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Un experimento sin precedentes

La banda parisina The Psychotic Monks publica un segundo álbum que acoge todos los derroteros por los que se mueve la actual nueva vanguardia europea

El grupo francés The psychotic Monks durante un concierto en directo lp / dlp

Es una de las grandes sorpresas de 2019. El cuarteto francés, que ya sorprendió con su magnífico debut Silence slowly and madly shine, escala posiciones con este álbum que acoge elementos de los campos estilísticos más interesantes de la música del siglo XXI, por lo que su sonido podría representar, ahora mismo, y mejor que ninguna otra formación, los derroteros que sigue la vanguardia europea.

Concebido como una obra conceptual, Privado significa primero es uno de los discos más lúcidos, arriesgados e interesantes que ahora mismo se pueden escuchar a nivel internacional, con un nuevo concepto de grupo donde no haya un líder claro, cada integrante canta en un tema diferente, y cada instrumento adquiere el mismo protagonismo. Comienza con un primer capítulo Pale dream que encierra los logros de los mejores Brian Eno y Radiohead. Pero la primera joya llega inmediatamente con un Isolation que pone al día las cualidades de las mejores formaciones alemanas de Krautrock con un cierto aroma que recuerda los inicios de los recordados Manta Ray, aunque con un crescendo final más propio de los primeros King Crimson.

En dos temas tan redondos como A coherent aparience y Minor division vemos cómo Los Monjes Psicóticos se acerca al complejo universo, tanto sonoro como literario de Ian Curtis, pero de la manera más respetuosa posible, y de forma algo caótica que acoge la esencia tanto del pop industrial de Cabaret Voltaire como del primer gótico tipo Bauhaus.

La banda es capaz de llevar el post-hardcore, impregnado de elementos del avant-garde, a un terreno desconocido en las expresionistas y aditivas Emotional disease y Confusions con un juego de guitarras deudor de la neopsicodelia procedente de The Sound, Chameleons o Echo and The Bunnymen. Pero es que, además, la formación parisina tiene tiempo de recuperar los mejores momentos de Sonic Youth a finales de los ochenta en la fantástica Closure. O recorrer el terreno de los Pere Ubu más esenciales en A self clained regress con un resultado tan transgresor que deja en pañales a emblemas en este terreno tipo Ministry o Nine Inch Niles. El disco concluye con los casi dieciséis minutos de la intensa y oblicua Every sight, una canción perfecta y repleta de detalles interesantes que resume la esencia de todos los logros anteriores.

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