco que les queda", apunta Fredy Rodríguez, de la consignataria Arocha, mientras despida a este pequeño grupo de compañeros en su regreso a Japón.

Los marineros han tenido que pasar días de mucha incertidumbre, pero esta herida no se ha cerrado todavía. La felicidad que tenían cuando regresaban de un largo periodo en alta mar a Gran Canaria para partir luego a Japón ha quedado ensombrecido por estos acontecimientos. Desde entonces han tenido que estar pegados a las noticias para tratar de saber el paradero de amigos y familiares.

El trabajador portuario jubilado Miyoshi tuvo mejor suerte. Su familia reside en una región donde el desastre natural pasó de largo. Sin embargo, dice que hay amigos con familias en las zonas amenazadas por las centrales nucleares.