La Provincia - Diario de Las Palmas

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Alejandro Palomas

"No todo el mundo puede ser escritor: hay que tener una luz especial"

"Tener miedo significa que eres consciente de lo que ocurre alrededor y que estás conectado contigo mismo", afirma

Alejandro Palomas, escritor, en la biblioteca Saulo Torón (Arnao). josé carlos guerra

Imparte en la feria del libro de Telde un taller sobre escritura, ¿cómo se enseña a escribir?

Es un curso que defino como una experiencia para descubrirse a sí mismo. No se aprende a escribir, sino de dónde surge la capacidad de escribir de cada uno. Con los participantes se trabaja el descubrimiento de la voz personal. Normalmente esto no se enseña. Los talleres de escritura suelen centrarse en la parte estructural de un texto, o cómo deben crearse los personajes de una historia. Yo busco el origen de la persona, que descubran quiénes son para que entiendan por qué escriben y qué es lo que quieren contar. Es concebir la escritura como extensión de uno mismo, no como algo ajeno.

¿Todo el mundo puede ser escritor?

No. Todo el mundo puede escribir, eso sí. Pero ser escritor es otra cosa. La escritura es un poco como la danza o la pintura, tienes que tener una luz para dedicarte a esto.

¿Lo definiría como un don?

No. Yo no lo llamaría así porque un don es limitar. Tienes que tener una música especial y sentirla dentro. Hay gente que la tiene y no la siente, porque no sabe cómo llegar hasta ella. Eso es lo que intento con los talleres, hacer entender y descubrir si la persona tiene luz o no. Para descubrirlo hay que ser muy sincero con uno mismo.

¿Qué hay que hacer para llegar hasta ese punto?

Hay que trabajar mucho. El taller que imparto en Telde se queda corto, lo ideal sería una semana entera de convivencia. Es importante que los participantes se sorprendan todo el rato, que nada esté establecido y que tengas que improvisar continuamente. Conocer el nivel de curiosidad que tienes por las cosas, en donde la enfocas y qué forma tiene. Así descubres si tienes esa luz necesaria. Yo puedo verlo en la gente, eso sí que es un don. Hay seminarios que pasan y me doy cuenta de que nadie es escritor. Se necesita una mirada real, que surja desde uno mismo y se proyecte hacia fuera. Tener una conexión real con la vida y eso no se adquiere, se tiene.

¿Qué pasa con la gente que tiene miedo a enfrentarse a un papel en blanco?

Los miedos no están mal. Quien tiene miedo tiene conciencia de que existen cosas que quizá le puedan hacer daño. Eso significa que hay conexión con uno mismo, y desde ahí se puede trabajar. Quien no tiene miedos es que, o bien es un inconsciente, o bien ya los ha superado todos. Si no tienes miedos entonces no tiene sentido escribir porque no podrás conectar con nadie. Lo mejor sería limitarse a vivir y disfrutar.

Pero, ¿cómo se rompe la pared que impide escribir?

La pared eres tú. Nadie tiene miedo a escribir. En realidad, uno tiene miedo a sí mismo: a tener una conversación real, a exponerse ante los demás, a mostrar debilidad, a fracasar o a ser rechazado. No se tiene miedo a la escritura, esta es una salida para mostrarse al exterior.

Entonces, ¿la escritura no puede desvincularse de uno mismo?

Yo creo que no. Y eso es lo bonito, que te reflejes en tus palabras aunque no se aprecie desde fuera. Tú siempre tendrás el control de lo que escribes, mandas en todo. Creas personajes que realmente son una parte de ti mismo, aunque sea en una milésima parte. Quieras o no, es imposible crear personajes en los que no haya nada de ti.

¿Escribir es conocerse?

Es una manera, sí. Muchas veces me preguntan si escribir es una terapia. No lo es y nunca debería de serlo. Una buena novela es el resultado de una buena terapia previa, pero tú no puedes estar haciendo terapia en el momento en el que trabajas. Escribes para los demás. Si lo haces por ti mismo y luego pides dinero por ello, me parece que es estar tomando el pelo a la gente. Tienes que liberarte de eso antes de trabajar, y después con el resultado creas una buena obra.

¿Hay que leer mucho?

Por supuesto. Hace falta leer mucho para escribir bien, a no ser que tengas un don extraterrestre como los niños que nacen sabiendo jugar al ajedrez. Para los comunes, hay que leer mucho. Pero sobre todo es muy bueno leer para saber las cosas que no quieres hacer como escritor. Es decir, saber lo que no te gusta y cómo no te gusta escribir. Los no sólo los vas a descubrir leyendo. Los los descubres aprendiendo a gustarte a ti mismo. Yo tengo muchos más noes que síes.

¿Cuales son los 'síes'?

Tengo tres pequeñas joyas. La nieta del señor Lihn, de Philippe Claudel; Charlotte, de David Foenkinos y Kramp, de María José Ferrada. Esta última es una escritora chilena, su libro sale mañana -hoy para el lector-. Lo que han hecho estos escritores en tan pocas páginas es un milagro. Me da mucha envidia, les leo y me pregunto por qué no he sido yo.

De hecho, hay quien dice que se empieza a escribir por envidia.

Pues puede ser verdad, sí. [ríe] Lo bueno que tiene ser envidioso es que admites tus propias carencias, y para empezar a escribir tienes que ser muy consciente de lo que te falta.

Otra vez surge el tema de cono cerse.

Es que la clave está ahí. Lo más difícil y lo más esencial es conocerse a uno mismo. Pero es algo que es necesario en todas las profesiones. Los deportistas de élite, por ejemplo, son conscientes de cómo es su cuerpo. Lo que les falta de un lado, lo sacan del otro. Eso es lo que hay que hacer en la redacción literaria. Incluso también desde conocerte físicamente, porque hay mucho de orgánico en la escritura. La gente piensa que leer se hace con la cabeza, y se hace con todo el cuerpo porque recibes emociones. Cuando escribes tienes que saber a qué parte del cuerpo apuntar. Una mala noticia te encoge el pecho, por ejemplo. Es importante saber de donde surgen las emociones.

¿Sacaría un factor común de sus obras?

Me centro mucho en la familia. Creo que es una estructura de relaciones no elegidas, y son muy reactivas. Tu madre siempre será tu madre: te abandone, no te abandone, muera o no muera. Este vínculo eterno me llama mucho la atención y me da mucho juego a la hora de crear historias, y siempre he tirado por ahí en mis novelas.

Ha sido reconocido con varios premios literarios, ¿qué le han aportado?

Repercusión. Ayuda dentro de la profesión, sobre todo a la hora de vender fuera de España. En lo personal no me han dado nada, porque sigo siendo el mismo. No me ha afectado, y creo que no deberían afectarte. Si lo hacen es que hay algo que no va muy bien. Evidentemente lo agradeces, es un honor. Pero ya está.

Viene a Telde también para presentar su última novela, 'Un secreto'.

Sí, presentaré Un secreto este sábado. Es la continuación de mi novela Un hijo. Retomo la historia de Nacia, la mejor amiga del protagonista anterior. Se quedó incompleta en el último libro y es el momento de terminar su historia. Se basará en las sesiones de terapia entre una educadora infantil y una niña que aparentemente es demasiado feliz y, precisamente, ese es su problema. La realidad, las circunstancias que le rodean, no le acompañan y aún así muestra una única parte de ella. Es una niña iceberg. Es decir, muestra una realidad espejo de sí misma y lo que harán los lectores es sumergirse para ver qué es lo que esconde.

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