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Cairasco, en el recibidor

El Cabildo edita 'Comedia del recibimiento', una de las obras clave del padre de las letras canarias

Cairasco, en el recibidor

En Canaria no hay defensa / ni saben qué cosa es Marte / gente ociosa y regalada, / sin experiencia, sin arte.

B. C. de F., Templo militante

En su sugerente epígrafe [Bartolomé de] "Las Casas: ¿Historiador o fabulador?", de La isla que se repite, el escritor y teórico de la literatura Antonio Benítez Rojo da cuenta del sutil modo en que el gran cronista de Indias se zafa -inicialmente- de aludir a la creciente explotación de los negros en los ingenios azucareros de La Española. Reconcentrado como estaba en apoyar la causa de los cada vez más menguados indígenas, juega bri llantemente al despiste, hablando, en su lugar, de las crecientes "plagas de hormigas", que, "en la azotea del monasterio", están siendo reducidas al morder la mortal y blanca "piedra de solimán". Con todo lujo de detalles, explica que "[se la comían]... y caían al suelo muertas; de manera que el suelo de la azotea estaba tan negro como si lo hubieran rociado de polvo de carbón". Y que "la causa de donde se originó este hormiguero, creyeron y dijeron algunos, que fue de la traída y postura de los plátanos"... Hormigas, pues, en vez de esclavos negros; convento, en lugar de Plantación, y solimán insecticida, en vez de castigo y extenuación por bregar de sol a sol con "los cañifístolos"... El hormiguero "procede de los plátanos"... Vaya: la base de su alimentación en África, y recién introducido, por cierto, a 1516, desde Gran Canaria... Es un ejemplo paradigmático de lo que Benítez denomina lo uncanny ("insólito") como característica de los relatos "cangrejo" propios del imaginario insular atlántico, y que suele trocar -defensivamente- cualquier veracidad historiográfica en digresión literaria.

Sin llegar a esos extremos de ocultamiento (en el fondo filantrópico, pues si Las Casas quería salvar a los indígenas habría de omitir a los negros: o los unos o ninguno de los dos), algo de elegante elipsis uncanny contiene la desbordante obra y misteriosa figura de su tocayo y colega de hábito y pluma Bartolomé Cairasco de Figueroa (Las Palmas de Gran Canaria, 1538 - 1610), el fundador de las letras canarias, que puso tan de entrada, e insólitamente, el listón tan alto, que nadie que se adentre por estos lares en un proyecto seriamente literario podrá decir jamás que este cura no es mi padre. El cronista, en este caso, es el canónigo de la catedral de Las Palmas, a partir de la canonjía que desempeña desde 1553 (¡a sus 15 años de edad!) con carácter vitalicio, y está situado ya a cien años vista de la Conquista, en pleno proceso de criollización.

Sobre sus omóplatos, titánicamente, en el curso de una única biografía, debe cargar, desde la ínsula, con todas las lecciones de geografía e historia, y sincronizar los relojes atrasados, haciéndolo -él solito- en un múltiple flanco: Retomando las Islas en el punto exacto donde lo había dejado el mundo clásico; dignificando la cultura aborigen ante el espejo inquisitorial de la nueva civilización; acoplando el paganismo grecolatino al más directo cristianismo, y sorteando, así, el rodillo de la Contrarreforma; adelantándose en el esdrujuleo barroco al mismísimo Góngora, para empaparlo en su proyección peninsular, y, de paso (esto más inconsciente, pero perteneciente también a su haber menospreciado), adoctrinar a su discípulo y paisano Silvestre de Balboa para que funde in situ la literatura cubana... Y por las tardes, en horario extracatedralicio, desarrollar las mañas para negociar la retirada de corsarios, y, encima, contarlo (Draque, que irrumpió en "la aurora fígida" del 6 de octubre de 1595, y, sobre todo, "en medio del año de mil quinientos noventa y nueve", Van der Does y sus "diez mil flamencos, en ciento y treinta lanchas, que venían con una selva de arboladas picas y de mosquetería innumerable, reverberando el sol en las celadas que daban luz a los vecinos montes..."), con un incontestable sentido de la diplomacia; "no siempre el arco / ha de estar enarcado, antes importa / aflojarle la cuerda algunas veces, / para tirar con mayor fuerza", como también señala en su emblemátíco Templo militante' (1602)

