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Tragedia en el mar | Un grancanario entre los nombres de la tripulación

La familia del biólogo grancanario desaparecido en Terranova espera un milagro

Los padres del joven desaparecido se aferran a un hilo de esperanza | Vecino de Lomo Apolinario, compaginó los estudios de Biología con el trabajo en un bar

Francisco Manuel Navarro Rodríguez, el biólogo grancanario desaparecido en el hundimiento del ‘Villa de Pitanxo’. La Provincia

La familia de Francisco Manuel Navarro Rodríguez espera en su casa del barrio capitalino de Lomo Apolinario a un milagro. El biólogo grancanario que se había enrolado en el pesquero gallego que en la madrugada de ayer se hundió cerca de Terranova, a más de 400 kilómetros al noreste de la costa de Canadá, aún se encuentra desaparecido. Sus padres mantienen un mínimo halo de esperanza de que sea hallado con vida. Saben que va a ser muy difícil. “Sólo quiero que aparezca”, apunta Carmen Rodríguez, su madre, que junto a su marido José Navarro aguarda a una llamada para saber dónde está su hijo.

‘Manolín’, como es llamado cariñosamente este biólogo de 33 años, es muy querido en ‘el Lomo’. Su padre es dueño desde hace décadas del conocido Bar Rodríguez, donde el pequeño de sus tres hijos ayuda en las temporadas que no está en el mar donde trabaja como observador pesquero, una figura que si bien no es la de inspector, se encarga de recoger datos de las capturas que sirven después para elaborar la futura normativa europea que incidirá en la calidad del producto y de los caladeros.

Esta era la cuarta travesía en la que se enrolaba. Durante los últimos años había estado presente en otras campañas en Brasil, Cabo Verde y una anterior también en la costa canadiense. Es lo que quiere y para lo que estudió, meterse en un barco y navegar durante semanas. Ese sueño se convirtió en realidad después de ser un alumno modélico primero en el Colegio Pintor Néstor de Casablanca III, después en el Instituto de Lomo Apolinario y, finalmente, en la Facultad de Biología de la Universidad de La Laguna donde se graduó.

Estos últimos estudios los compaginó con trabajos esporádicos en el bar de su padre, un lugar en el que es habitual verlo detrás de la barra sirviendo a los clientes. “Aún no me lo creo”, apuntaba ayer con la piel de gallina María del Mar, una de sus compañeras que anoche aún mantenía la esperanza de recibir pronto una buena noticia. “Es una persona muy trabajadora, si hace falta se pone aquí o si tiene que ir a coger papas lo hace”. Y es que su familia, como muchas otras de este barrio, emigró en el siglo pasado desde el campo hacia la capital grancanaria para buscar un futuro mejor. En Valleseco tienen unos terrenos y una casa adonde Manuel Navarro suele acudir para hacer asaderos en compañía de sus amigos.

María del Mar habla mientras los clientes que están en el local escuchan de fondo las noticias del canal 24 horas de Televisión Española en el que se emite prácticamente en bucle las últimas novedades del hundimiento del pesquero Villa de Pitanxo. Lo hacen ajenos aún a la desaparición de Manolín, ese joven que tantas veces les ha atendido en este pequeño negocio familiar.

Las noticias que aparecen en la pantalla son prácticamente las mismas que las que tienen sus padres. Estos recibieron la primera llamada del suceso a primera hora de la mañana de ayer. El patrón del buque les telefoneó para comunicarles que el pesquero se había hundido y que aún no habían encontrado a ninguno de los 24 tripulantes, entre ellos su hijo. El mundo se les vino encima. Poco después recibieron una segunda llamada en la que el patrón les informaba de que habían encontrado a tres supervivientes y varios cadáveres en el interior de una lancha, pero que aún no habían localizado a Manuel Navarro. La Delegación del Gobierno de Canarias también se puso en contacto con ellos para aportarles alguna novedad. Durante el resto del día, José Navarro señala que han permanecido frente al televisor. “Sabemos lo que se dice en la tele”, señala.

