Tensión y miedo tras el atraco a una joyería en El Mirador: los trabajadores denuncian abandono total
Cinco encapuchados asaltaron una joyería armados con cuchillos mientras los trabajadores alertan de que “están desprotegidos y sin medios” para hacer frente a situaciones así

La Provincia
No fue un robo menor. Fue una escena de pánico, rápida y precisa, como si estuviera ejecutada por profesionales del crimen. Cinco hombres encapuchados, con armas blancas y a bordo de un Audi Q2 con matrículas robadas, irrumpieron con violencia en la joyería Claudia, situada en la planta baja del Centro Comercial El Mirador, en Las Palmas de Gran Canaria, justo cuando el reloj marcaba las 21:30 horas del miércoles, al filo del cierre.
En apenas minutos, destrozaron vitrinas, se apoderaron de joyas y huyeron sin dejar rastro, sembrando el terror entre quienes aún se encontraban dentro del recinto. Una empleada sufrió una fuerte crisis de ansiedad. Pero lo más alarmante no fue el botín. Fue la ausencia de capacidad para reaccionar, según recoge TeldeActualidad.
Horas después del ataque, el miedo sigue muy presente, especialmente entre quienes están llamados a proteger el recinto: los vigilantes de seguridad. Uno de ellos, en declaraciones a TeldeActualidad, lo resume todo en una frase que estremece: “Estamos solos. Desarmados. Desprotegidos. Y esto puede volver a pasar en cualquier momento”.
El trabajador, que ha pedido mantenerse en el anonimato por miedo a represalias, no oculta su frustración: “No tenemos chalecos anticorte. Si me apuñalan, me muero. Así de claro. Me lo tengo que comprar yo, con mi dinero”.
Guardias en tensión constante: pocos efectivos, sin medios y con funciones ajenas
La realidad que describe es alarmante: un centro comercial con miles de metros cuadrados cubierto por apenas un puñado de vigilantes. “No podemos estar en todas partes. Si estás en la zona norte y hay un problema en la sur, llegas tarde. Así de simple. Las joyerías están junto a las salidas. No da tiempo ni a parpadear”, denuncia.
Como si eso no fuera suficiente, se les asignan tareas de mantenimiento que nada tienen que ver con su labor: “Tenemos que revisar luces, chorros de agua… ¿Y si pasa algo mientras tanto? ¿Quién protege a la gente?”, se pregunta indignado.
"Yo libraba… pero ahora me toca cubrir al compañero agredido"
El mismo vigilante ha sido llamado para cubrir el turno del compañero que resultó agredido durante el asalto. “Libraba. Pero ya sabía que me tocaría. Me acaban de llamar. Ahora estoy en máxima tensión, porque me toca viernes, sábado y domingo. Y el miedo no se va”.
El trabajador subraya que esta situación insostenible pone en riesgo a todos: vigilantes, empleados de tiendas y visitantes del centro comercial. “Estamos al 200%, pero nadie lo ve. Solo importamos cuando pasa algo. Y para entonces ya es tarde”.
Las palabras finales de su testimonio son un auténtico grito de auxilio: “Las leyes deben cambiar. Esto no puede seguir así. No somos superhéroes. No tenemos armas, ni chalecos, ni refuerzos. Y, aun así, nos jugamos la vida cada día. Que nos respeten, que nos den medios, porque si no, esto acabará muy mal”.
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