Hay quienes dicen de la ciudad de Telde (probablemente los foráneos) que parece un laberinto sin fin, donde las calles se entrecruzan en subidas que parecen bajadas y bajadas que parecen subidas. Donde los ojos se marean buscando por una señalización clara, concisa y salvadora de aquellos que peor sentido de la orientación tienen y, probablemente, memoria a corto plazo que incapacita a recordar si la salida era por la izquierda o por la derecha. Una ciudad con calles estrechas, y aceras aún menos espaciosas (quizá por eso dicen que los teldenses caminan por carretera), por donde perderse en realidad puede convertirse en un placer si uno se propone disfrutar del verbo callejear.

Cada barrio del casco es especial, y posee personalidad propia. Así lo quiso manifestar Juan Francisco Franco Betancor, pregonero de las fiestas de San Juan, barrio en donde nació y se desarrolló durante su etapa de funcionario en el área de Urbanismo del Ayuntamiento de Telde, ayer en la Casa Condal. Franco Betancor fue la cara visible del Plan General de Ordenación Urbano y el rescate humano para todo aquel que necesitase un mapa en Telde. "No puedo olvidar el saludo del ciudadano que atendí en la información del P.G.O.U., siempre sin cita previa y sin un vuelva mañana", explicó Franco en su discurso. No se sabe si el trabajo hizo al hombre o el hombre hizo al trabajo, pero que el pregonero de las fiestas posee una memoria de plano cenital es una realidad y comenzó su pregón al más puro estilo de un callejero de Telde.

"El presente pregón hace referencia a las coordenadas a las que me he dedicado durante mi vida profesional, calles que permanecen en mi recuerdo y que han cambiado con el paso de los años", introdujo el delineante, ya jubilado, para dar un paso hacia el recuerdo de la Avenida de la Constitución, antes General Franco, y a la intersección con la calle Pérez Galdós, antes Los Baluartes. Franco Betancor quiso destacar que su intención era recordar "el antiguo San Juan", que no el "viejo", pues "lo viejo se tira a la basura o se recicla, pero lo antiguo se reconstruye, y eso es precisamente lo que ha pasado con el barrio." Franco Betancor recordó desde las plataneras donde ahora se encuentra el instituto José Carencia hasta " la Hoya de San Pedro, en su tiempo un vergel de plataneras, naranjeros, aguacateros, entre otros". Franco llevó al público asistente por su nostalgia laberíntica, donde además de nombres y señalética habían personas: la tienda-bar del señor Onofre denominada La farmacia de guardia, "donde ciudadanos de San Juan y San Gregorio se echaban entre pecho y espalda el verdadero Ron de Telde, elaborado en la Máquina de Azúcar", también a la entrada de la calle Inés Chemida "se encontraba la inolvidable tienda-bar de Panchito Jiménez, punto de reunión de algunos funcionarios, y entrada a las oficinas de la Policía Local" y, por su puesto, "no me puedo olvidar del polivalente conserje Domingo Ceballos, conocido popularmente y con cariño como Domingo el mono: conserje, vendedor de lotería, entradas de fútbol y acomodador de cine".

Al final las calles de una ciudad las hacen las personas abriendo sus tiendas, sus cafeterías, aparcando sus coches o simplemente caminando por esta (ya sea por acera o carretera). El tiempo pasa y sorprende, pero el delineante recalcó que "me ha parecido un andar por el barrio San Juanero, como si fuera ayer, pero viendo como San Juan se ha engrandecido, en beneficio de la Ciudad de Telde y sus habitantes". Ya no es el San Juan de los primeros años de Franco Betancor, tampoco el resto de barrios son iguales, pero sigue teniendo la misma esencia de cercanía y estrechez. Y cercanas serán las fiestas de San Juan, que tras el pregón se colmaron de la música folclórica del coro Soront y Derque.