Avelino y Begoña viven en Lomo La Viuda, una de las últimas zonas desalojadas en la complicadísima jornada del sábado 23 de julio, cuando el fuego comenzó a extenderse por la ladera de Tigaiga y amenazó la zona poblada de Las Llanadas, en las medianías altas de Los Realejos. Ayer trataban de descansar, como podían, en un coche con el maletero lleno con algunas de sus pertenencias. «Casi no hemos podido comer ni dormir desde el desalojo, por los nervios de ver lo que estaba pasando y de no poder volver a nuestra casa», explica Begoña.

«A las cuatro o cinco de la tarde nos dijeron que teníamos que salir de casa y, con las prisas no cogimos casi nada. Sólo un par de mudas. Allí se quedaron dos perros y queríamos ir por lo menos para echarles de comer y ponerles agua», afirmaba Begoña. «Ver los animales, al menos ver como están los animales», repetía Avelino. 

Al preguntarles cómo vivieron el momento de dejar su casa, junto a uno de sus hijos, de 15 años, y otra hija mayor que tiene un bebé de apenas nueve meses, sólo aciertan a responder con un «¡uf!». No encuentran palabras para expresar la zozobra que genera una orden tan tajante y trascendental como la de «tiene usted que dejar su casa ahora». Su hija y su nieto se marcharon con otro familiar a Icod. Ellos prefirieron quedarse lo más cerca posible de su casa.

«Estaba muy fea esa ladera y lo que pasamos no lo vamos a olvidar nunca en la vida»

«Estaba muy fea esa ladera y lo que pasamos no lo vamos a olvidar nunca en la vida. Ver a mi hija atacada con el niño no se me olvida», afirma esta vecina de Las Llanadas. El adolescente que les acompañada se entretiene con el móvil, aparentemente ajeno a todo. Cuando se le pregunta si está asustado o si lo ha pasado mal, se encoge de hombros y sonríe. Begoña y Avelin recuerdan que es «el primer incendio que ve» y auguran que «él se va a acordar y nosotros tampoco nos vamos a olvidar de esto en la vida».

Avelino, de 58 años, no puede disimular ni el cansancio ni la preocupación. En medio de tanta tensión, ni siquiera se acercó al polideportivo de Las Llanadas para pedir un alojamiento. Terminaron pasando la noche en el suelo del salón de un vecino. 

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«Mi colchón estaba duro», bromea Begoña, al recordar que trató de descansar un rato sobre el frío cemento. «No pegamos ojo», confiesa Avelino, que en medio de un sofocante calor había tratado de echar una cabezada en su coche. Miraban a la ladera y veían todo «mucho mejor», quizás por eso no entendían que aún no se les permitiera regresar a casa.

El Ayuntamiento de Los Realejos reubicó el sábado a una decena de familias en hoteles de la localidad y pidió a todos los desalojados que pasaran a registrarse en el pabellón de Las Llanadas, donde había personal de Servicios Sociales y de Cruz Roja, antes de marcharse a casas de familiares o amigos. Por nervios, desconocimiento o cierto pudor, Begoña y Avelino no pasaron por el pabellón y añadieron al sufrimiento del desalojo una noche que no podrán olvidar. Mirando con temor las llamas de la ladera de Tigaiga y desesperados por poder regresar a casa. Reconocen que se quedaron cerca del control de acceso a la zona desalojada por si los dejaban volver. Esa orden aún no estaba prevista para el día de ayer, a la espera de que el incendio frene definitivamente su avance.

«Yo ahora es que tengo hambre y no tengo ni un duro para comerme nada», aseguraba Avelino, que pese a la información suministrada por las autoridades no había comprendido que podía acudir al pabellón del barrio para recibir alimentos y atención. EL DÍA los puso en contacto con el edil de Fiestas y Juventud, José David Cabrera, que estaba en la zona, y enseguida se preocupó por llevarlos al pabellón para que cogieran agua, bocadillos, jugos y yogures. «¿Cómo es que no vinieron ayer? Había de todo y los hubiéramos mandado a un hotel», lamentaba. En ocasiones, y por muy pensados que estén los dispositivos, hay personas que se quedan al margen. 

Avelino repetía que él gana «nada más que 420 euros» y que no podía ir a un hotel. No le cabía en la cabeza que el Ayuntamiento realejero se lo estuviera ofreciendo gratis, como una medida extraordinaria ante la complicadísima situación que se ha vivido en Las Llanadas desde el sábado.