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El amigo canario de Einstein

El ilustre científico lanzaroteño Blas Cabrera, uno de los padres de la Física en España, fue guía y cicerone del genio alemán durante su estancia en nuestro país

Una estatua de Blas Cabrera cerca de la entrada de la sede de la UNED en Arrecife.

La imagen en blanco y negro de dos hombres que caminan serenos y a buen paso por una calle de Madrid en 1923 podría pasar desapercibida. La importancia de esta instantánea radica en el nombre de estos dos científicos, uno junto al otro, los dos con traje negro y sombrero. A simple vista podría parecer que se trata tan solo del paseo distraído de dos viejos amigos. Pero no, la fotografía esconde mucho más. Da una pista sobre este pequeño gran acontecimiento, la mirada, entre la sorpresa y la admiración, de un tercer hombre vestido con gabardina blanca que aparece en el encuadre con una media sonrisa. Su cabeza se gira y no pierde de vista a estos dos ilustres. Uno de estos dos amigos era Albert Einstein, y a su lado, como guía y cicerone durante la estancia del genio de la Física en España, el lanzaroteño Blas Cabrera Felipe.

Tal vez este canario, nacido en Arrecife, fue uno de los primeros científicos en ver más allá. Cabrera fue uno de esos sabios capaces de entender que con la teoría de la relatividad de Albert Einstein se produciría la gran revolución del pensamiento físico (y filosófico) del siglo XX. Las tesis formuladas por el genio alemán modificaron radicalmente las estructuras mentales básicas y la concepción del Universo. Y uno de los grandes propagadores de esta revolución científica fue el canario que también puso en su lugar, y en el mapa del mundo, a la Física en España.

El catedrático Francisco González de Posada, autor de varios libros sobre la figura de Cabrera, siempre dice que para entender la grandeza y la importancia de la trayectoria profesional de este canario hay que tener en cuenta que hasta que él llegó, "en España se hablaba de física, de lo que otros hacían, a partir de la irrupción de Blas Cabrera se comienza a trabajar y a practicar esta materia". González de Posada insiste en que el científico conejero es mucho más que un propagador de la teoría de la relatividad, "me viene a la cabeza un ejemplo, Blas Cabrera junto a uno de sus grandes discípulos, Arturo Duperier, ellos dos fueron capaces de modificar, o más bien completar la famosa ecuación que había realizado Pierre Curie sobre el paramagnetismo de la materia. Con sus aportaciones pasaría a conocerse esta ley Curie como de Cabrera-Duperier".

Recuperar sus medallas

Estos días la figura, en ocasiones olvidada, de don Blas Cabrera, como solían llamarlo sus colegas y discípulos, vuelve a la actualidad. El Consejo de Ministros del pasado 21 de diciembre aprobó, a propuesta del ministro de Ciencia, Pedro Duque, y de la ministra de Justicia, Dolores Delgado, devolver a siete científicos españoles las medallas concedidas por la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales que les habían sido arrebatadas durante la dictadura franquista, y entre estos nombres se encontraba el del físico lanzaroteño Blas Cabrera Felipe.

El ministro llegó a destacar "el carácter radicalmente injusto de las disposiciones por las que se acordó el cese de estos siete extraordinarios investigadores". También añadió que había llegado el momento "de que la democracia española honre y recupere a los que padecieron las injusticias".

El Gobierno en ese Consejo de Ministros celebrado en Barcelona explicó que había llegado el momento de "restaurar todos los honores académicos" de los siete investigadores represaliados. Además de Blas Cabrera y Pedro Carrasco, los dos mejores físicos españoles del siglo XX. También se redimió al químico Enrique Moles, el naturalista Ignacio Bolívar, el astrónomo Honorato de Castro, el ingeniero de minas Enrique Hauser y el ingeniero aeronáutico Emilio Herrera, que llegó a ser presidente del Gobierno de la República en el exilio.

Las viejas fotografías de agencias en las que aparece Cabrera junto a Einstein y también conversando con Madame Curie dejan entrever la importancia de un científico canario que llegó a estar en la órbita de los más grandes. De hecho su valía como excelente físico quedó demostrada por el apoyo que recibió de estos dos colegas. Precisamente fueron los dos premios Nobel los que propusieron el nombre de Cabrera para que pudiera acceder como integrante del Comité Científico de las Conferencias Solvay de Física. Sin duda su ingreso en este Comité representó un paso de gigante en su reconocimiento internacional.

González de Posada recuerda que Ernest Solvay, un químico belga de enorme fortuna, había querido organizar reuniones de alto nivel que contribuyeran a que los científicos asistentes se viesen estimulados en sus investigaciones. Los resultados obtenidos desde la primera conferencia de 1911 animaron a Solvay a establecer al año siguiente una Fundación con su nombre.

La sede de las Conferencias Solvay se estableció en Bruselas. Las conferencias se celebrarían cada tres años. El Comité Científico tenía la responsabilidad de dirigir las actividades y la temática. Estaba compuesto por nueve físicos de entre los considerados más importantes del momento, elegidos por ellos mismos, manteniendo el cargo al menos seis años. El Comité también se encargaba de invitar a una docena de especialistas participantes en cada Conferencia, de modo que en estos eventos se reunía en la práctica entre veinte y treinta físicos, considerados como los más reputados internacionalmente con objeto de discutir acerca de los temas de más actualidad.

Prestigio internacional

La VI Conferencia Solvay que se celebró en 1930 giró en torno al tema del magnetismo, una parcela al que Blas Cabrera había dedicado muchos esfuerzos y con el que había alcanzado prestigio internacional. Durante esos trabajos, intervino con una ponencia. El científico lanzaroteño seguiría acudiendo a estas citas en las que sólo estaban presentes las mentes más prodigiosas del panorama mundial.

González de Posada también señala que Blas Cabrera tuvo muy mala suerte al haber nacido en un momento histórico tan complicado. Cuando estalla la Guerra Civil española, Cabrera no quiere seguir en un país dividido y se marcha a París. Aunque representó a España y a la República en la exposición Universal de 1937 se negó a volver. Ante esta decisión, el Gobierno optó por presionar al científico y terminó por retirarle el sueldo de catedrático. Meses después se firmó la orden por la que, "faltando a sus deberes más elementales y desoyendo el llamamiento del Gobierno" se expulsaba de sus cátedras, por "abandono de destino". Las dos Españas le acabaron pasando factura. Para Francisco González de Posada, lo que nadie entendió es que él era sobre todas las cosas un hombre de ciencia. Además, en esa guerra, Blas Cabrera tenía familiares en ambos bandos. Su hijo mayor, Blas, era el secretario particular de Juan Negrín, mientras que el segundo, Luis, combatía en el ejército de Franco.

Al final, optó como otros muchos hombres de ciencia, por el exilio y se marchó a México, tratando de buscar otro lugar en el que seguir con su tarea. Desprovisto de sus honores académicos, el ilustre Blas Cabrera murió en el exilio el 1 de agosto de 1945. Más de 70 años después, el Gobierno de España devolvió a siete académicos españoles las medallas que les había retirado el franquismo.

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