Navarro cuenta que su hijo zarpó el pasado 26 de enero en el arrastrero hacia la costa noreste de Canadá para permanecer poco más de un mes. A principios del próximo mes de marzo tenía previsto regresar al Archipiélago. La última vez que hablaron con él fue a través de una videollamada que les realizó el pasado domingo, en el que les contó que hacía mucho frío y que había muy mala mar. Manuel Navarro también compartió en sus redes sociales una foto de su estancia en Galicia antes de poner rumbo a NAFO, como es conocido este caladero de las siglas en inglés de la Organización de Pesquerías del Atlántico Noroeste.

Este es un trabajo que le gusta y así lo transmite a sus allegados. El mar es su pasión y estudió para trabajar en él. Con los ahorros se compró un barco que tiene amarrado en el muelle para salir a pescar. También se sacó el curso de buzo gracias al cual practica la pesca submarina. La familia espera que esas dotes también puedan servir para que halla alcanzado una de las balsas de salvamento que, dicen, aún falta por encontrar. Saben que con las bajas temperaturas que hace en la zona y el mal estado del mar va a ser muy difícil que sea encontrado con vida. Saben que si aparece será un milagro.

Juan Padín Costas

Juan Padín Costas A. Castellano / C. S. Beltrán

Juan Padín Costas 


Capitán (superviviente) 


Llamó a su mujer, casi sin fuerzas: «No te preocupes»  


Amigo de sus amigos, buena persona y muy trabajador. Así definen en Donón a Padín como le conocen por su apellido en su aldea natal, en donde después de muchos años en el mar, construyó la casa de turismo rural O Facho. A alrededor de las 13.30 horas, Juan Padín, capitán del Villa de Pitanxo lograba llamar a su mujer Sofía para decirle que no se preocupara. 

Estaba casi sin fuerzas por la hipotermia de haber permanecido en una lancha salvavidas en las frías aguas de NAFO. En la casa familiar poco más han sabido de cómo ocurrió el naufragio, si fue un golpe de mar en un barco que se hundía mucho en el mar. Juan Padín es un hombre experto. Lleva navegando prácticamente desde niño. También fue albañil, estuvo en Gran Sol, en Canarias, trabajó en la armadora Pereira y desde hace unos años en la armadora Pesquerías Nores en donde tenía previsto jubilarse en un año. 

Eduardo Rial Padin A. Castellano / C. S. Beltrán

Eduardo Rial Padin


Marinero (superviviente) 


«Hace muy mal tiempo», wasapeó dos horas antes


Eduardo Rial Padín, tiene 42 años y es marinero en el arrastrero Villa de Pitanxo desde hace cinco años, tal y como asegura su pareja sentimental, Sara Prieto. Ayer ella lloraba abrazada a su suegra Gloria Padín, en la casa familiar en donde residen y que alberga el conocido restaurante «A toda costa», en Donón. Aunque es natural de Vigo, reside con sus suegros en esta aldea de O Hío.. Durante toda la jornada, la familia esperaba con ansiedad la llamada de Eduardo o de la casa armadora para confirmar oficialmente que había salvado la vida. pero esa llamada no llegó, solo tienen la llamada de Juan padína su familia de que él y su sobrino habíans alvado la vida. La última llamada que Sara tuvo de Eduardo fue dos horas antes del naufragio, a las 04:30 horas, cuando wasapearon y el le dijo que se iban a trabajar y que hacía mul mal tiempo. Para ella ha sido su primer naufragio y reconoce que no quiere que Eduardo vuelva al mar.

