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CÓMIC

La única esperanza adulta

'Una pequeña mentira' recrea un universo de ilusión, violencia y desamparo a través de la vida de una joven promesa del fútbol

El entrenador da los últimos consejos a los jugadores del San Marcelino antes del partido con el Valencia en Mestalla. lp / dlp

Lastrada por una mediocre adaptación cinematográfica, la versión gráfica original de Una pequeña mentira es, sin embargo, un delicioso y apacible trabajo sobre la compleja relación entre padres e hijos y las ambiciones de algunos progenitores para que sus niños triunfen en el competitivo mundo del fútbol. Un título más oportuno que nunca ahora que se repiten imágenes patéticas de adultos comportándose como bestias durante los partidos de las categoría infantiles.

Enzo es un niño espabilado y muy juicioso, que triunfa como delantero en un equipo local de un barrio obrero de Valencia llamado San Marcelino. Sin embargo, su padre es un hombre impulsivo, que no puede refrenar su adicción al alcohol, que hace un año se ha divorciado de su mujer, y cuyo única motivación en la vida es lograr que su hijo se convierta en un futbolista galáctico. Por otro lado, Enzo y sus amigos Erika y Billen -que, por cierto, también viven situaciones de desamparo lamentables por parte de los adultos-, intentan a toda costa evitar la presencia del progenitor, pero el padre aparece en los entrenamientos del pequeño montando números esperpénticos contra el equipo rival y sus familiares para que su vástago consiga ser ese filón en el futuro. Cuando un ojeador del Arsenal se acerca con la idea de reclutar nuevas promesas, el padre está tan convencido de que Enzo va a ser fichado para la liga inglesa que el pequeño no puede confesarle que ha sido rechazado y miente sobre este hecho, provocando toda una serie de sucesos esperpénticos y desternillantes.

Si hasta ese momento la obra había mantenido un tono de tragicomedia más o menos social, a partir de entonces la historia se introduce por los tintes del enredo neorrealista donde los partidos de las ligas inferiores son un respiro entre tantas injusticias y egoísmos. Una figura a destacar es la del entrenador, cuyo sentido común e ideas pragmáticas en el deporte y la vida, da lugar a que ejerza el papel de sustituto de la figura paterna para el protagonista. Destacar el trazo claro, placentero y luminoso de Artur Laperla que provoca que la lectura transcurra de forma agradable y a velocidad de crucero. Y lamentar nuevamente esa adaptación al séptimo arte tan descafeinada cuando se podría haber hecho un filme glorioso con un estilo más cercano al de Eric Rohmer.

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