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María Jesús se resiste al infortunio

Enferma de cáncer y sin recursos, solicita un lugar digno donde vivir

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María Jesús, la mujer enferma de cáncer que vive en una cueva

"Lo único que pido es una plancha que nos proteja de la caída de las piedras que caen desde este lugar", señala hacia el cielo María Jesús Cáceres, que vive en una cueva en Cendro desde hace 10 meses y a cuya salida se observa cómo amenazan con desprenderse los riscos y las tuneras de la parte alta. Las ratas y ratones son visitantes habituales y siempre están atentos a que ninguno acceda a su casa, aunque el ruido que hacen se puede escuchar en la soledad del sitio.

María Jesús tiene 39 años, es madre de cinco hijos, que viven con su padre porque ella no quiere que sufran las penurias de su situación. No acaba aquí su drama, padece cáncer de mama, epilepsia y artrosis, cuenta con diagnóstico que aconseja concederle la minusvalía y comparte con su marido, a quien conoció cuando cuidaba a su madre - ya fallecida- y es una de las pocas alegrías en estos años aciagos, un pequeño habitáculo en el interior de una cueva propiedad de él y que sirve de dormitorio, cocina y despensa. Limpio y ordenado, denota la precariedad donde habitan.

Sus necesidades y aseo personal las hacen en un pequeño hueco ganado a las rocas, donde una palangana hace las veces de aguamanil y pileta para lavar la ropa. Los detritos y orina, al no tener saneamiento, los depositan en bolsas y botellas y pueden cocinar, limpiar y asearse gracias al agua que les da una vecina, a la que agradece su humanidad. Tampoco tienen luz.

Una pequeña puerta, sujeta con un palo, da entrada hacia la cueva. En ella conviven con dos perros - Canelo y Princesa- y una gatita, a la que llama Lita, "que era el nombre de mi madre", expresa con lágrimas en los ojos mientras sobre la cama hecha coloca informes médicos, escritos de solicitud de vivienda, un examen toxicológico realizado en octubre de 2018 que da negativo en opiáceos, cocaína y cannabis al que da mucha importancia y pide que se mencione en el artículo. Y es que, alega, "la gente es muy mala y quiere hacerme daño diciendo que soy una drogadicta, cuando no es verdad".

Admite que después de la muerte de su madre, a quien cuidó hasta el final, intentó suicidarse y marcas en las muñecas y en el vientre lo atestiguan, pero también hay una historia de esperanza y de felicidad en este escenario. Así, el pasado 15 de diciembre se casó con el que ahora es su marido, quien prefiere mantenerse en el anonimato, en la basílica de San Juan, teniendo como padrino a Arístides Rodríguez, miembro de la plataforma social Telde Responde.

"Nos conocimos hace tres años porque vivía en el mismo bloque de la primera fase de Jinámar que mi madre y me ayudó mucho con ella mientras yo la cuidaba. También me ha soportado bastante, me cuida. Decidimos casarnos en San Juan porque mi madre era muy creyente en el Santo Cristo de Telde y en su memoria nos casamos allí", recuerda Cáceres.

Sus ingresos se reducen a lo que recibe de la prestación canaria de inserción (PCI) que tramitó ante la Consejería de Políticas Sociales, Empleo y Vivienda del Gobierno de Canarias. También recibe ayuda de "la asistente social que está en el centro de mayores de Telde". Del Ayuntamiento no tiene precisamente buena opinión, asegura que hace caso omiso a su solicitud para obtener una vivienda social. "Yo no tengo nada, cuando murió mi madre me tuve que ir de su casa, yo no tenía otra porque vivía en Italia con una anterior pareja y volví cuando un primo me avisó de que ella estaba enferma. Yo había dejado de hablarle por orgullo y cuando regresé la encontré muy mal y estuve tres años cuidándola".

La experiencia de su madre no es el único trauma de María Jesús. En una familia de 11 hijos, una de sus hermanas fue víctima de violencia de género en 2013, "en la zona de Las Canteras".

Ella, no obstante, sigue adelante. El 15 de enero comienza en el hospital Materno Infantil la terapia contra el cáncer de mama, mientras espera si le conceden la minusvalía por una artrosis que hace mella en sus articulaciones. Aunque de momento, porque es su día a día, le preocupan las rocas que están encima de su cabeza, las que pueden caer y caen en el pequeño trayecto desde el interior de la cueva hacia la calle. De ahí que pida al menos la colocación de una plancha que salvaguarde la integridad física de ella y su esposo.

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