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Tres hermanos que vivieron en Vegueta

José Viera y Clavijo aceptó la petición de sus hermanos Nicolás y María Joaquina y se instaló en la plaza de Santa Ana

En la plaza de Santa Ana, una casona señorial, recién pintada de blanco, y que desde hace años acoge el Archivo Histórico de Las Palmas, fue la residencia de los hermanos Viera y Clavijo. Ningún entorno mejor que éste. Vegueta, a pesar de los años y sus trasiegos, sigue manteniendo ese aire de nobleza, de carisma. La ensoñación de un lugar único, al que se asomaba el mundo. Con las carreras de los jóvenes sacerdotes que cruzaban camino de la Catedral o en busca del seminario, y el estruendo acompasado de las campanas de Santa Ana, o de San Agustín. Y en una de esas casas imponentes vivieron durante varios años los hermanos José, Nicolás, y María Joaquina.

Una de las personas que más ha escrito sobre el papel de Viera y Clavijo como sacerdote y arcediano, ha sido el investigador y clérigo de Arucas, Julio Sánchez Rodríguez. Quizás por esa fascinación que siente por Viera y Clavijo y su familia, cada vez que don Julio se acerca o que entra en el Archivo Histórico de Las Palmas reconoce que termina por pensar que le hubiera encantado haber podido colocar una grabadora en esa vivienda para poder escuchar, las veces que hicieran falta, las conversaciones de sobremesa de esos tres hermanos, "hubiera sido maravilloso, escuchar a esas tres personalidades, Agustín, el hombre del derecho, José, el ilustrado y su hermana, la gran poetisa". Sonríe don Julio con la ocurrencia y con la posibilidad soñada de haber podido, en un viaje en el tiempo, haber estado presente en estas reuniones de hermanos, unos encuentros que siempre habrá que imaginar cómo notablemente instructivos y sobre todo cautivadores.

Julio Sánchez Rodríguez en uno de los libros que dedica a Viera y Clavijo como sacerdote en Canarias recoge de manera pormenorizada la actividad del erudito canario en esos años que van desde su regreso desde Madrid, en noviembre de 1784, hasta su muerte, en febrero de 1813. Durante esta última epata de su vida, Viera no dejó de ostentar puestos y mantener su nivel como excelente divulgador. Entre otros muchos cargos y quehaceres fue director de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Gran Canaria, introductor de la primera imprenta en la isla, predicador distinguido, archivero de la Catedral de Santa Ana, fundador y pedagogo del Colegio de San Marcial del Rubicón, gobernador del Obispado de Canarias antes que tomara posesión Manuel José Verdugo, sin obviar su faceta de autor de libros y traducciones. Y así hasta el final, tal vez algo compungido, por ese olvido que ha sufrido su inmensa obra.

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