A pesar de que la idiosincrasia canaria lleva escrita en vena la hospitalidad, calidez y amabilidad hacia los extranjeros, pocos foráneos podrán haber sido tan queridos en el municipio como Matilde Ramos Rodríguez, o como la conocían todos en Telde la Portuguesa. Fallecida el pasado lunes con 85 años, después de una dura semana hospitalizada, sus familiares, amigos y vecinos asistieron a la misa por su defunción y pudieron recordar con añoranza las anécdotas que vivieron junto a ella, una mujer que tachan como un auténtico ejemplo de generosidad y honestidad.

Conocida desde el casco hasta la costa, y especialmente en los barrios de San Gregorio y Ojos de Garza (lugares donde residió durante sus sesenta años en la Isla), Matilde se hizo un hueco en el corazón de los teldenses, que veían en ella una persona de confianza a quien pedir consejos en momentos difíciles. De hecho, tanto fue su reconocimiento en la ciudad que el propio Ayuntamiento de Telde aprobó por unanimidad mediante un pleno el reconocimiento a su persona debido a su labor desinteresada por las personas del municipio. "Mi madre era bondadosa con los demás, y por ello era muy querida", declara su hijo, Fernando González.

Matilde Ramos, procedente de otra isla, llegó a Canarias por amor. Fernando González Suárez, fallecido hace unos años, viajó en 1958 a Madeira, a donde iba a jugar al fútbol con un equipo nacional, para volver a su tierra dos años más tarde con una portuguesa y dos niños pequeños de la mano (pronto llegaría la tercera a la familia). Su mujer, con 26 años, otro idioma y otra cultura, no tardó en acostumbrarse a su nueva vida. "Recuerdo que mi madre fue cónsul de Madeira, y que mi casa estaba llena de visitas todos los meses", rememora Fernando con ilusión al pensar en su madre.

"Fue difusora de su cultura, pues nunca olvidó sus orígenes", y por ello enseñó a sus amigos canarios sobre su vida en Madeira, y a sus amigos portugueses sobre su vida en Canarias. "Sin embargo, estaba muy orgullosa de su decisión de venirse a Telde, y esta siempre fue su casa", añade su hijo.

Una de las características que más se le achacaron a Matilde Ramos fue ser una ferviente católica, por la cual fue muy venerada. "Ayudaba siempre en lo que podía a los sacerdotes, o a preparar las fiestas religiosas de algunos barrios, sobre todo en San Gregorio y en Ojos de Garza luchó para que se construyese la pequeña ermita", relata González. Y de sus promesas a Dios, la gente le agradecía también su ayuda.

"Tuve un accidente en 1984 que me dejó en el hospital durante 45 días y mi madre no se movió de allí ni un instante, pero igual que lo hizo conmigo lo hacía siempre con los demás", cuenta conmocionado Fernando González hijo. Y es verdad que la gente siempre le agradeció su comprensión y paciencia. "Conseguía que la gente cambiase, no sé cómo lo hacía", explica su hijo, que afirma que una persona con problemas, como podría ser el caso de la drogadicción, retomase su vida al escuchar los consejos de Matilde la Portuguesa.

Y además de generosa, valiente. Una persona que no tenía miedo a ser quién era y que destruyó cánones en su ciudad adoptiva. "De las primeras mujeres en llevar pantalones en el municipio", porque procedente de una isla tan influida por la cultura inglesa, lo propio era que trajese aires nuevos a una ciudad que se anclaba en el tradicionalismo de la España de finales de los 50.

Y así lo hizo. Además, "le importaba lo que pasaba a su alrededor, no sólo a nivel local, sino también nacional e internacional". Muy seguidora de la prensa y de la actividad política del municipio, "aunque es verdad que lo que sí me imploró fue que yo, que tenía varios intereses, nunca entrara en política". Y como buen hijo, Fernando hizo caso a su madre, "y ahora se lo agradezco". A ello, Matilde aseguraba que la política es peligrosa porque tienta a quien la ejerce. "También reiteraba que nunca debía irse por el camino fácil porque eso siempre acarreaba problemas."

Matildita Ramos, que pasó 60 años en Telde, primero en San Gregorio y una vez fallecido su marido en la playa de Ojos de Garza, será recordada por su don para mover personas, su valentía, "ella era siempre quien solucionaba los problemas, los de casa y los de los que la necesitaba", si interés constante por aprender de los demás y por ayudar en lo que hiciera falta.