La de Ángel Cabrera Batista, alias El Rubio, es una historia de leyenda. Este domingo se cumplieron 33 años de su entrega voluntaria en dependencias policiales después de haber estado huido 13 años, tras secuestrar y asesinar al empresario tabaquero Eufemiano Fuentes en 1976. Los hechos aparecieron en telediarios, noticieros radiofónicos y periódicos de todo el país, y mucha gente llegó a mitificar la figura del condenado, que para no pocas personas no era culpable de lo sucedido en aquel año, y que marcó la Transición a la democracia de Gran Canaria. El suceso contra uno de los principales caciques del franquismo en la isla daba a entender que los tiempos estaban cambiando.

El 14 de agosto de 1989, tras haber estado en busca y captura desde que en 1976 las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado tuvieron las pruebas de que fue el responsable del secuestro y posterior asesinato de Eufemiano Fuentes, El Rubio se entregó en la comisaría de Miguel Rosas, en la zona Puerto de la capital. Ríos de tinta corrieron aquella jornada, en el que fue uno de los momentos más relevantes de aquel año en la crónica negra grancanaria. Todo se precipitó con mucha rapidez, puesto que los delitos por los que se acusaba a Cabrera Batista estaban a punto de prescribir. En octubre de 1990, la Audiencia Provincial de Las Palmas, en el Palacio de Justicia de San Agustín, celebró una única sesión del juicio, en medio de una exposición mediática enorme, que hizo que muchas personas se acercaran a la sede judicial a ver la audiencia o, al menos, poder observar en la lejanía al hombre del que todo el mundo hablaba.

El relato se remonta a la madrugada del 2 de junio de 1976. Eufemiano Fuentes dormía en su mansión de Las Meleguinas, en Santa Brígida, junto a su mujer, Antonia Naranjo, cuando alguien se adentró en su dormitorio. El relato de lo que ocurrió aquella noche es el de la esposa, ya que Fuentes murió durante su cautiverio y Ángel Cabrera jamás contó nada de lo ocurrido hasta su muerte prematura en 2005, a causa de un cáncer. Según su versión, un golpe sordo le hizo despertarse, y fue entonces cuando vio que alguien apuntaba con un arma a su marido mientras le decía que le acompañara. A ella nunca quisieron raptarla, pero sí le advirtieron que, si trataba de evitar o contar lo que pasaba, sería este quien sufriera las consecuencias.

Su hija, Teresita del Niño Jesús Fuentes, fue la que denunció los hechos ante la Policía durante la mañana de ese día 2 de junio. Inmediatamente, un amplio dispositivo policial trató de encontrar al empresario, propietario de la tabaquera de La Favorita que creó míticas marcas como Condal o Vencedor y vinculado con el bando sublevado en 1936, lo que para muchos fue la verdadera causa de su riqueza y ascenso social en la dictadura.

En esa búsqueda del Rubio, hubo víctimas colaterales. En un tiroteo que se produjo en medio de un operativo que quería cazarle en la localidad de Hoya de San Juan de su Arucas natal, el subinspector Rey Mariño fue abatido a disparos del propio Cabrera Batista, mientras que otros agentes en distintas operaciones resultaron heridos. También fue asesinado un inocente en Tenerife, al creer la Policía que se trataba del hombre más buscado del momento, motivo por el cual fueron condenados a dos años de cárcel cada uno de los intervinientes.

El condenado falleció en 2005 sin haber contado nunca lo que sucedió la noche del 2 de junio de 1976

La sesión del juicio en su contra se desarrolló el 15 de octubre. Pese a todas las expectativas creadas en torno al mismo, El Rubio mantuvo silencio, y ni siquiera llegó a contestar al juez cuando le preguntó por su identificación. Lo único que musitó durante toda la sesión fue un "No, gracias" cuando el presidente de sala le preguntó si estaba cansado y quería tomar asiento. Quienes le conocieron aseguraron que no volvió a hablar mucho más durante su largo cautiverio. Lo que ocurrió aquellos meses de 1976 se lo llevó a la tumba. La fiscalía y la acusación particular solicitaron condenas de hasta 70 años por todos los delitos que le imputaban, y así se reafirmaron en sus conclusiones finales.

Solo una semana después, el 23 de octubre, el magistrado leyó en audiencia pública la sentencia en contra de Ángel Cabrera Batista, a quien condenaba con 12 años día de cárcel. Un fallo que no gustó a ninguna de las partes: la acusación pública y particular por considerar que se quedaba demasiado corta -"han sido generosos", llegaron a decir- y la defensa por verla excesiva. Para el abogado que trabajó para El Rubio, la decisión del tribunal fue propia de la Inquisición. Tras los recursos pertinentes, la pena final se incrementó hasta los 34 años y un día de prisión, que finalmente fue reducida en una década. Cuando murió, tres semanas después de ser excarcelado ante el empeoramiento de su salud, le restaban todavía cuatro años para quedar en libertad.

Tras esa sentencia, no pararon de publicarse informaciones y en los debates de cafetines y bares de toda la isla, las teorías que se contaban sobre lo sucedido realmente eran la comidilla. En una de ellas, la más extendida, se comenta la posibilidad de que Fuentes se "autosecuestrara", sabiendo que el cambio que se aproximaba en 1976 le supondría una auténtica revolución. Sin embargo, quienes intervinieron en la investigación policial y en las posteriores decisiones judiciales se afanaron siempre en desmentir tales rumores. Otras personas creen que El Rubio solo fue un chivo expiatorio de una operación mucho mayor, en la que participaron más personas. Y es que el aura de su leyenda jamás se ha perdido, al igual que muchos de los interrogantes sobre el caso tampoco se han respondido en todo este tiempo.