Ahora, el Cabildo de Gran Canaria, en su colección Pensar Canarias, acaba de publicar la Comedia del recibimiento (1582), justamente su pieza teatral más uncanny, en edición del escritor y profesor José Miguel Perera, con un esclarecedor y didáctico estudio introductorio. En él se subraya la neta voluntad "divulgativa" (actualizando, incluso, ortografía y vocablos) de un volumen muy bien salpicado de ilustraciones, con la inclusión de un interesante árbol genealógico de los Cairasco, y que constituye, en rigor, la segunda reedición de la pieza tras su publicación, por Oswaldo Guerra, en 2005. Pues las tres ediciones previas son de varias piezas teatrales conjuntas (un total de ocho escribió el canónigo, aunque algunas de ellas están extraviadas), y, así y todo, la primera recuperación no tuvo lugar hasta 1957 - ¡casi cuatro siglos después de su representación!- por obra y gracia del impagable Alejandro Cioranescu.

¿Y qué tiene de especialmente uncanny -insólito- la Comedia del recibimiento en la abundante bibliografía de un autor que, como bien sostiene Perera, hace de su obra un texto único de dramaturgia y poesía? Estamos en el año de 1582, y para agasajar la venida del nuevo obispo, Fernando de Rueda, el literato-canónigo de la catedral escribe una pieza teatral, que le es representada en vivo y en directo. Cairasco, tan longevo en el cargo, había tenido ese mismo gesto otras veces, el más sonado el ofrecimiento al obispo Cristóbal Vela, en 1576, apenas seis años atrás (un texto, por cierto, localizado el otro día). Pero si entonces había utilizado como anfitrión del purpurado a un humilde pastorcillo, ahora su gesta es ciertamente uncanny. Nada menos que el mismísimo Doramas, el héroe aborigen que había sido decapitado por el cruel conquistador Pedro de Vera, y cuya cabeza había sido expuesta en una pica para escarnio público de sus compatriotas, es ahora el elegido para recibir a su nuevo superior. Y sin cortarse un pelo -de su decapitada cabeza- lo hace, además, en idioma vernáculo... Nada del latín que canónigo y obispo conocen a la perfección. Arropado por los personajes alegóricos que protagonizan coralmente la Comedia... (Invención, Sabiduría y Curiosidad, a los que se sumarán, también con atributos parabólicos, Gáldar y Guía), le dice Doramas a la cara al obispo Rueda, recién llegado en larga y cansada travesía, por ejemplo: "Aramera macura, aramera macura..." (-¿Qué dice, Sabiduría?, le pregunta Invención a la que tiene el don de lenguas, y ésta le traduce: "Dice que parecemos cosa del cielo"... ¡Astuto Cairasco: parecer cosa del cielo, es a la vez algo divino y extraterrestre!). Lástima que no podamos verle el ceño al perplejo prelado -con ganas, seguramente, de mandarse a mudar por donde vino o arrojarse vestido al Guiniguada- al escuchar el saludo protocalario de aquel asesinado rey aborigen, a quien Cairasco le otorga el carisma de la resurrección de Lázaro; "¡Aramera macura aramera macura!". Aquí, ¿quién diablos recibe a quién?...

