He tenido mucha suerte de ser amigo de Pepe. Cuando llegué de párroco a Tamaraceite, él estaba en un grupo cristiano y andaba buscando el espacio donde mejor vivir su fe y su compromiso creyente. Me demostró desde el primer momento que era un hombre generoso. Se daba del todo y se dio del todo. 

En Cáritas pasó por todas las tareas. Escuchar y compartir con muchas personas en un momento en el que teníamos pocos recursos. Muchos días, allí en la Calle Santiago, detrás de la iglesia, aparcaba el camión de alimentos que nos traía Cruz Roja. Y allí siempre está Pepe, sudoroso pero sin parar, escaleras arriba cargando cajas de leche, harina o legumbres. Después vinieron otros compromisos: Reuniones, responsabilidades y nuevos proyectos…. Un hombre abierto a todo lo que fuera servicio a los demás. 

A Pepe le costaba mucho decir que no a nadie. Y por eso mismo, poco a poco, todos querían contar con él. 

Fue de los primeros colaboradores de Radio Tamaraceite. Siempre la apoyó incondicionalmente. Si había que comprar un aparato, siempre tenía un amigo chino que lo dejaba más barato. Si había que llenar un espacio en la programación, él se ocupaba de hacer teatro, teatro vivo y con humor, con la colaboración de otros vecinos. O rellenar alguna franja de la noche con su programa de zarzuela. O la lectura diaria del evangelio a primera hora. Y, de paso, contagiar a sus hijos para que hicieran radio, aunque fuera de música alternativa. 

Pepe, el hombre de la fe inquebrantable. Para vivirla y comunicarla. Más tarde alumno aventajado de teología y siempre autodidacta, gran lector y memoria de elefante. 

Por las mañanas del domingo abría la iglesia y preparaba la liturgia muchas veces con Mari Carmen, su admirada esposa. Algunas veces también le tocó ser el despertador del cura pues la misa era entonces a las 8 y yo andaba todavía entre sábanas. 

Merece decir algo de los encuentros fraternales que se hacían en su casa. Una familia acogedora. Muchos fines de semana nos reuníamos allí al calor de su bondad y la hospitalidad de la familia. Siempre con humor. Pepe tenía cada semana chistes nuevos que contaba con toda clase de detalles. Y en la mesa, con la comida, el vino y las bromas, Esteban y Maruca, Delia y Chano, Lourdes, y el seminarista, Mederico o el cura que tocara… 

Y cuando se planteó un grupo de reflexión para matrimonios, Pepe y M. Carmen fueron los primeros en responder. En aquellos primeros tiempos nos reuníamos con Paco y Nieves de la Pastoral matrimonial de la Diócesis

Y uno dice: ¿cómo es posible que una persona pudiera sacar tiempo para todas estas cosas y las que se iban añadiendo y siempre con buen humor? No tengo respuesta. Nos queda su ejemplo. El del hombre sin malicia, capaz de ver siempre lo más bueno de cada persona. Un hombre de firme convicción religiosa, respetuoso, alegre, a quien seguiremos teniendo entre nosotros. Porque nunca lo olvidaremos. 

Hace ya 12 años que dejé la parroquia de Tamaraceite. Pero él sigue igual de vivo en mi recuerdo y mi corazón. Un hombre fiel a Dios, a la familia, a la parroquia, a los amigos. 

Gracias, Pepe, por seguir con nosotros. DEP.