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Talleres para reparar las emociones

Mercedes Alemán realiza actividades artísticas donde, además del aprendizaje de técnicas como la xilografía o la pintura en seda, promueve el arte como terapia y experiencia vital

La madera reparadora. ANDRÉS CRUZ

"Para ser feliz quiero un camión", cantaban Loquillo y Los Trogloditas en uno de sus temas más conocidos. Más alejada de este vibrante sonido, Mercedes Alemán Ramírez camina por otra senda para mostrar a sus alumnos cómo se puede llegar a ese estado anímico a un paso más sosegado, introspectivo, pero también lleno de participación, complicidad y colaboración entre todos.

Con un amplio currículo académico y artístico a sus espaldas, esta teldense formadora ocupacional de Fundescan, técnico auxiliar en diseño gráfico, algunas de sus muchas facetas, ha convertido su domicilio en punto de encuentro de quienes, además de introducirse en el aprendizaje de las artes y oficios que enseña, encuentran algo así como una farmacia del alma, donde los medicamentos dispensados tienen, más que efectos secundarios, descubrimientos personales necesarios para sentirse bien y en armonía.

Aunque ahora está inmersa en un taller de xilografía -impresión artística sobre planchas de madera, según el diccionario español-, la labor docente de Mercedes Alemán le proporciona, según explica, una enorme satisfacción en lo que hace y ve realizar a su alumnado. De todas las edades y de ambos sexos, el taller situado en la planta alta de su vivienda se asemeja a una academia de bellas artes y artes gráficas en miniatura, donde cuadros, láminas o fotografías están hermanadas y parece que esperando que alguien las reclame.

"Las personas que suelen venir a los distintos talleres que ofrezco durante todo el año lo hacen porque les interesa aprender algo nuevo o mejorar lo que saben, pero se termina convirtiendo en un remanso de paz de su día a día", comenta Mercedes mientras muestra los preparativos para una nueva clase del taller de xilografía, que finaliza a final de este mes, con dos clases semanales, los martes y los jueves, de 17.00 a 18.00 horas.

No es el único que ofrece, ya que también los interesados pueden aprender pintura en seda, grabados y serigrafía, pero lo que más van a llevarse a sus casas los alumnos es una desconexión de sus problemas cotidianos, una realización personal a través del arte y, cómo no, un espíritu de compañerismo, de hacer amigos, de buscarse su traje emocional a medida.

"En este taller de xilografía, por ejemplo, que cuesta 60 euros, con tener dos gubias, un pedazo de madera, tinta gráfica y papel grueso y sin tener grandes conocimientos artísticos, las personas que vienen aquí no tienen sensación de fracaso, de frustración porque no les salen bien las cosas a la primera, pero para eso estoy yo, para decirle que no se venga abajo, que busque su propia forma de hacer las cosas", apunta Mercedes Alemán.

Al final, lo que cuenta, expresa, es que todos compartan y disfruten de la vivencia del arte, "que es una necesidad como terapia, que aumenta la autoestima y desarrolla las dos zonas cerebrales", añade

Alemán Ramírez no solo es enseñante de arte, también tiene experiencia en exposiciones en la Casa de Colón, el teatro Juan Ramón Jiménez, en el Cicca, en La Fraternidad o en el Víctor Jara, por mencionar algunos de sus trabajos de cara al público. Su última muestra fue la titulada De la primera a la última, en la ermita de San Pedro Mártir y también se expusieron trabajos de sus alumnos en el teatro Juan Ramón Jiménez.

Todo este bagaje pivota sobre la misma filosofía, la del arte como experiencia personal, como una medicina para quitar las penas, las angustias y como ocurre con sus alumnos, "me dicen que cuando llego a mi casa caigo en la cuenta de que he estado dos o tres horas sin preocupaciones, centrado en lo que hago y totalmente relajado".

En el taller, mientras, los alumnos que han llegado por la tarde se afanan por sacar de la madera esa figura, ese paisaje que les anime a seguir con el esfuerzo, mientras las tiras de madera, los pequeños trozos van desnudando la tabla en la que concentran sus energías. Ese es el mundo que tiene el aprendiza ante sus ojos y el que pueden moldear con sus gubias, pero también el mundo que le abre al de los otros por unas horas y en armonía.

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