Fernando Santomé Ferradás A. Castellano / C. S. Beltrán

Fernando Santomé Ferradás


Cocinero 


El cocinero que cambió de barco hace tres mareas


Fernando Santomé Ferradás es el cocinero del Villa de Pitanxo y es el único miembro de la tripulación natural de Bueu. Ayer en su domicilio, en la parroquia de Beluso, se reunían familiares y allegados a la espera de noticias. «De momento no tenemos información de la casa armadora. Intentamos llamar, pero las líneas están saturadas. Somos más de 20 familias y todas queremos saber», explicaban ayer por la tarde. Nando, como era conocido, lleva la mayoría de su trayectoria profesional en el mar en la armadora de Manuel Nores. Cuando se embarcó primero lo hizo como marinero y luego como cocinero. «Llevaba muchos años en la empresa, pero a bordo de otros barcos. Cambió al Villa de Pitanxo hace tres mareas», añaden. Familia y allegados conservan la esperanza de que el cocinero de Bueu pueda estar entre los supervivientes. «La esperanza en lo último que se pierde», aseguraban. En una de las últimas llamadas a casa había asegurado que «la pesca estaba yendo bien» y esperaban estar de vuelta en carnavales. «Dicen que el barco era el más dotado de la flota y el mejor preparado para esas aguas, pero la realidad es que está en el fondo», se lamentaban ayer.

Fernando González Martínez A. Castellano / C. S. Beltrán

Fernando González Martínez


Marinero de máquinas 


Era su primera vez en Canadá


Con la angustia que produce la falta de noticias y sin perder la esperanza. Así aguarda estas largas horas la familia de Fernando González Martínez, el marinero de Moaña del Villa de Pitanxo que se estrenaba en el caladero de Terranova en esta marea. «Con esta armadora había trabajado en otoño en Malvinas, y nunca había marchado a Canadá, pero quería seguir cotizando en estos años antes de retirarse», relata uno de sus hijos, Kevin, remero en la Sociedad Deportiva Tirán. De hecho, cambió de barco para ir a Terranova «y tuvimos que llamar para confirmar que este era el suyo». A sus 53 años, Fernando González trabajaba en máquinas. «Aún no había entrado en su turno», señala Kevin, que añade que «mi abuelo ya trabajó en Terranova y que un barco vuelque allí, mojados, con el frío... La situación está jodida».

Un empleo «muy duro»


El trabajo de observador pesquero que desempeñaba el biólogo grancanario Francisco Manuel Navarro Rodríguez, desaparecido en el hundimiento de un pesquero gallego en la costa de Terranova (Canadá), va relacionado con las campañas de los buques que acuden a los diferentes caladeros mundiales para la práctica de la pesca. «Es muy duro», cuenta el también biólogo marino Alfonso Manzano, quien estuviera integrado dentro del Centro Oceanográfico de Canarias de Santa Cruz de Tenerife. Estos profesionales no son funcionarios, sino que son contratados para las campañas por subcontratas para desempeñar una labor de investigación y control pesquero. Naranjo explica que determinados barcos están obligados a llevar entre su tripulación a un observador pesquero, que se encarga de «recopilar los datos que se solicitan y esos datos, posteriormente y a través de determinadas entidades», como el Instituto Español de Oceanografía o el Oceanográfico de Vigo, «lo transmiten a la Comisión Europea para que establezca las normativas de la Unión Europea». Entre esos datos se encuentran las capturas que se realizan y se descartan, las que son accidentales. «Es tener una idea de cómo funciona el sector más allá de los datos que proporcionan las descargas y los pescadores», apostilla este andaluz que durante tres años residió en Tenerife. Manzano recalca una cosa: «No somos inspectores, ni hacemos de policía, no podemos sancionar; estamos más en calidad de científicos, aunque ni siquiera lo somos, porque vamos en calidad de técnicos». El trabajo que realizan es discontinuo. Su contrato dura lo mismo que la campaña, que puede ser de días o meses. Una vez que finaliza, entran a engrosar la lista de desempleo. El sueldo varía entre los 2.500 y los 3.000 euros al mes y dentro del bar son «un tripulante más», comenta este biólogo, quien añade que este trabajo lo pueden desempeñar biólogos como ellos, pero también graduados en Ciencias del Mar o en Ciencias Ambientales. | A. C. D.

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