«Han localizado a Nacho». Lola Hijar, su madre, confirma rota de dolor la peor de las noticias. Tras un año de intensa búsqueda, sus restos han sido hallados en el monte de Las Mercedes, en una parte del macizo de Anaga perteneciente al municipio de San Cristóbal de La Laguna. «Quizá la batida tendría que haber llegado antes», no puede hablar mucho más. Nacho fue localizado ayer lunes, al poco de empezar la batida, muy próximo a sus pertenencias que el pasado 16 de agosto habían sido localizadas por dos jóvenes que volaban un dron. Dos jóvenes vuelan su dron en el monte de Las Mercedes, la aeronave pierde el control y cae por la ladera. El terreno es escarpado, lleno de maleza, pero sus propietarios la tienen localizada. No queda otra, tienen que bajar. No es fácil, pero sí viable. Junto al dron, mientras deshacen sus pasos, avistan algo: un saco de dormir, una cartera y varios botes de comida. No hay nadie, no hay nada más alrededor. «Hay una cartera», anuncia uno. Se acercan. 

«Hay un DNI» La documentación no deja duda: es el DNI de Ignacio Palmero, conocido como Nacho, el joven desaparecido desde hace un año en Tenerife. El mismo que, un día antes, todos los medios de comunicación de Prensa Ibérica, a través de Caso abierto, portal de sucesos e investigación del grupo al que pertenece LA PROVINCIA, recordaban que llevaba un año desaparecido. El joven de 30 años al que Lola, su madre, buscaba sin descanso desde el 14 de julio de 2021.

Helicópteros y perros

Helicópteros, perros y un grupo de agentes batían este lunes la ladera en busca de Nacho. Tras un año sin respuestas, sin indicios, sin nada, la investigación giraba. Desde primera hora un operativo policial batía el monte en su búsqueda. Lo hacía en torno al hallazgo: su documentación, su cartera, algo de comida y un saco de dormir. Llega tarde, denunciaba su madre antes de arrancar la búsqueda, «una vez más».

«He estado una semana esperando que activen el operativo. El martes aparecieron sus cosas, hasta hoy no se han puesto a buscar». Desde que se perdiera su pista, familiares, amigos y allegados de Nacho han intentado buscar indicios, respuestas. «Desde el principio la Policía Nacional apuntó al suicidio», lamenta la mujer. «No teníamos nada, pero alguien que se quiere quitar la vida quizá no se lleve un saco de dormir, ¿no?». Nacho ya descansa, Lola, su madre, seguirá luchando. «Han tardado poquísimo en dar con él», asegura. Ha encontrado a su hijo, queda esclarecer qué le ocurrió.

Antes del hallazgo del cuerpo

«Mamá, se me ha roto la tarjeta del móvil, no tengo teléfono, no podemos hablar». Es la última conversación que Ignacio Palmero -Nacho- tuvo con su madre. Desapareció en Tenerife el 14 de julio de 2021, cuando estaba a punto de cumplir 30 años. Fue, precisamente, una felicitación a la que el joven no contestó la que hizo saltar las alarmas. 

Al otro lado estaba Lola, su madre. «Cuando ya vi que no había manera de contactar con él, fui directamente a la Guardia Civil». Se activó la alerta. Un año después, no hay nada, ni una pista que lleve a su hijo. Nada que arroje luz a su desaparición. «Vivo en una montaña rusa. Tengo días malos, días pasables, días horribles, momentos espantosos...». Se llama Lola Hijar y desde hace un año busca a su hijo. Desapareció, sin más. Lola visualiza, piensa, descarta. 

Foto de Nacho cedida por su familia.

«No tenemos ningún indicio», lamenta, «puede estar bien, puede estar desorientado, puede estar en un centro, puede que se haya quitado la vida... Opciones hay muchas». No descansa desde entonces: «Se ha podido meter en un barco... Cuando no tenemos nada, todo se te ocurre». 

Su única certeza: es que «está desaparecido, no pueden dejar de buscar».

