La Provincia - Diario de Las Palmas

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Cerdos que se alimentan con duraznos

El naturalista alemán quedó tan sorprendido de la vegetación de las Islas, que en una de las cartas que envió a su hermano le cuenta que en Canarias a los cerdos los alimentan con melocotones

Cuando el 25 de junio de 1799 zarpó el velero Pizarro para tierras hispanoamericanas, con gran pena de Humboldt, le envía una carta a su hermano Wilhelm desde Tenerife. Entre otras cosas le cuenta que se va con lágrimas en los ojos, sobre todo por el gran espectáculo que ha podido ver. Desde el Teide además de un paisaje desolado también observa: "bosques de laureles; abajo, a lo lejos, los viñedos entre los cuales ramilletes de plátanos se extienden hasta el mar, lindos pueblitos sobre la costa, el mar y todas las siete Islas, entre las cuales La Palma y Gran Canaria poseen volcanes muy altos, que aparecían por debajo de nosotros, como en un mapa geográfico".

El viajero le dice que le hubiera gustado quedarse más tiempo, para poder disfrutar y analizar toda aquella exuberancia: "¡Si tú pudieras ver esos campos, esos seculares bosques de laureles, esos viñedos, esas rosas! ¡Aquí se engordan los cerdos con duraznos!"

Tal vez uno de los especialistas que mejor entenderían la reacción pasional de Humboldt durante su estancia en las islas es Eduardo Barba, el jardinero y experto en arte, que ha analizado los cuadros del Museo del Prado y su vinculación con las plantas y la vegetación de los distintos periodos pictóricos.

"Es comprensible", dice Barba, "que Humboldt pudiera sufrir una hermosa conmoción cuando descubrió la flora canaria. En Tenerife vio plantas ancladas en el pasado, propias de la vegetación de la Macaronesia, pero también plantas venidas de América. Y vio especie endémicas perfectamente adaptadas a condiciones extremas, como la violeta del Teide, descrita para la ciencia por Humboldt. Esta pequeña flor tan especial tiene el honor de ser la planta que florece a mayor altura de toda España".

Eduardo Barba, que se define como un gran amante de las plantas, recuerda que también él sintió una sensación muy especial cuando visitó por primera vez las Islas: "La vegetación que me rodeaba era distinta a lo que había conocido hasta entonces en la Península. Percibí un pulso atávico ligado a esas formas vegetales a veces tan extravagantes y únicas como la tabaiba roja o el tajinaste rojo. Creo que Humboldt pudo sentir algo similar, en el que, además, fue su primer viaje fuera de Europa".

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