Y. V. -su familiar prefiere mantener su anonimato- decidió en 2016 que no podía seguir viviendo en Venezuela, que tenía que buscar un futuro mejor para sus tres hijos y tenía que ser fuera de su país. Llegó a Gran Canaria, consiguió trabajo, se formó, se aclimató a la Isla y construyó una familia feliz, que aprovechaba cualquier momento para estar junto a sus tres hijos y a su nieta de 5 años, la niña de sus ojos. Hasta que el viernes de la pasada semana un accidente laboral quebró todo: una máquina del vertedero de Salto del Negro se puso en marcha cuando la limpiaba y le provocó heridas incompatibles con la vida. Su familia, destrozada por lo ocurrido, pide que se haga justicia para que no vuelva a ocurrir lo que le pasó a su madre.

V., de 48 años, había sido madre muy joven. Apenas era una adolescente, con 15 años, cuando nació C. M., su hija mayor. Es ella quien cuenta que residían en Caracas cuando entre todos tomaron la decisión de abandonar su patria. «Mi madre trabajaba allí como cajera de una panadería», señala. Lo hacía por las tardes, un horario que le gustaba. Con lo que ganaba fue ahorrando. La situación en el país sudamericano era insostenible, asegura C. «Había mucha inseguridad». «Con lo poquito que teníamos cada uno conseguimos ahorrar para comprarnos los billetes», añade. Era enero de 2017 cuando un vuelo los trasladó primero a Madrid y después a Gran Canaria, donde se encontraba su nueva casa. Llegaron gracias a las referencias que tenían de una conocida, que les ayudó a conseguir con los pocos ahorros que tenía una casa de alquiler en el barrio capitalino de Los Tarahales.

"Gran Canaria nos acogió muy bien"

Y. V. fue construyendo esa nueva vida que buscaba, feliz junto a los suyos. «La verdad es que la Isla nos acogió muy bien», comenta la hija. La madre consiguió trabajo cuidando de una mujer mayor hasta que esta falleció. «Su trabajo con ella fue intachable», apunta C. M., quien agrega que su progenitora era una mujer «luchadora, amiga, buena gente, bondadosa, siempre muy comprometida, no le gustaba faltar al trabajo».

Hace unos cuatro años le llegó la oportunidad de trabajar en una empresa que gestiona el vertedero de Salto del Negro de Las Palmas de Gran Canaria, también conocido como EcoParque del Norte. «Estábamos muy contentos porque había conseguido ese empleo», comenta. Aquella oportunidad coincidió con que su hija pequeña, de 22 años, había entrado en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria para cursar el grado de Derecho y su hijo mediano, de 24, había logrado un trabajo estable. Ella había construido una vida que toda madre quiere para sus hijos, que se habían formado y habían conseguido arraigarse en la Isla sin ningún tipo de problema. C. M., la hija mayor, además había formado su propia familia con su marido, originario de Gran Canaria, de cuya relación nació la nieta de Y., de 5 años. Esa felicidad se veía reflejada una semana antes del suceso cuando todos ellos se reunieron en el merendero de Las Mesas, en la Cumbre, para pasar un día festivo. «Cuando los trabajos nos permitían, aprovechábamos para pasar tiempo juntos, para estar unidos», comenta.

Trabajo impecable

En el trabajo nunca hubo quejas de ella. «Mi madre es una mujer precavida, que no tenía ninguna enfermedad. Su trabajo había sido impecable, nunca había recibido ni una llamada de atención, amonestación, ni infracción». «Nosotros sabemos que no fue una negligencia de ella», sentencia la hija. Se basa en el hecho de que hacen falta dos llaves para arrancar la máquina, por lo que pide justicia para esclarecer lo ocurrido el pasado viernes, 11 de noviembre, cuando limpiaba una prensa. «Creemos en el sistema procesal español, tenemos confianza en que todo se esclarezca para que mi madre y nosotros tengamos la paz», apunta. Aquel día falleció atrapada en el interior de la máquina. «Si no fuera por esta desgracia, todo hubiese sido perfecto», apostilla. Aquel día se quebró una vida feliz.