Trabajaba de celador con funciones administrativas, dentro de una labor que se denomina enlace exterior, dentro del Área Norte del Servicio Canario de Salud, en Gran Canaria. Pero, sobre todo, era una persona muy conocida por su profesionalidad y su trato afable tanto dentro de la consejería de Sanidad, en la que entró a trabajar hace cerca de 40 años en el antiguo hospital del Pino y más tarde en el Dr. Negrín, como en otras muchas Administraciones, a las que acudía a diario para repartir documentación. César Limiñana de la Peña apareció sin vida esta semana en su domicilio de La Isleta, en Las Palmas de Gran Canaria.

Los compañeros aseguran que César era una institución en su trabajo, y una excelente persona de las que merece un reconocimiento de los organismos públicos y de la sociedad. Aseguran que sigue trató de mostrar la mejor imagen de la empresa pública para la que prestaba sus servicios, bajo su “pijama blanco”. De ahí que se les escape alguna lágrima cuando hablan de su persona.

César José Limiñana de la Peña también era un gran conversador, gracias a su amplia cultura, según resalta sus compañeros de trabajo. "Sabía de todo. Era un libro abierto, y todo lo decía con fundamento. Nunca lo vi perder los nervios. Y cuando salía a la calle sabía que estaba representando a la institución. De ahí que mucha gente pregunte por él en estos días”.

Comenzó como celador hace cerca de 40 años en el viejo hospital del Pino y tras la apertura del Dr. Negrín pasó a este centro hospitalario. A sus 63 años, apenas le quedaba uno para jubilarse. En este tiempo se había granjeado el respeto de la plantilla de la red sanitaria en Gran Canaria. Y también, tal y como recordaban ayer sus compañeros, del personal de otras Administraciones, como puede ser Justicia, Hacienda y otras muchas, con la que mantenía contacto cada mañana, como celador de exteriores.

Su labor consistía en el reparto de documentación y escritos desde el centro hospitalario a otros organismos públicos.

Su compañero Alfonso reconoce que fue la persona que le enseñó el trabajo de interior de documentación. Desde hacía casi cinco años compartían tareas en el Negrín, y por eso se dio cuenta el miércoles de que algo no iba bien, cuando ni siquiera lo había llamado antes de empezar al trabajo y cuando no respondía a las llamadas. Ni siquiera llegó a salir ese día de su hogar.

Por sus años de trabajo y su infancia conocía a numerosas personas, desde médicos al resto de trabajadores, dentro y fuera del Negrín. "Era una institución y lo trataban con mucho respeto".

"Era una persona muy dada a los demás, generoso, educado y profesional. Y eso hizo que allá por donde fuera lo trabajaban como un caballero", resalta Octavio, también celador en el Área Sur. De ahí que otros muchos funcionarios preguntaran por su ausencia desde el primer momento. “Era un trabajador puro y duro. Muy buena gente y noblón".

Alfonso asegura incluso que recordaba con orgullo que le encargaron en su momento diseñar el actual servicio de correo interno del centro hospitalario para el que cumplía sus funciones profesionales. Octavio rememora que El Pino, sobre todo, y luego en el Negrín, han sido una gran familia. “A César Limiñana lo conocía todos, y en un montón de servicios". Destacan que era una referencia para la institución y un trabajador. “Era como el agua Firgas, ya que lo conocían por todos los pasillos, y él se movía mucho. Para todos ha sido un palo esta noticia”.

Cesar Limiñana tenía tres hermanos: Miguel, Pilu y el fallecido Ico, y cinco sobrinos. Ayer fue incinerado.