El acusado de matar a la joven Sara en un piso de San Isidro, en Granadilla, el 25 de noviembre del 2019, Jaime Bautista Henao, aseguró ayer que acabó con la vida de su expareja «para que no tuviera que vivir entre mentiras y en un mundo de tanta falsedad», así como que «lo que venía después, incluida la muerte, iba a ser mejor». De esta manera finalizó el interrogatorio que le hizo el fiscal delegado de Violencia sobre la Mujer en Santa Cruz de Tenerife, José Luis Sánchez-Jáuregui, quien no otorgó excesiva credibilidad a muchas respuestas ofrecidas por el implicado y advirtió de que, incluso, en algunas se contradijo con respecto a lo expresado ante los guardias civiles que investigaron el caso y en el Juzgado de Instrucción. Lo que sí parece evidente es que Bautista sufría unos celos patológicos, después de que este ciudadano de nacionalidad española fuera dejado por una joven en Colombia y por parte de Sara, que había iniciado una relación con un compañero de trabajo. Además, se trata de un individuo con unas supuestas profundas creencias religiosas.

Ayer comenzó el juicio con Tribunal del Jurado en la Sección V de la Audiencia Provincial, presidido por el magistrado Juan Carlos González Ramos. El implicado reconoce que acabó con la vida de la joven. Y eso supone, en palabras de su abogado, que en el presente juicio solo se tenga que probar si existió un homicidio, porque la mujer tuvo opción de defenderse, como plantean la Fiscalía y la Defensa; o bien un asesinato, pues fue un ataque a traición y existió ensañamiento, como argumentan la abogada de la familia de la víctima y la letrada del Instituto Canario de Igualdad (ICI).

Tras diversas preguntas del Ministerio Público sobre si controlaba los dispositivos electrónicos de la víctima para saber si tenía alguna otra relación, admitió que accedió a su messenger para saber con quién hablaba. Cuando el fiscal le preguntó por qué, respondió que «por simple respeto a la relación, por todo lo que había perdido; había invertido todos los ahorros de mi vida» en viajar a Tenerife para estar con Sara. Comentó que la conoció 15 años antes del suceso, es decir, cuando ella apenas tenía 11 años, en un chat anterior a Facebook, pero que esa relación no fue continua. Entre otras cosas, porque la joven no compartía las ideas religiosas que Jaime tenía y que le llevaron a un seminario durante algún tiempo.

El acusado aseguró que el 23 de noviembre (sábado) la propia joven le confirmó que tenía una relación con un compañero de trabajo. Ella le dijo que debía irse del piso en el que ambos residían junto a la abuela de ella, Bernarda. Según Jaime, llegó a hacer las maletas y a reservar una habitación en un hotel de San Isidro. Sin embargo, el día 24 de noviembre (domingo), habló con Sara y esta le permitió quedarse en la vivienda hasta diciembre, cuando el ahora acusado supuestamente tenía intención de viajar al Reino Unido.

Según la declaración de Jaime, la noche del domingo al lunes, ambos durmieron juntos. Cerca de las cuatro de la madrugada del día 25 de noviembre, asegura que se despertó sobresaltado y su primera reacción fue intentar matar a Sara. Aclaró que, en primer lugar, trató de asfixiarla. Pero aclara que «tuve un momento de lucidez» y «me aparté de ella». Siempre en palabras del implicado, la joven se levantó y ambos forcejearon. Después, cogió un cúter para atacarla, pero dicho objeto se rompió. Y, segundos después, vació una especie de vaso en el que habían dos tijeras. Jaime afirma que él cogió unas y Sara, otras. Y ambos se agredieron, aunque «la peor parte» se la llevó la víctima. Afirmó que la joven le provocó, entre otras cosas, lesiones en el cuello y en una oreja.

Admitió que a Sara le dio tiempo de pedir auxilio. En la versión dada por el acusado, la abuela fue dos veces a la habitación donde se encontraban el acusado de homicidio y la víctima: la primera para ver qué ocurría y la segunda con un cuchillo para apuñalarlo a él. Explicó que, entonces, él tiró las tijeras. Y en el pasillo de la casa, con una mano frenó la agresión de la mujer, de 87 años, y con la otra le quitó el arma blanca «para que no se hiciera daño». Y la empujó.

Aseguró que Sara cayó desplomada en otro cuarto diferente a donde empezó la agresión. Aclaró que todavía movía un brazo y agonizaba, por lo que, para evitarle ese sufrimiento, la asfixió. Y añadió que, después, él se intentó quitar la vida. Sin embargo, según la instrucción, solo se hizo cortes superficiales en las muñecas.

Bautista Henao llegó a atribuir a la víctima un aislamiento progresivo de su entorno, debido a una excesiva carga de trabajo y una remuneración escasa en el Instituto Tecnológico de Energías Renovables (ITER), en Granadilla. Frente a la definición expresada por la abogada de la madre de Sara, que la definió como una joven con ilusiones y con un proyecto de vida, el acusado dijo que la joven tendía a contar a numerosos conocidos y amigos sus preocupaciones, mientras que él también las tenía, «pero era más reservado». Refirió que la chica le prestó su ordenador y que, como no tenían acceso restringido, vio sus conversaciones o el correo electrónico. Y, además, cogió una libreta, «que estaba a mano», para conocer las claves de acceso a las cuentas de las redes sociales de la víctima. El juicio continuará hoy con la declaración de varios testigos.