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Dataísmo: de Falciani a Palantir

Dataísmo: de Falciani a Palantir

A principios de este año me reuní, en un cenáculo privado, con Hervé Falciani, el famoso facilitador de la denominada lista Falciani, que aportó información masiva de 130.000 supuestos evasores de impuestos. Falciani, bien pertrechado de sabiduría big data, nos advirtió fervientemente de que la gestión documental planetaria iba a estar sometida a una nueva revolución que hará de la trazabilidad una obligatoria necesidad para poder operar en el mundo, y esto ocurrirá a partir de la universalización de la tecnología blockchain. Vulgo aclarar: todos, en todo, hasta en el denominado Smart dust, estaremos vigilados por el blockchain, en los más ínfimos actos, como el ponernos una camisa, tomar un café, sacarnos una muela, estornudar, etcétera, cuando la tecnología se una al 5G y al Internet de Las Cosas.

Todo comienza cuando se inserta en los movimientos económicos diarios esa omni-vigilancia, lo cual Falciani estima que tardará no más de cinco años. La profesora viguense Montse Doval Avendaño, comenta sobre el dataísmo (expresión popularizada por Harari, pero inventada por el columnista del The New York Times David Brooks, en 2013, y posteriormente, en 2015, por Steve Lohr, autor de Data-Ism), a quien ha dado carta de naturaleza filosófica Yuval Noah Harari, en Homo Deus, y lo cita: "Dios es producto de la imaginación humana, pero la imaginación humana es a su vez producto de algoritmos bioquímicos".

Y respecto a esta afirmación, Montse Doval advierte: "El principio fundamental del dataísmo es la defensa del flujo de datos y la defensa a ultranza de la libertad de la información: atención, porque no es la libertad del ser humano para recibir y comunicar información sino un derecho de los datos, que deben ser liberados".

El nodo emisor de poder, pues, ya no estará en el humano sino en los datos. Si añadimos al comportamiento quasi-religioso del dataísta (que ha de maximizar el flujo de datos, y que ha de obligar a todos, incluido herejes, a estar conectados), a la tendencia estatal de obligar a todos los ciudadanos a que estén localizados por un Smart-phone o por el blockchain de todas las cosas, así como hasta la fecha es obligatorio llevar el documento nacional de identidad o el carnet de conducir, si hacemos esta unión, tendremos el panóptico perfecto, el vigilante perfecto de los miles de millones de ciudadanos planetarios. La profesora Montse Doval señala que Peter Thiel, inversor americano de origen alemán, uno de los fundadores de PayPal y potente inversor en Facebook "tiene su vista puesta en un futuro del que piensa forzar el cambio gracias a Internet, ya que cree que la libertad y la democracia no son compatibles y que la extensión del Estado del bienestar y el voto femenino han hecho desaparecer toda esperanza de que pueda haber una democracia capitalista". Thiel fue nombrado asesor directo por Donald Trump, y es uno de los dueños de la entidad que se dedica al data mining, Palantir. El software de Palantir Technologies se dice que ha valido para encontrar y abatir a Bin Laden, o para predecir ataques de insurgentes, o para vigilar a la inmigración ilegal en EE. UU., o para seguir a los cárteles mexicanos de la droga, o para localizar a los traficantes de trata de blancas en Europa, así como escanear los comportamientos de consumidores de comida o de medicinas en todo el planeta.

El director general de Palantir, Alex Karp, es doctor en filosofía, y el nombre de la empresa lo eligió de unas piedras místicas que aparecen en la literatura de Tolkien. Respecto a la recogida de datos, existen ya todo tipo de tecnologías, adminículos y nano-adminículos. Ya se construyen moléculas a petición, de aquí se salta a los materiales inteligentes. El premio Nobel de Química de 2016 fue para el creador de las primeras máquinas moleculares, Bernard Feringa, mil veces más pequeñas que el ancho de un cabello. Ya se proyectan nano-robots para ser enviados a través de los vasos sanguíneos y que pueden monitorizar los órganos. Se estima que el ser humano está rodeado por entre mil y cinco mil objetos, cada uno de los cuales serán monitorizado por los nano-adminículos de Internet de Las Cosas (se calcula por varios expertos que en 2020 ya habrá 26 mil millones de dispositivos co-vigilantes. Inalámbricamente conectados a Internet). Se llama Polvo Inteligente, o Smart dust a microchips de micrómetros, que pueden detectar luz, temperatura, vibraciones, se denominan remote sensing, o motes, son bidireccionales, más ínfimos que una partícula de polvo, o de arena, con potencia para mapear su alrededor hasta a 300 metros de distancia, ya fabricados por Hitachi y otras compañías, y que si están juntos en gran cantidad, pueden comportarse como perfectos espías invisibles, vigilar a los pacientes de un hospital o todos los componentes orgánicos e inorgánicos de un edificio, etcétera. Se especula que, incluso, podrían controlar microclimas.

El primero en hablar del Smart Dust fue Kristofer Pister, de la UCLA, en 2001. Hay tecnología ya vieja que posibilita que desde un satélite de baja órbita, con láser y software, se pueda leer las vibraciones de un cristal tras el cual esté produciéndose una conversación entre humanos, una respiración humana, o los latidos del corazón, con lo que se puede reconstruir incluso el interior de las habitaciones. Harari señaló que Facebook tenía poder para desviar resultados electorales, pero con independencia de que esta afirmación cuente con el grado de gregariedad ovejuna de los votantes, lo que sí es cierto es que el futuro se puede dibujar como el de la adquisición por los seres humanos de un estatus de "algoritmos orgánicos" cuyo mecanismo de acción es bioquímico, mejorado a través de cientos de miles de años a través de la selección natural. Algoritmos orgánicos que manejas flujos de datos, no sólo individualmente, sino en serie y en paralelo, como los circuitos eléctricos. A partir de aquí surge una Inteligencia Artificial, un resultado equivalente al de la conciencia entre los seres vivos, pero conformada por silicio y otros materiales inorgánicos.

Es aquí donde Harari ha propuesto una de sus prospectivas más increíbles, pero más acertadas, la de que, en unos 50 años, los sistemas políticos humanos ya no existirán protocolariamente, democracia o dictadura habrán sido sustituidas por sensores biométricos que suplantarán y sustituirán al acto de votar, en una especie de asamblearismo continuo que traduce los deseos y decisiones monitorizados de cada ciudadano a tiempo real. Votar será un acto que se percibirá como carpetovetónico, primitivo y ridículo, como los sonidos guturales para someter al orden a los componentes de un clan como el de Atapuerca. Se generarán clases de superricos que no morirán, y otras de superpobres que desaparecerán de la existencia social humana, y un ejemplo, dice Harari, de cómo serán tratados los seres humanos por los seres humanos mejorados, está en cómo tratamos actualmente a los animales. Añade Harari: "No somos los últimos Homo Sapiens sobre la faz de la Tierra, pero sí una de las últimas generaciones. Es muy probable que en cien años hayamos sido sustituidos por otra clase de entidades. Y en dos o tres siglos es muy muy difícil que sigamos dominando el planeta". A esto le podemos llamar ultrarrealismo prospectivo.

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