"Cogió el coche de mi madre, la Citroën C15 y salió de casa". Rota por el dolor, desgastada por la búsqueda y apretando los dientes para luchar, para salir adelante, Mayte Picazo echa la vista atrás y retrocede a enero de 2021, días antes de que su hermana, Anabel - Ana Isabel Picazo- desapareciera. Deportista, excelente nadadora, profesora de inglés, maestra. Ha cumplido 41 años, aunque salió de casa con 39. Se fue sin despedirse. Lo hizo en pleno toque de queda. No dijo adiós. Cerró la puerta y no han vuelto a verla.

Cartel y titulares de prensa alertando de la desaparición de Anabel; una foto de la profesora. CASO ABIERTO

Enero de 2021. Las cifras de contagios por coronavirus no ceden. España apunta a la normalidad, pero no llega. En Tarazona de la Mancha (Albacete) se instala el toque de queda: "queda decretado en toda la región a las 22.00 horas", anunciaba el gobierno autonómico días antes. Restringía, además, el movimiento entre municipios excepto para actividades estrictamente laborales, educativas y de servicios esenciales.


"Salió de casa (en Tarazona de la Mancha, Albacete) aquel 28 de enero", arranca Mayte. Aquel día, el último, "mi hermana se saltó el toque de queda. Se fue a las nueve de la noche y llegó hasta Albacete. Estuvo en un hotel, que no pagó, solo unas horas. Cuando fueron a limpiar la habitación saltaron las alarmas".

"Llevaba días encerrada"

La casa en la que Mayte, Anabel y la madre de ambas vivían tiene dos plantas. "Mi padre falleció un par de años antes, se quitó la vida. Ni mi hermana ni yo vivíamos ya en el pueblo, regresamos... luego llegó la pandemia". Mayte y su madre vivían en la planta baja, que habían preparado en tiempo récord cuando el hombre se rompió la cadera, consiguiendo crear dos viviendas independientes. Anabel lo hacía en la segunda planta, sola, "llevaba días encerrada, aislada".

"Normalmente", explica su hermana, "aunque las dos plantas son ya independientes, bajaba a comer a la planta baja". Estuvo días sin hacerlo, "no era alarmante, había podido comprar algo y estar perfectamente en su casa", recuerda.

Tras varias comidas en las que Anabel se ausentó, "subí, fui a su habitación y le dije que llamara a mi madre, que estaba preocupada". Anabel cerró la puerta. "Dijo que estaba haciendo una limpieza". Mayte no vio nada. "Ella creía en el esoterismo….". Fue la última vez que hablaron. Nunca más volvió a verla.

Anabel, en 2017, en los carnavales de Tarazona de la Mancha (Albacete)

"Cuando la chica que limpia en el hotel accedió al cuarto, todo estaba diferente: había sal, romero, cosas movidas", relata la hermana de Anabel

Mayte y su madre, en la planta baja, reciben una llamada. Anabel ya no estaba. "El hotel de Albacete", recuerda. "Mi hermana había salido de casa con el coche de mi madre. Una vez en el hotel, se fue sin pagar, por la puerta de atrás. Le dijo al recepcionista que lo abonaría luego, porque iba a venir un señor a recogerla. Cuando la chica que limpia en el hotel accede al cuarto, todo estaba diferente: había sal, romero, cosas movidas. Estaba revuelta".

No había nada de ella, solo su abrigo. "Mi hermana había ido a la calle sin chaqueta. Era invierno, justo después del temporal Filomena, había que llevar abrigo por narices", recuerda Mayte. "Nos asustamos, empezamos a llamar a su móvil hasta que lo cogió un señor y nos dijo que el teléfono estaba en el hotel". No lo llevaba con ella.

Confinadas, sin poder buscarla

La pandemia dificultó todo. "No podíamos salir del pueblo. No podíamos buscar nosotras", recuerda con dolor. "No entendíamos nada, esperamos un par de días por si nos llamaba". Cuarenta y ocho horas después, no había llamadas. Sin noticias, interpusieron la denuncia por desaparición.