14 de julio de 2021. Nacho abre la aplicación Messenger y escribe un mensaje a su madre. «No tenía teléfono», recuerda Lola. «Me escribió que se le había roto la tarjeta del móvil y que no me podía llamar»

Desde hacía unos años vivían separados: él en La Laguna (Tenerife); ella en La Palma. Se veían, se llamaban, se tenían. «Yo te pido un duplicado y te la mando por mensajería, hijo», le dijo, «el teléfono estaba a mi nombre, así que eso hice: compré una y se la mandé, pero ya no la recibió». Una semana después, en su cumpleaños, se encendieron las alarmas. «El día 20 no había forma de dar con él. Ni por Messenger, ni por teléfono... Yo intentaba felicitarlo, pero nada. Al día siguiente me fui a la Guardia Civil, el 21 denuncié. El día 22 me fui a su casa». Su hijo no estaba. «Salió con su cartera, el DNI, carnet de conducir y cartilla del seguro. El resto quedó en casa, no llevó teléfono. Su coche y su moto también estaban allí».

«Quiero desaparecer»

Lola esperó en casa, él no llegaba. No llegó. Intentó reconstruir los últimos pasos de su hijo para facilitar su localización. «Los días previos tenía altibajos», cuenta su madre. «Estaba decaído. Desesperanzado». Un desencuentro con un encargado le había hecho perder el trabajo. «Le dije que si quería que fuera a su casa, muchas veces iba, estaba unos días allí. Otras veces venía él...», contestó que no. «Yo quiero irme de aquí, lo que quiero es desaparecer, me contestó. Muchas veces lo decía, lo hemos dicho todo el mundo... pero sí, mi hijo desapareció». Brillante, culto e inteligente, Nacho se había mudado a Tenerife con 21 años. «Desde que falleció su padre. Se fue a su chalet y ahí empezó un poco el desastre», lamenta Lola. «Al principio era estupendo: estaba solo, libertad... Un chico joven, un chalet... Su casa era la casa de todos: música, videojuegos... hasta que se fue a la deriva».

Dejo los estudios, coqueteó con las drogas, «empezó a tener una adicción». Lola, vigilante, intentó que saliera del pozo. «Le llevé a psicólogos, psiquiatras... pero no hubo manera», su carácter cambió. «Estuvo entrando y saliendo de algunos centros y los amigos tampoco estaban mucho con él porque era difícil, era complicado».

Problemas laborales

Por fin, llegó el trabajo que perdió días antes de desaparecer. «Era limpiando carreteras, mira que es un trabajo duro, pero él estaba feliz», recuerda su madre. «Tuvo un desencuentro, el resumen es que querían que tirase la basura que recogían a una huerta. Nacho dijo que eso era un atentado ecológico. Que él lo cargaba al camión y lo tiraba al sitio adecuado».

Foto de Nacho compartida por su familia.

Le dijeron que no y que no se molestara en volver. «Empezó a pensar que él quería hacer el bien y le salía todo mal. Fatal, fatal... estaba fatal». «Un hombre de un bar dijo que lo había visto el sábado 19 caminando cerca de su casa, y ya no se supo nada más». Lola, junto a SOS Desaparecidos, batió las playas cercanas, «lo conocían, lo habían visto, pero desde hacía tiempo no sabían nada». La investigación no avanzó.

Petición de perros

«Yo puse la denuncia en Guardia Civil, pero estoy en otra isla. Ellos la tramitan y como La Laguna pertenece a policía, pasa a Policía Nacional», cuenta Lola. 

«¿No pueden traer perros?», preguntó la mujer. «Mire, los perros están en Las Palmas, y traerlos para nada... No merece la pena porque usted ya sabe lo que estamos buscando, me contestó». Lola, miró al agente, «¿lo que estamos buscando? Será a quién estamos buscando, ¿no? Usted me entiende, me dice». Lola hace un silencio. «Estaba buscando un cadáver, quiso decir. Decidieron que Nacho se había suicidado. No dieron más opción». Lola rompe de nuevo el silencio: «Si es así, hay que buscar el cadáver, no?».

«Su hijo no ha salido de la isla», apuntó un agente nada más empezar la investigación. «Cuando se revisaron sus cuentas bancarias descubrimos que tenía cuatro billetes sacados, solo de ida: uno a Barcelona, dos a Madrid y uno en barco».