La alimentación sana que se basa en productos extraídos de la tierra y tratados sin ningún tipo de productos químicos es uno de los temas más sonados en la actualidad. En Telde.
"No me da vergüenza decir que crecí sin nada", comenta Juan Diego Falcón sin ningún tipo de reparo mientras camina a primera hora de la mañana entre los pasillos de tierra de su finca de El Cubillo, perfectamente repartida en filas. Los rayos del sol se filtran entre las hojas de los árboles y, aunque el frescor de la mañana aún no calienta el entorno, se huele el despertar de las plantas. Media fanegada de plataneras, 250 aguacateros, 250 limoneros y 200 mangos son sólo algunas de las cifras numéricas de las especies cultivadas en la explotación agrícola, ejemplares aún muy jóvenes pero con buen color y forma.
Hace tres años que Falcón decidió comprar este terreno -de aproximadamente 40.000 metros- y empezar en él un proyecto agrícola que supondría mucho dinero, esfuerzo y dedicación, pero, sobre todo, mimo y paciencia. "No es algo que pueda llevarse a las prisas, hay que dejar que crezca con su propio tiempo de espera", explica el dueño con delicadeza. Su idea es crear una finca ecológica, lo que implica aún más cuidado y empeño. Pero Falcón, que ha crecido interior y profesionalmente gracias al trabajo, no tiene miedo en ese aspecto. ¿Las razones? "Quería volver a mi infancia".
Falcón, conocido en Telde por ser dueño y fundador de la gasolinera de El Cubillo, se crió en el barrio de San Antonio, en el seno de una familia humilde que se ganaba la vida como trabajadores del sector primario. "Me formé primero ayudando a mis padres en las fincas donde trabajaban", señala, aunque no tardó mucho en comenzar en trabajar por sí mismo. A los 14 años comenzó a repostar gasolina con una bomba de mano en un surtidor que se encontraba frente a la Basílica de San Juan. Quién le hubiera dicho que años más tarde sería el dueño de su propia gasolinera y que crearía una empresa junto a su mujer: Falcón y Peña. Ahora, con 73 años a sus espaldas y cargado de mucha experiencia, ha decidió retornar al pasado, en el momento que pasó de niño a hombre.
No lo hace solo, sino con sus dos hijas, las encargadas de gestionar la empresa que crearon sus padres hace más de 30 años. Las generaciones se mezclan en un círculo perfecto: se mezclan los recuerdos de infancia con la modernidad y visión de futuro. Y de ahí surge el concepto de esta nueva finca, todavía en desarrollo, pero bien encaminada. "Los tiempos cambian y hay que reconocer que el mundo se desmorona; el consumismo y las ansias de ganar la mayor cantidad en el menor tiempo posible", reflexiona. "Nosotros optamos por la línea de la alimentación sana, evitar insecticidas y los químicos para el crecimiento de las plantas y, en definitiva, esperar un futuro más saludable y con menos problemas de enfermedades".
Bienestar social
Y en este camino poseen la ayuda de un profesional de la materia. "Es un gran mérito embarcarse en un proyecto tan costoso como es este, pero también algo de agradecer por la importancia que supone para el bienestar social; es lo más bonito que tiene este proyecto", admite Antonio Navarro, técnico agrícola de la explotación y experto en Agroecología desde hace 30 años, que está ayudando en el proceso de conversión de finca convencional a ecológica. "Hay que pasar por un periodo muy largo, de unos cuantos años, para que todo salga bien; trámites administrativos, técnicos y físicos, cambiar los modelos de gestión de la finca, las labores que se realizan y, sobre todo, dejar de utilizar productos tóxicos, aerotóxicos o residuales", afirma el experto. "Es un trabajo minucioso, y lo que más cuesta es el cambio de mentalidad; sobre todo para los trabajadores agrícolas, porque es algo muy radical y un concepto difícil de entender", confiesa Navarro.
Pero aunque cueste, la idea de la ecología está echando raíces. Y los proyectos que giran en torno a la alimentación sana, ecológica y local son cada vez más numerosos, creando una conciencia social cada vez mayor y más clara en cuanto a las posibles consecuencias negativas. Navarro, que ya ha llevado a cabo varias conversiones de fincas ecológicas, se sintió atraído por las ideas de Falcón y su familia. "Nos conocemos desde hace años, pero coincidimos hace poco y cuando me contó sobre el proyecto sentí que debía formar parte de él; es mi trabajo conseguir que la agroecología se implante en todos los modelos de cultivo, así que no dudé ni un segundo".
El problema, según Navarro, es el tiempo. La paciencia es una virtud que escasea en la época que corre, "no todo el mundo está dispuesto a pasar años de sequía y reducir las ganancias, pero evidentemente se impone por necesidad y salud", certifica. "La misión es ir aumentado la cantidad de suelo ecológico a la Isla; de esta forma, los productos alimenticios que necesitan los futuros ecocomedores será de cosecha propia y no importados", señala Navarro.
La finca, que está situada justo detrás del edificio donde se instalará el nuevo Ayuntamiento de Telde el próximo años, está perfectamente distribuido, limpio y cuidado. No siempre fue así, pues cuando Falcón la tomó en sus manos se encontraba en un abandono absoluto. La tierra seca, los árboles moribundos y la extensión de terreno sin vida. "Lo más importante es el cariño que se le pone a este trabajo; los árboles crecen bien porque se les atienden bien", relata orgulloso Falcón. La finca cuenta con tres trabajadores diarios, pero la idea es seguir aumentando la plantilla.
"Necesitamos gente externa que pueda conocer sobre el tema del agua, pues estamos invirtiendo en nuevos métodos de riego; la idea es no pararnos, continuar mejorando cada vez más y conseguir que esto salga lo antes posible de la mejor de las formas", cuenta Falcón con ilusión por el proyecto. En parte, porque le recuerda a su niñez, a los olores de la tierra y a sus padres, y en otra parte porque siente que se introduce en un sistema de futuro: donde la importancia reside en la mejora de la sociedad a través de su buena alimentación.