La Fiscalía General del Estado recuerda el legado del grancanario Luis del Río
Sus compañeros lo describen como un valiente e inconformista que no dudó en asumir algunos de los casos más sonados del Archipiélago

El fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, leyó ayer unas palabras en memoria de Luis del Río en Madrid. / La Provincia

Al ritmo del archiconocido Stairway to Heaven de Led Zeppelin, la sede de la Fiscalía en Madrid se teñía ayer de luto para recordar al fiscal Luis del Río, que el pasado jueves dejó un hueco importante en la sociedad grancanaria tras darse a conocer su fallecimiento, a los 61 años, por un cáncer. Sus amigos y compañeros de profesión recuerdan que siempre se identificó más con los rockeros (entre los que sentía predilección por los Rolling Stones y Bruce Springsteen) por su carácter inconformista. Quizás fue eso, reforzado por su firme rechazo a las injusticias, lo que hizo que no le templara el pulso para asumir algunos de los asuntos más mediáticos del Archipiélago.
Conocía al dedillo los pasillos de la Ciudad de la Justicia de Las Palmas, en esa ciudad que le vio nacer y que presenció el despegue de su carrera. Ejerció como agente judicial, oficial de Justicia y secretario de un Juzgado de Paz mientras aprovechaba las noches para estudiar Derecho. Sus esfuerzos dieron frutos y logró entrar a la carrera fiscal en 1994, donde se convirtió en el primer fiscal Anticorrupción delegado en Las Palmas y llevó casos como Eólico, Faycán, Icfem, Obiang o Unión, entre otros.
Cuando la entonces fiscal general, Dolores Delgado, le pidió hace dos años que le acompañara a Madrid para convertirse en fiscal de sala de Seguridad Vial, no dudó en adoptar un nuevo compromiso para proteger y concienciar contra los accidentes de tráfico. Su trabajo llevó a que distintas asociaciones de víctimas quisieran estar presentes en el homenaje, junto a fiscales de Sala y de otras comunidades autónomas, altos cargos del Ministerio de Justicia y de la Dirección General de Tráfico, juristas, universitarios, guardias civiles, policías locales, amigos y familiares, que llenaron el patio de butacas.
Álvaro García Ortiz elogió la "tranquilidad" de su discurso y la "solidez" de sus convicciones
El fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, arrancó el acto recordando la "tranquilidad" de su discurso y la "solidez" de sus convicciones. "Luis es, en el recuerdo de todos, una persona fundamentalmente honesta y comprometida, dos cualidades que, unidas, solo pueden dar como resultado un ser humano excepcional", resaltó.
Una de las personas cuya trayectoria se cruzó en innumerables ocasiones con la de del Río es la fiscal superior de Canarias, María Farnés, quien se estrenaba con él en Anticorrupción por la provincia de Santa Cruz de Tenerife. Rememoró su carácter firme, su capacidad de escuchar a las personas y cómo acogía a los nuevos fiscales que llegaban al Archipiélago. El día de su fallecimiento, indicó, "Canarias lloró de verdad, no lloró físicamente, lloró de verdad, de la manera que más duele: lloró sin lágrimas".
Otros compañeros lo destacaron como una "persona extraordinaria" que sobresalía por su valentía, lealtad y compromiso con la justicia y el servicio público. Siempre supo formar equipo, ayudar a quienes tenía a su lado y resaltó en su defensa de los derechos humanos y de las personas más desfavorecidas, en palabras de quienes mejor lo conocían.
Pidió el alta voluntaria en su penúltimo ingreso en el hospital para acudir a unas revisiones de exámenes
Intervinieron la fiscal de sala de la Unidad de Menores, Teresa Gisbert; el fiscal adscrito a la Unidad de Seguridad Vial, Mario Sanz Fernández-Vega; el consejero del Consejo Fiscal por la Unión Progresista de Fiscales, Santiago Mena; y la fiscal adscrita a la unidad de violencia de género y amiga Luisa Ordóñez de Barraicua, en representación de la familia.
Una anécdota que hizo relucir Ordóñez y que ejemplifica su pasión por lo que hacía es que durante su penúltimo ingreso en el hospital pidió el alta voluntaria para ir a unas revisiones de exámenes porque se lo había prometido a sus alumnos y a la universidad. El acto concluyó con el soneto Ya somos el olvido que seremos, de Borges, un carrusel de fotos de sus distintas etapas profesionales y el intermedio de Cavalleria Rusticana.
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