Al decir adiós a alguien como Clara Espino Yánez no es fácil encontrar la manera de despedirse.

Con 101 años se me ha ido Clarita, mi amiga y compañera de viaje. Tuve la gran suerte de compartir con ella, una amistad que duró más de 50 años; de esa larga vida en la que fue un ejemplo constante y en la que nos acompañamos mutuamente en tantos momentos, buenos y no tan buenos.

Si tuviera que destacar una de sus muchas cualidades, destacaría la alegría con la que afrontaba la vida, aunque no podría dejar de referirme a su gran cultura, a su inteligencia y a su valentía al ser una de las pocas mujeres que estudiaron una carrera universitaria como Farmacia, en Granada, en aquellos tiempos.

Clarita voy a echar de menos tu coqueta elegancia, tu clase, tu porte distinguido, pero sobre todo tu humanidad y tu preocupación por los más desfavorecidos, cuya ayuda emprendíamos en secreto, sin que nadie lo supiera, aquellos miércoles por la tarde.

Tampoco olvidaré nunca nuestros viajes, sobre todo el de Italia, país que recorrimos juntas y en el que tanto nos divertimos.

Tus hijos Emma y Valentín, así como tu yerno Pepe, tus ángeles de la guarda, te mimaron y cuidaron hasta el final de tus días. Tú no merecías menos.

Fuiste para mí una gran amiga, y una maestra en el arte más difícil, que es el arte de vivir.

Descansa en paz Clarita Espino. Gracias por tanto.