Los dos rescatados, en la repisa donde permanecieron 15 horas.

El rescate fue duro y largo. Tanto que para explicarlo el bombero responsable de coordinar el dispositivo del Consorcio de Gran Canaria habla durante más de 40 minutos de todo lo que ocurrió entre la tarde del día 5 y la mañana del día 6 de septiembre. Después de 15 horas, los dos escaladores que habían quedado atrapados en un filo de apenas 60 centímetros en una pared de Ayacata fueron rescatados sin ningún rasguño tras una compleja, técnica y planificada operación debido a la peligrosa situación en la que se encontraban.

La pesadilla de los dos rescatados empezó a germinar cuando decidieron partir hacia la Cumbre una apacible mañana de sábado para enfrentarse a la vía conocida como La Lluley, en las paredes del Aserrador del Roque Nublo, de unos 180 metros de altura. Uno de ellos, con amplia experiencia en este deporte, fue quien durante la mañana comenzó a dirigir el ascenso de la vía para su escalada. Todo iba bien hasta que su amigo comenzó a tener calambres por el duro esfuerzo que exigía el ascenso. La opción tomada por los dos escaladores fue rapelar para regresar al punto de partida. El problema: un error de cálculo les llevó a no tener cuerda suficiente como para llegar al suelo desde donde comenzaba el ascenso.

Ante esta situación, decidieron balancearse hasta poder alcanzar una pequeña cornisa de apenas 60 centímetros para una vez allí solicitar ayuda. El mando del operativo de los bomberos estima que eso se pudo haber producido a primera hora de la tarde. Los deportistas consiguieron posicionarse en el saliente, pero por accidente perdieron la cordada. Estaban en un sitio en el que apenas podían permanecer sentados, con los pies colgando en un precipicio de unos 30 metros de altura sin ningún tipo de seguridad al que aferrarse y, por si eso fuera poco, tenían antes ellos otro reto: que alguien escuchara sus gritos de auxilio. Habían comenzado la ascensión sin teléfono móvil, tampoco tenían agua ni bebida y además se enfrentaban a la insolación por las altas temperaturas que se registraban en la parte alta de la Isla. La enorme pared en la que se encontraban reducía sus figuras a dos pequeños puntos y la zona, pese a estar cerca de la carretera que une Tunte con Tejeda, es poco transitada y apenas cuenta con unas pocas viviendas diseminadas.

Aun así, consiguieron que alguien se percatara de su presencia. La alerta llegó al 112 a las 17.03 horas. La primera opción fue movilizar al helicóptero del Grupo de Emergencias y Seguridad (GES) del Gobierno de Canarias para que se encargara del rescate. Cuando la tripulación llegó hasta el punto comprobó que iba a ser imposible izarlos hasta la cabina. La cercanía de la pared con las aspas del rotor hacían de esta opción muy peligrosa y por lo tanto inviable. El comandante avisó de que la única posibilidad era afrontar el rescate desde tierra. Fue entonces cuando comenzó el plan B.

El tiempo jugaba en contra. Los dos escaladores estaban cada vez más cansados y tensos. Sus vidas estaban en riesgo. La decisión por parte del mando de los bomberos del Consorcio fue la de trasladar a los bomberos del parque de Arinaga en la aeronave hasta la cima de la zona del rescate para así reducir la más de una hora de carretera que hay hasta Ayacata. Una vez en el lugar, los bomberos procedieron a descolgarse por la pared. Dada las distancias de las cordadas, la situación crítica de los escaladores y la necesidad de material más especifico para proceder al rescate, junto con la entrada de la noche, hizo que se optara por poner en marcha el plan alternativo que se tenía previsto ante la suma de todos estos contratiempos. “Puede suceder que la primera información que nos llegue distorsionada, falten datos o no se ajuste totalmente a la realidad, este fue uno de esos casos. Cuando llegamos vimos que no se trataba de una pared de 100 metros como se nos había informado, sino que tenía cerca de 180 metros”, comenta el responsable, que prefiere mantener el anonimato.