"La pandemia, el fallecimiento de mi padre, regresar al pueblo donde ya no vivía... a mi hermana le pudo la situación. Le ocurrió algo"

Las pesquisas se estancaron desde el inicio: ¿fuga voluntaria? Un par de semanas más tarde, tras un un sinfín de hipótesis varias, apareció su coche: "estaba abierto, con las llaves puestas. Había una bolsa con alimentos, se había gastado 50 euros en comida que compró en una gasolinera. Agua, tenedores… Solo se comió un dónut de chocolate y una lata de ensalada ya preparada", cuenta su hermana. Se miró a fondo el vehículo, "se encontró su bolso con las llaves de casa, del almacén, de la huerta... Su documentación, su tarjeta de crédito, su dinero… Encima no lleva nada".

Anabel, instantes antes de desaparecer, comprando en la gasolinera. CASO ABIERTO

El ticket en la bolsa apuntó a una gasolinera. La cámara del establecimiento inmortalizó la compra. El empleado del surtidor contó que Anabel había llegado andando y sola.

Ni tren ni autobús

Sin noticias, sin rastro, la mirada se centró en el coche. "Apareció cerca de las estaciones de tren y autobuses", recuerda Mayte, "los investigadores dijeron que no se había montado en ninguno". Se inspeccionó la zona, se miraron pozos, se batieron los alrededores. Sin respuesta.

La Guardia Civil registró su vivienda. Volverían meses después. "La primera inspección fue superficial, en la segunda revisaron ordenador y se llevaron su teléfono". El patrón de acceso del móvil supuso un reto a los agentes. "No daban con ello...".

Después de un año, "les pedí que me lo devolvieran". Durante una semana Mayte probó gestos a ciegas: "conseguí abrirlo", cuenta. "No sabemos si hay algo que sirva para encontrar a mi hermana, lo entregue a la policía judicial". Hasta la fecha.

Anabel, en una foto compartida por su familia. CASO ABIERTO

Albacete se empapeló con la cara de Anabel. "La pandemia, el fallecimiento de mi padre, regresar al pueblo, donde ya no vivía... a mi hermana le pudo la situación. Le ocurrió algo", lamenta.

Secta colombiana

La escena del hotel, la de casa, abrió las hipótesis. "Lamentablemente... tenemos dos opciones: puede que mi hermana esté muerta. Otra es que esté en una secta".

La sospecha de los agentes hizo recordar a su hermana. "Anabel era muy especial, diferente...". Hace unos años, "no sé cuantos, no recuerdo, estuvo metida en una especie de escisión de una secta colombiana, pero que era legal en España. En aquella época hasta se fue a Colombia, con billete de ida, no de vuelta, pero regresó. No nos quiso contar nada. Un amigo fue quien nos dijo que había salido, pero que se había metido en una secta".

Mayte piensa, “puede que no esté muerta. Y si está viva, pero en un grupo del que no puede salir. Quizá, de ninguna manera vuelva", lamenta.

Afectada por la muerte de su padre, antes de desaparecer, volvió a encerrarse. "Regresar al pueblo... esa sensibilidad, ese sentirse diferente con el tiempo se agudizó, imagino que los grupos sectarios se aprovechan de esas cosas".

Se investigaron sus redes, sus contactos. No se halló nada, solo un último post, dedicado a sus padres. "Le encantaba escribir", recuerda Mayte. No se despedía, los homenajeaba, pero no volvió a dar señales. Se indagó en Valencia -donde vivió un tiempo-, y Barcelona, donde tenía contactos. "Pudimos saber que empezó con la rama de la magia y espiritualidad más negra, más fea. Empezó a conocer chamanes.. ese tipo de gente que te hacen cursos pagados de movidas espirituales".

Profesora de infantil, hacía tutoriales para ayudar a niños con dificultades. CASO ABIERTO

"Mi madre está devastada", lamenta. "Primero mi padre, ahora mi hermana... solo nos tenemos nosotras". Caminan juntas. Se han hecho una promesa: no rendirse, cuidarse, seguir adelante.

Trabajan de sol a sol, en el campo, con las gallinas, en la huerta. Una tiene 70 años y sigue subida al tractor; Mayte, socióloga y trabajadora social, aprende a arar junto a ella. Necesitan que su día tenga más horas, "con 24 no llega". Al dolor de la ausencia se suman las dificultades legales. La falta de Anabel imposibilita acceder a la herencia del titular de todo, su padre; salir adelante, incluso vender propiedades.

Anabel, amante de su profesión, la enseñanza. Divertida y sensible, "con un corazón enorme", se fue haciendo pequeñita hasta que dejaron de verla. Madre y hermana la esperan. Solo desean que aparezca, que alguien les diga qué, cuándo, cómo. Que regrese, que la pesadilla acabe.