"Buenos días, me llamo Eduardo Rodríguez Quintana y soy vecino de San Antonio. Es para comentarle que puso en el periódico que la finca de la marquesa está en La Pardilla, pero no es así, está en San Antonio". Una llamada que no era un tirón de orejas, pero sí una petición para que se aclarara la verdarera ubicación de la que desde hace décadas se conoce como la finca de la Cruz.

Hecho, y de paso, conocer un poco más de la importancia que ha tenido para este barrio la aparición hace 80 años de ese signo de la cruz en el interior de un árbol. Y, de camino, recordar que igual suene más el barrio de La Pardilla, pero que San Antonio no se queda atrás, ni mucho menos.

Eduardo Rodríguez cuenta que hablando con algunos residentes, éstos le comentaron que llamar al periódico no iba a valer para nada porque "no te van a hacer caso, me dijero, pero yo les dije que no porque leo LA PROVINCIA desde hace muchos años y sé que me atenderían, como así ha sido".

Un error, para llamar las cosas por su nombre, nacido del famoso duende de imprenta que siempre se usaba para endulzar el fallo. Ahora, en plena época digital, estos seres imaginarios y chivos expiatorios gozan de su merecido retiro y la metedura de pata, para quien escribe. Es el caso que nos ocupa, aunque como defensa solo cabe argumentar que la lectura de la crónica de 1938 reproducida en el reportaje se hablaba más del entonces pequeño pago de La Pardilla y eso, unido a las fotos facilitadas por la asociación cultural Tyldet, con sede en La Pardilla, hizo el resto para sembrar la confusión.

Y es que San Antonio, con su propia historia como barrio y su sociedad recreativa, no entra en pelea con su vecino, pero tampoco pasan por alto que lo que les corresponde, suyo es.