"Vi a mi hijo tirado en la calle como un perro con la cara como un mapa". Son las palabras con las que la madre de Jonathan F. H., el joven de 27 años que murió tras recibir tres disparos en el bar JM de Badajoz la mañana de Navidad de 2019, narró este martes la escena que se encontró cuando, tras ser avisada de que había sido tiroteado, acudió al lugar de los hechos. Solo unas horas antes el fallecido había celebrado la Nochebuena con ella, su hermana y su hija de 6 años. Llegó sobre las 22.00 horas, con un botellín de cerveza en la mano al que, según le dijo a su madre, le habían invitado "los del bar JM", a donde el procesado y su familia le dijeron a él y a su primo "que volvieran luego porque tenían una fiesta".

La mujer declaró este martes en la segunda sesión del juicio que se sigue en la Audiencia Provincial de Badajoz contra J. M. M.C., autor confeso de la muerte del joven y acusado de intentar matar también al primo de este, F. J. S. F., hecho que el inculpado niega.

Los testimonios de los testigos que pasaron por la sala dibujaron dos versiones completamente opuestas de la antesala del crimen. La madre y las hermanas de la víctima aseguraron que la relación de Jonathan y la ‘familia del JM’ era "buena" y que se conocían "de siempre" y afirmaron que el fallecido no era una persona agresiva, que no tenía antecedentes como adulto y que "nunca" llevaba armas, tampoco el día de Nochebuena. También la mujer en cuya casa se refugió el primo tras el tiroteo, muy cerca del bar, señaló que este no llevaba armas cuando lo socorrió. Esta vecina le prestó ayuda tras oírlo pedir auxilio y verlo ensangrentado. "Estaba muy nervioso, me pedía que no le soltara la mano. Le pregunté qué le pasaba y me dijo que lo querían matar, pero yo no vi a nadie", relató. 

En los mismos términos que la madre y las hermanas del fallecido, que aseguraron sentirse "amenazadas" por la otra parte, se pronunciaron su expareja y madre de su hija, con la que compartía la custodia de la pequeña, así como un amigo que estuvo con ellos en el bar JM durante la tarde anterior a los hechos (no en el momento de los disparos). Este negó que hubiera habido amenazas ni signos de enemistad entre la víctima y el procesado, el resto de familiares y los clientes. Sí aseguró que en un momento de la tarde, el acusado propinó un "puñetazo" en la cara a Jonathan, pero que la situación se tranquilizó y no fue a más.

Este testigo declaró que el inculpado no evitaba ni la conversación ni el contacto con la víctima mortal y su primo, "que no pagaban (sus consumiciones) porque estaban invitados".

Este ambiente de cordialidad es diametralmente opuesto al que clientes habituales del bar JM que se encontraban ese día en el local y la pareja del acusado relataron ante el jurado popular. Esta última explicó que pasó por el bar esa misma tarde en varias ocasiones junto a su hija y que, en una de ellas, Jonathan se acercó a la niña, de 6 años, y le dijo "que le iban a cortar el cuello". "Lo estaban acosando (a su marido) y eso no había quien lo aguantara", aseguró la mujer, quien dijo que su pareja estaba "muy bebido" y había tomado Tranquimazín. Tras el crimen, se fue a vivir fuera de Badajoz con su hija al sentirse amenazada.

También algunos de los clientes que estaban en el JM en el momento de los hechos y las horas previas describieron una situación de continuo hostigamiento, amenazas, insultos e incluso agresiones (collejas) del fallecido al procesado, pero también al resto de presentes. Todos negaron conocer a las víctimas, aunque sí reconocieron que habían sido advertidos de que eran personas conflictivas, que su presencia había "enrarecido" el ambiente y que temían que pasara algo, pues intuían que estaban armados (algunos testigos aseguraron que apreciaron un bulto en la ingle de Jonathan que despertó sus sospechas). Pese a ello, no llamaron a la policía y sus peores presagios se cumplieron. Ninguno dijo haber visto que J. M. M. C. encañonara al primo.

En la jornada de este martes testificó un cliente que trató de agarrar al acusado cuando salió a correr con la pistola hacia la víctima, pero lo esquivó. Fue el único que reconoció haber prestado auxilio al fallecido cuando estaba moribundo, ya en el exterior del bar. "Lo puse de lado, casi no tenía pulso. Ni la ambulancia ni la policía llegaron pronto, estuvo el cuerpo tirado bastante tiempo, unos 10 minutos, hasta que dejó de respirar", relató.