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Los autores del invento

El colectivo Vértigo conmemora la efeméride de la UA con una retrospectiva de siete títulos fundacionales de la legendaria y rupturista compañía hollywoodiense, presidida, entre otros, por intérpretes como Charles Chaplin

Los autores del invento

Con la presentación el pasado lunes de Los lirios rotos ( Broken Blossons, 1919), del maestro del cine mudo David Wark Griffith, un crudo y turbio alegato contra la violencia en el seno familiar protagonizado por la gran Lilian Gish, Richard Barthelmess y Donald Crisp a partir de una novela del escritor británico Thomas Burke, el colectivo Vértigo ha emprendido su particular homenaje a la United Artists en el año de su centenario, programando un puñado de títulos dirigidos y/o protagonizados por el mítico cuarteto de cineastas que fundó aquella famosa compañía el 17 de abril de 1919, en medio de un clima creciente de rivalidad entre los tradicionales estudios de Hollywood, mucho más empeñados, como es bien sabido, por ensanchar a cualquier precio su perímetro de influencia en el ámbito del mercado audiovisual que por explorar nuevos horizontes artísticos, objetivo que sí mantuvieron siempre entre sus principales prioridades los directivos del nuevo estudio.

Las proyecciones del ciclo, algunos de cuyos títulos han permanecido inéditos en nuestro país durante muchísimas décadas, se reanudarán este lunes con la presentación de Las dos tormentas ( Way Down East, 1920), otro de los grandes melodramas de Griffith donde repiten Lilian Gish y Richard Barthelmess encabezando el reparto. Lejanamente inspirado en la pieza teatral homónima de Joseph R. Grismer y William A. Brady, a partir de un guion del propio director, la película constituye la enésima inmersión del autor de Intolerancia ( Intolerancia, 1916) en los dominios de un género, el melodrama, cuyas claves llevaba manejando prácticamente desde su debut como cineasta en la primera década del pasado siglo.

Su prodigiosa capacidad para la articulación narrativa de un relato de pura raigambre teatral y la consiguiente atmósfera visual que logra transmitirnos mediante un uso excepcionalmente creativo del lenguaje fílmico representan dos de las muchas razones que explican el encumbramiento de Griffith como uno de los referentes indubitables del cine de todos los tiempos. En cualquier caso, su genio ya quedó sobradamente confirmado en muchos de sus trabajos precedentes, como La batalla de los sexos ( The Battle of the Sexes, 1914), La conciencia vengadora ( The Avenging Consience, 1914), El nacimiento de una nación ( The Birth of a Nation, 1915) o Corazones del mundo ( Hearts of the World, 1918), auténticas lecciones magistrales de gramática cinematográfica de las que han aprendido legiones de cineastas de todo el mundo. Los mismísimos Serguei Eisenstein y Orson Welles, dejaron constancia en varias ocasiones de la influencia que ejerció en sus obras respectivas el cine de este formidable demiurgo de la imagen.

Para el lunes 28 el homenaje se traslada a la figura de Mary Pickford, "la novia de América", otra de las míticas personalidades vinculadas, desde sus inicios, a la creación de la United Artists, con la proyección de El ruiseñor del pueblo. Pollyanna ( Pollyanna, 1920), de Paul Powell, prototipo de comedia juvenil que la famosa estrella canadiense puso de moda en un Hollywood y que empezaba a restañar las profundas heridas que ocasionó en el país una guerra particularmente devastadora, generando innumerables secuelas a lo largo de la historia en cinematografías, algunas tan alejadas geográfica y culturalmente de la estadounidense, como la española, la francesa o la italiana. En los mismos registros se mueve también La pequeña Anita ( Little Annie Rooney, 1925), de William Beaudine, que se exhibirá el 4 de febrero, donde la joven actriz intenta salir airosa de una confusa trama de teenagers atravesada por amores cruzados y por oscuros ambientes marginales. Y aunque el filme se mueve en terrenos dramáticos transitados hasta el hastío por el cine mudo, la estudiada picardía y la desenvoltura ante las cámaras que exhibe la mítica estrella le proporciona a la película una frescura y un valor inusitados.

Douglas Fairkbans, el inimitable galán de los mejores filmes de capa y espada de los años fundacionales del cine, el héroe seductor de tantos filmes históricos, miembro fundador de la United Artists y espejo de virtudes para legiones de actores durante la larga prehistoria que precedió a lo que el escritor soviético Ilya Ehrenburg llamó, en 1931, "fábrica de sueños", preside el reparto de Los tres mosqueteros ( The Three Musketeers, 1921), de Fred Niblo, que se exhibirá el 11 de febrero. Se trata de la primera de las incontables versiones cinematográficas que ha generado la legendaria novela homónima de Alejandro Dumas y el trabajo que consagró definitivamente a Fairkbans como paradigma inobjetable del ídolo romántico, que tanto recorrido ha tenido en la historia clásica y contemporánea del cine hollywoodiense.