Se evaluó movilizar al Grupos de Rescate Especial de Intervención en Montaña de la Guardia Civil (GREIM) con base en Tenerife, pero los componentes del Instituto Armado no llegarían hasta el día siguiente en un helicóptero, prolongándose hasta ese momento el rescate entrando por ello en una fase crítica para la seguridad de los montañeros. Dada la situación de alto riesgo de los escaladores, que ya avanzada la noche se traducía en gritos de desesperación, un estado de shock y estrés emocional, se tomó la decisión de comenzar el rescate esa misma noche. Cuenta el mando que antes de terminar el primer intento de acceder a los escaladores ya se había iniciado la movilización de otro integrantes del cuerpo. “Cuando hay servicios tan técnicos, hay bomberos especializados y este compañero en concreto cuenta ya no solo con una amplia formación y capacitación en este tipo de intervenciones a nivel nacional e internacional, sino también con una contrastada experiencia en rescates de gran dificultad técnica y de ejecución”, afirma con admiración. El operativo se incrementaba además con miembros del parque de San Mateo y de Medio Ambiente que dieron apoyo logístico y ayudaron con su conocimiento de los senderos para la llegada a la cima desde donde comenzaría el rescate ya de madrugada.

Mientras seguían los preparativos del rescate, amigos de los dos escaladores comenzaron a llegar al no tener noticias suyas. Sabían qué iban a hacer, a qué pared se iban a enfrentar y el hecho de que llevaran tantas horas sin dar señales levantó su preocupación. Algunos de ellos, también practicantes de este deporte, se ofrecieron voluntarios para realizar el rescate, pero los bomberos respondieron con un no tajante. “En esos momentos tienes que actuar con criterios objetivos y siempre garantizando la máxima seguridad tanto para rescatados como para rescatadores; no se puede dejar lugar a la improvisación pese a la buena voluntad e intención que se tenga por parte de las personas que quieran colaborar”, zanja.

Los miembros de Medio Ambiente iluminaron a los dos rescatados con un potente foco para tenerlos localizados porque sólo portaban la pobre luz de uno de sus relojes, que avanzada la noche dejó de funcionar. El bombero que ejecutaba el rescate tenía que bajar y subir en varias ocasiones suspendido de la cordada para abrir una nueva vía con medios propios y de ese modo garantizar la máxima seguridad. Así, durante varias horas en las que la tensión seguía aumentando. Los dos escaladores estaban cada vez más nerviosos pese a que gracias a un golpe de viento durante la madrugada pudieron recuperar su cuerda, que de poco les servía. “Se pueden amarrar por si sufren una caída, pero en estas circunstancias es una falsa sensación de seguridad porque si te quedas suspendido durante cierto periodo de tiempo puede producirse el denominado síndrome del arnés, pudiendo las víctimas entrar en shock y fallecer cuando son liberados al llegar al suelo”, explica el bombero.

El rescate se alargaba. El bombero rescatador estaba cada vez más cerca de los dos hombres, quienes a gritos suplicaban que alguien les diera algo de agua y les sacasen de allí. En cuanto el rescatador conectó con los montañeros, el mando dio aviso a la ambulancia para que acudiesen al lugar como preventivo ante un posible traslado a un centro médico. El bombero que realizaba el rescate contactó con los dos hombres en torno a las seis de la madrugada. Casi dos horas después, cuando los primeros claros del día ya empezaban a aparecer entre las montañas, el rescate acababa con éxito. Los nervios habían pasado. Los rescatados se abrazaron. No tenían nada, ni hipotermia ni ningún rasguño aunque sí estaban totalmente deshidratados. Ambos se subieron al mismo coche en el que llegaron y volvieron a sus casas después de una tortura que duró más de 15 horas.

Los bomberos también respiraron. “En mis casi 20 años de profesión ha sido el rescate más largo con personas implicadas que he hecho”, apunta el responsable del operativo, quien expresó su “agradecimiento a todos sus compañeros, tanto a los que intervinieron en el rescate como a los restantes por su alto grado de compromiso y profesionalidad”. Profesionalidad que demostraron, y con creces, aquella larga madrugada.