Perera se suma al asombro de cómo es posible que, al día de hoy, no dispongamos de una edición de las obras completas de Cairasco de Figueroa, que es el fundador de las letras canarias -explica- "no sólo por la lógica cronológica sino, y más que nada, por poner a rodar motivos que serán reformulados posteriormente en otros autores de nuestra coordenada", propiciándose así la más fértil intertextualidad entre épocas. Y lo es también -o sobre todo-porque Cairasco funda el espacio insular mismo, coronado por la Selva de Doramas, un recinto "sublimado y genuino donde moran las Musas, [pero] en este caso con la marca original de una naturaleza desbordante que el canónigo ve en tiempo real y no como ficción literaria tópica", subraya el investigador.

Son ojos privilegiados, pues, los de este erudito naturalista en pleno trasvase de culturas. Un religioso que, en el cénit la Inquisición y la Contrarreforma, no sólo tiene la osadía de recibir al máximo representante del poder eclesiástico con un rey aborigen decapitado por los conquistadores castellanos (y, además, con vocabulario vernáculo), sino que, con total nitidez, escribe en su paradigmático Templo militante (1602) esta osada convicción: "Dios es conversable"... Cairasco se adelanta ahí también a fundar el espacio insular como espacio mismo de la poesía ( "El cielo en las islas derramó sus dádivas"; y "Aquí mandé lanzar al hondo piélago, / para afirmar mi nao, tenaces áncoras / a la parte do está la peña cóncava"...), otorgándoles a ambas un estatuto de realidad tangible, alumbrando, sobre todo, una insularidad ya no exótica ni lejana, sino concebida como un espacio domeñable. Y -tema especialmente caro a poetas canarios de diversas generaciones hoy día- le concede a la isla -y con ella, al alma insular- una dimensión naviera, de catamarán en movimiento perpetuo: "Removióse con esto mi deseo / de navegar también en la jornada", "Mi pensamiento de una en otra ola / vino a parar"...

Desde sus "Pensamientos que frisan con el cielo", en mística recogida, se adelanta Cairasco a proclamar, además, la inminente escisión del hombre moderno y contemporáneo: "El dúo sempiterno / de dos tan desiguales"... Con su vasta y rica erudición, formado entre Italia y Portugal (Coimbra), y de origen, él mismo, italonizardo, le sirve en bandeja, como decíamos, un maduro y precoz universo barroco a don Luis de Góngora y Argote, que le será determinante (véase "Góngora a los 19 años", en "La fragua de las Soledades", Ensayos sobre Góngora, de José María Micó, Barcelona, Simio, 1990). Y, elogiado por Lope de Vega y Cervantes -quien en su Canto a Calíope, afirma: "Tú que con nueva musa extraordinaria / Cairasco..."-, fue pionero en la creación de una tertulia literaria, el Apolo Délfico, que celebró ininterrumpidamente en el huerto de su casa durante veinte años (1580-1600)... Y si me apuran, Cairasco se adelanta, inclusive, a cierta intertextualidad posmoderna, pues inserta en su Gofredo famoso, la libérrima traducción de Jerusalem Libertada, de Torcuato Tasso, fragmentos de su absoluta cosecha...

Ignoro el grado en que Cairasco se muestra en el Recibimiento como un abanderado de "las diferencias humanas, de la diversidad cultural y de la tolerancia racial", o en que "la clave de las octavas de Doramas es que el triunfo llega desde la voluntad y el brío, no por las determinaciones de la cuna", como expresa Perera, pero lo cierto es que en esta ¿comedia? se halla una de las secuencias fundacionales del imaginario insular canario; especialmente en el fragmento en que el difunto Doramas, al que se le ha administra un "brebaje de ciencia infusa" para aprender a hablar el castellano, despierta de su letargo, y reivindica en nítido idiolecto, proyectado hacia el incierto futuro:

Y a nadie espante que la lengua ruda

de un bárbaro canario a tal se atreva

y, de estilo y retórica desnuda,

presumo entrar en tan difícil prueba:

que aquel que desató mi lengua muda

y me sacó de la profunda cueva,

me dio poder de mejorar lenguaje,

aunque me lo quitó de mudar traje.

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