Fairkbans es asimismo el protagonista, y guionista a la sazón, de Robin de los bosques ( Robin Hood, 1922), del canadiense Allan Dwan, cuya proyección tendrá lugar el 18 de febrero. Primera aparición en la pantalla de las míticas aventuras del popular héroe medieval que luchó con ahínco, valentía y fidelidad por el reinado de Ricardo Corazón de León en los sombríos bosques de Sherwood. Y, pese a que existen otras versiones memorables, como la realizada por el director de origen húngaro Michael Curtiz en 1938 con un elenco encabezado por Errol Flynn, Olivia de Havilland, Basil Rathbone y Claude Rains o Robin y Marian ( Robin and Marian) que firmó, en 1976, el británico Richard Lester junto a Audrey Hepburn y Sean Connery, la de Dwan tiene el encanto irrebatible de haber sido la pionera de un género que aportaría vigor, intriga y humor a la industria del espectáculo durante décadas y la primera vez que se muestra la enorme capacidad del cine para cristalizar en la pantalla las pulsiones magnéticas de los grandes relatos de aventuras.

La quimera del oro ( Lime Lights, 1925), el retrato inmortal que esbozó el maestro Chaplin sobre una de las experiencias más traumáticas de la historia popular de los Estados Unidos, será la película encargada de clausurar esta importante retrospectiva el próximo 25 de febrero. Considerada por muchos críticos e historiadores como una de las piezas esenciales del cine mudo y como el epítome de una filmografía salpicada de grandes obras maestras, volver a revisarla hoy, ochenta y tres años después de su estreno, es casi un deber para cualquier amante del arte inclasificable de este creador sin tacha que supo, como nadie, tocar las teclas más sensibles de la condición humana. Contemplar de nuevo al hambriento protagonista de esta vieja tragicomedia confundiendo los cordones de sus viejos y andrajosos zapatos con un suculento plato de espaguetis no tiene traducción posible en palabras. Es puro cine, el que tanto practicó el inolvidable hombrecillo del bombín en su intento por cubrir la desdicha de sus pequeños y desventurados héroes con el manto del humor como instrumento de denuncia en un mundo hundido hasta las cejas en la ciénaga de la insolidaridad.

¿Qué tienen, pues, en común, además de su más que notoria excelencia artística, filmes como el de Chaplin, El maquinista de la general ( The General, 1926), de Buster Keaton; La reina Kelly ( Queen Kelly, 1929), de Eric von Stroheim; Luces de la ciudad ( City Lights, 1931), de Charles Chaplin; Scarface, el terror el hampa ( Scarface, 1932), de Howard Hawks; Duelo al sol ( Duel in the Sun, 1946), de King Vidor; Días sin huella ( The Lost Week End, 1945), de Billy Wilder; ¿Vencedores y vencidos? ( Judgement at Nuremberg, 1961), de Stanley Kramer; El gran dictador ( The Great Dictator, 1940), de Charles Chaplin; Rebeca ( Rebecca, 1940), de Alfred Hitchcock; El pan nuestro de cada día (Our Daily Bread, 1936), de King Vidor; Escrito sobre el viento ( Written on the Wind, 1966), de Douglas Sirk; Novecento (1900, 1976), de Bernardo Bertolucci; La puerta del cielo ( Heaven´s Gate, 1980), de Michael Cimino; Apocalipsis Now (Apocalypse Now, 1979), de Francis F. Coppola, o En el calor de la noche ( In the Heat of the Night, 1967), de Norman Jewison.

Pues muy sencillo: que todos, en mayor o menor grado, proceden de la United Artists, la compañía estadounidense que, bajo la égida de Mary Pickford, David W. Griffith, Douglas Fairkbans y Charles Chaplin, sus socios fundadores, revolucionó, a partir del año 1919, el sistema de distribución vigente hasta entonces en Hollywood, y por extensión en casi todo el mundo, legando para la historia del cine centenares de títulos marcados por un perfil ideológico que, cuanto menos, cuestionaba la realidad y buscaba nuevos caminos que explicaran las brutales contradicciones que ahogan la conciencia del hombre contemporáneo en las circunstancias sociales, psicológicas y/o políticas más extremas. Chaplin, como se sabe, acabó exiliado en Europa durante las últimas décadas de su vida.

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