"Mire, no siga por ahí, por primera vez en mi trayectoria, tengo que apercibirle". Así de tajante se mostró este jueves el magistrado Emilio Moya, presidente de la Audiencia Provincial de Las Palmas, con un abogado durante un juicio por un presunto delito continuado de agresión sexual a menor de 16 años. El letrado de la defensa protagonizó un rifirrafe con el tribunal y el representante de Fiscalía debido a lo que entendía como "trato de favor" hacia la acusación pública. En varios momentos durante el interrogatorio a los testigos, se refirió directamente al fiscal increpándole por su proceder, ante la sorpresa de este. Más allá de lo bronco del plenario, el acusado negó haber violado repetidamente a la hija de la que era su mujer, si bien reconoció que mantuvo con ella un episodio sexual consentido, unas 48 horas antes de que le denunciara.
El magistrado Emilio Moya se vio obligado a interrumpir en varias ocasiones el devenir de la vista ante la insistencia del abogado en recalcar las supuestas contradicciones que encontraba en el relato de los testigos respecto de la fase de instrucción. "Sus valoraciones las deja para el informe final, no para esta fase del proceso", le atajó. También le convino muchas veces a no ser declarativo en sus preguntas, instándole a ir al grano.
En su declaración, el acusado alegó que tenía "discusiones frecuentes" con la hija de su mujer porque le limitaba el acceso al móvil y no la dejaba llegar tarde a casa. Ello generó cierto ambiente enrarecido en la vivienda en la que convivían los tres. Sin embargo, negó que la coaccionara para mantener relaciones sexuales, con promesas como que la dejaría salir hasta más tarde. Lo que sí admitió fue haber tenido sexo consentido unos dos días antes de que la joven denunciara ante la Policía los hechos. Según contó, se estaba duchando cuando ella le pidió permiso para entrar en el baño a orinar. Sin embargo, lo que hizo fue correr la cortina y meterse desnuda dentro de la ducha, "pasando lo que tenía que pasar". "Fue lo peor que he hecho en mi vida, llevo tres año y pico que no vivo, sufriendo por lo que pasó", lamentó a preguntas del fiscal Javier García Cabañas.
La acusación particular, ejercida por la abogada Pino de la Nuez, le preguntó por qué creía, entonces, que la chica le denunció. "Creo que fue porque le amenacé con que le contaría nuestro episodio en la ducha a su madre y a su novio, y porque estaba harta de las normas que le imponía", aseguró.
Un ambiente de "pánico" y "dominación"
Por su parte, tanto la víctima como su madre describieron cómo el acusado las había llegado a "dominar", en palabras de la progenitora, durante el tiempo en el que vivieron juntos. Hasta el punto de distanciarles de sus familiares. La joven, que declaró acompañada de su abuelo, explicó que él era "el que mandaba en casa" y que no existía ninguna forma de enfrentarse a sus decisiones, "porque siempre acababa ganando". Todo ello generó un ambiente de "pánico" por las reacciones y comportamientos del individuo.
Contó con crudeza que llegó a ver las agresiones sexuales como una "rutina que tenía que seguir sí o sí". Y es que, en un principio, estos episodios se repitieron mensualmente desde la primera ocasión a finales de 2016 -cuando tenía 15 años- y que hacia el final, eran casi a diario. A preguntas de su abogada, explicó que no había contado nada antes porque sentía miedo de que su madre no la creyera, y que fue su tía la que le dio seguridad para denunciar todo lo que había padecido durante tantos años. Y lloró cuando detalló las secuelas psicológicas que le han provocado estos hechos, desde no querer salir sola de su casa a no poder tener relaciones sexuales con su pareja.
Su madre, que también denunció al que fuera su marido por delitos de violencia de género -por los que fue condenado-, indicó al tribunal que el hombre les decía lo que tenían que hacer en todo momento y que vivían "dominadas" por él. Por su parte, aseguró que, cuando vio la cara de su hija contándole lo sucedido, "estaba segura que no mentía", y que no había notado nada raro, pero sí que su vástago estaba "triste, apagada, que había perdido la felicidad propia de una niña de su edad".
ADN y una mordida en el muslo
En el lavado vaginal y la exploración que se hizo a la víctima tras interponer la denuncia ante la Policía, se detectaron varias muestras de ADN. Tal y como detallaron los peritos de Toxicología, de las tres muestras, dos corresponderían casi seguro al acusado -una en la vulva y otro perfil parcial en el lavado vaginal- y la tercera a otro varón. Si bien tacharon de "imposible" saber cuándo y cómo llegaron hasta allí.
Otra perito que exploró a la joven en el centro hospitalario resaltó el hematoma que le vio en el muslo, y que ella le refirió que se trataba de una mordida que le hizo el acusado. "Me parece compatible que ese hematoma corresponda con lo que refiere la chica y que haya sido unos días antes de la exploración, por la escala de colores", razonó.
Una "fábula" para la defensa
El fiscal Javier García Cabañas, en su informe final, recalcó que ha habido "prueba absoluta y unidireccional" acerca de la comisión de los hechos que le imputa, y por los que solitica 15 años de prisión. Destacó el "relato coherente y único" de la víctima y de las personas que estaban a su alrededor y que testificaron durante la vista, así como el estado de "intimidación" y "sumisión" en el que se encontraban tanto ella como su madre debido al hombre con el que vivían. "No hay una amenaza grave, pero sí es cierto que existe una indefensión aprendida", apuntó. La acusación particular, por su parte, resaltó el "afán de protagonismo" que demuestra el procesado y que se evidencia en todos los aspectos de su vida. Mirando directamente a la cara del acusado, Pino de la Nuez habló de lo "asombroso" que le resulta como, después de vencer por primera vez la resistencia de la menor, "empieza a coaccionarla y jugar con ella", generando un "estado de terror".
La defensa, por su parte, solicitó la libre absolución de su cliente y tachó de "fábula" lo relatado por la joven, tanto en instrucción como durante el juicio. "En toda esta fábula subyace el deseo de ser libre, de no tener ataduras como las que le imponía su padre", argumentó el letrado para luego asestar que por ese motivo, "montó este circo". Además, habló de que la víctima le había "metido un gol" a la psicóloga de la Cruz Roja, pero que no lo habría logrado con las forenses. Tras su alocución, el juicio quedó visto para sentencia.