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Málaga, un fuego que recuerda al de Gran Canaria de 2019

El incendio, que calcina ya más de 7.400 hectáreas, tiene similitudes al ocurrido hace dos años en Gran Canaria. Federico Grillo apunta que la lluvia es vital para frenarlo

Vista del pueblo de Algatocín junto a una nube de humo que proviene del incendio declarado en Jubrique.

Pirocúmulo, confinamiento, desalojos, incontrolable, «hambriento» e incluso, se habla, de «sexta generación». Términos utilizados estos días para el incendio que tiene lugar en la malagueña Sierra Bermeja y que recuerdan al sucedido en Gran Canaria hace ahora dos años. El fuego que se encuentra activo desde el pasado miércoles ya ha quemado 7.400 hectáreas en 85 kilómetros de perímetro, avanza sin control y ha provocado hasta el momento el desalojo de más de 3.000 personas y el confinamiento, durante horas, de dos poblaciones. La lluvia, que ya aparecía anoche tímidamente, es un elemento vital para conseguir reducir la potencia del incendio, como indicó ayer Federico Grillo, el jefe de Emergencias del Cabildo de Gran Canaria.

Grillo, quien tuvo un papel fundamental en lo ocurrido en 2019 en el centro de la Isla tanto por la dirección de los efectivos como por su labor comunicativa, explicó a este periódico que en Málaga se han desarrollado los tan temidos pirocúmulos, la creación de una nube propia vertical, como la de una tormenta, debido al fuerte calor, que acaba condensándose y que, al verter un chorro de aire en descenso, «como si tirase un cubo de agua en el suelo», acaba lanzando pavesas a cientos de metros e incluso kilómetros. Ocurrió en Gran Canaria el primer día cuando se pensaba que el fuego comenzaba a remitir, cuando «el pronóstico era bueno». «Probablemente se generaría un pequeño pirocúmulo» en la zona de Mesas de Galaz, muy cerca de Cueva Corcho donde se inició el fuego, que lanzó partículas de fuego hacia la zona de Montañón Negro. También se produjo días después en Tamadaba, que obligó a todos los efectivos a abandonar la zona. «Era imposible» luchar contra aquellas llamas.

Un escenario muy similar está ocurriendo en el de la localidad malagueña de Jubrique. En la jornada de ayer, las pavesas provocaron un nuevo incendio que dieron al traste con los avances de los efectivos en las cuatro áreas principales de actividad, que habían ido «razonablemente bien» durante las primeras horas de la noche del sábado, según apuntó Alejandro García, director de Extinción y subdirector del Centro Operativo Regional (COR) del Plan Infoca. «Hablamos de una potencia y una fuerza inusitada para los incendios que estamos acostumbrados a ver en nuestro país», subrayó García a la agencia Efe, que no descartó además la posible formación de nuevos pirocúmulos o nubes de humo verticales. 

En los dos casos, como apunta Grillo, se da la circunstancia de que la orografía, con barrancos, hoyas y vaguadas, «acelera todo el proceso». El jefe de Emergencias del Cabildo de Gran Canaria califica este tipo de incendios como de «hambrientos», con «mucha capacidad de recorrido en superficie»; misma definición que le dio el pasado sábado García al de Málaga: «Tenemos un monstruo hambriento, por lo que actualmente pretendemos confinarlo, encerrarlo en unas líneas de control para luego abatirlo».

Sexta generación

En el fuego que aún está activo ya se le ha puesto la etiqueta de sexta generación, como ocurrió en su día en Gran Canaria por la formación de estos pirocúmulos y por su posible relación con al cambio climático. Sin embargo, Grillo opina que ninguno de los dos cumple con los requisitos para tener tal calificación. «Hay factores, como el estrés de la vegetación, la sequía prolongada» que podrían relacionarlo, pero «para que sea de sexta generación tiene que modificar todo el comportamiento climático», crear «unas condiciones que modifiquen el clima, como si fuera una borrasca propia» que en ambos casos no se da. Y pone como ejemplo el ocurrido en Portugal en 2017 que provocó la muerte de 64 personas por la formación de una de estas borrascas que quemó 14.000 hectáreas en una hora -el de Gran Canaria afectó a 9.541 en total y el de Málaga, por ahora, a 7.400- y que fue considerado el primero de sexta generación.

El fuego de Sierra Bermeja también ha llevado a confinar las poblaciones de Genalguacil y Jubrique, con un millar de habitantes, por la acumulación de humo que podría provocar problemas respiratorio. En 2019, se decidió que unos 45 habitantes de Artenara se encerraran en sus casas por la cercanía de las llamas. Grillo indicó que esta decisión se tomó también por la peligrosidad que suponía trasladarlos: «A veces la evacuación te genera un riesgo mayor a que se queden» en el pueblo.

Federico Grillo apostilló que ahora mismo el principal «aliado» del incendio de Málaga es la lluvia, que ya aparecía anoche en forma de llovizna y que se espera que caiga de forma mas intensa mañana y el miércoles. Un fenómeno meteorológico que el jefe de emergencias recordó que les sirvió, con tal sólo dos litros por metro cuadrado, para evitar que el fuego de Tasarte en febrero de 2020 -956 hectáreas- se adentrara en Inagua.

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