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El teldense que entregó el balón

Abimael, un niño de 11 años residente en Jinámar, gana un concurso de la empresa KIA y consigue viajar hasta la ciudad de Kazán para portar la pelota en el partido España-Irán

Abigail, el niño teldense que entregó el balón en el partido España-Irán. LP / DLP

No es ningún secreto que en España gusta mucho el fútbol y que cualquier partido es la ocasión perfecta para sentarse en un sofá, en una terraza o en las banquetas de un estadio y gritar de emoción (incluso hasta que se salga el corazón del pecho) con el gol de la victoria. El Mundial siempre es la ocasión perfecta para unir a un país, y este año la situación no es diferente. Es innegable que (para el desespero de aquellos que no son fan) este deporte levanta pasiones e ilusiones.

Ambos elementos son el motor de muchas grandes historia, y con estos empieza la historia de Abimael, el niño de Jinámar que pudo entregar el balón en el partido que jugó España contra Irán el pasado miércoles.

Si para un adulto el poder viajar a Kazán, lugar donde se desarrolla la Copa Mundial de este año, para observar de cerca y en directo un partido de la selección española puede ser una experiencia emocionante y, por supuesto, inolvidable, lo que sentirá un niño no es para menos. La percepción de un pequeño que ha cruzado fronteras, miles de kilómetros y muchos desajustes horarios, no sólo para seguir de cerca los movimientos de una pelota sino para sujetarla en sus propias manos, no puede quedar intacta, y de hecho, lo que Abimael siente hoy tras ese momento es todavía un misterio que se desengrana por partes. "Está todavía muy impresionado por todo lo que ha sucedido, y nos va contando cómo lo vivió poco a poco", explica divertido su padre, Antonio León, quien lo apuntó en el concurso de KIA que le permitió llegar hasta Kazán.

El certamen que organizó la empresa automovilística tenía como condición que se inscribiesen niños de entre diez y 14 años que amasen este deporte. "Y Abimael siempre ha estado entre balones de fútbol, así que le apunté a él y a su madre para ver si teníamos suerte". Y la tuvieron, así que él y su madre se pusieron con los preparativos para dar marcha al país del otro lado del continente. "Cuando se enteró de que era el ganador estuvo llorando de la alegría durante media hora", asegura su padre. Con un vídeo, una foto y un texto en donde se reflejaba la pasión del niño por el fútbol, y en especial por el Real Madrid (al que fue a ver tres años antes junto a sus padres), consiguieron ganarse los billetes a Rusia, donde estuvieron durante cinco días.

"Eran tales los nervios que le entró fiebre el día grande, el día del partido", explica el padre. "Se puso bastante malito e incluso tuvieron que atenderle los médicos de la FIFA". Sin embargo, nada podía impedir que el pequeño de once años posase en el centro del campo junto a los jugadores de ambas selecciones y portase el balón que, tiempo después, Diego Costa marcaría en la portería del equipo iraní.

Y si Abimael no se lo quiso perder, tampoco sus familiares que lo vieron desde la pantalla de casa. León, que es miembro de la murga Los Trapasones, cuenta que el teléfono no dejó de sonar en el momento en que su hijo hizo escena. "Me llamaron muchos de mis compañeros de murga, preguntándome si el que salía en la tele era mi hijo". Y es que al final casi era más la emoción del padre que del hijo. "Abimael es muy pequeño, y aunque evidentemente estaba contentísimo y es algo que nunca olvidará en su vida, todavía no tiene claro lo que supone haber ido a un mundial de fútbol, estar antes que nadie y pisar el campo con la pelota en brazos", describe su padre con la ilusión propia de un admirador del fútbol.

Pero lo que cuenta de esta experiencia no sólo se resume en el día del partido. El trayecto, el viaje a un país lejano y desconocido y la gente que conoció en su aventura son otros elementos que el pequeño jamás olvidará y que podrá repetir una y otra vez a sus compañeros de clase a la llegada del nuevo curso en septiembre. De Gran Canaria a Tenerife, de Tenerife a Moscú, y de allí directos a Kazán, donde pudo permanecer durante cinco días y hacer excursiones y visitas culturales. "El día grande, el miércoles, estuvo en el estadio todo el tiempo ensayando", cuenta León. "Todo estaba muy milimetrado, y me imagino que para él fue algo impresionante que vivir". La aventura ya está realizada, pero el sentimiento quedará para siempre.

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