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Arquitectura

Nueva vida para Los Marinos

Belén Garrido gana un concurso internacional con un proyecto en el que rediseña los edificios de Melenara l Su propuesta se basa en crear una urbanización con cocina para uso colectivo

Nueva vida para Los Marinos lp

Aristóteles decía que el ser humano vive inmerso en la búsqueda eterna de la felicidad y que en ella basamos todos los actos de nuestra vida. Si esto es cierto, muchas veces en el camino surge el concepto de necesidad, que a veces acarrea problemas que hay solventar. Una carrera de obstáculos que nunca termina, y que muchas veces se complica en ciertos sectores de la sociedad. La pobreza, la soledad o las desigualdades son problemas que conviven en la lucha por conseguir la felicidad y, por desgracia, afectan a numerosos sectores y comunidades del mundo. Sin embargo, siempre hay quien busca erradicar estos impedimentos para conseguir el bienestar colectivo.

Aparecen personas que crean nuevos planteamientos, proyectos e ideas que buscan hacernos la vida más fácil. Y en definitiva, también buscan que la sociedad llegue a ser feliz. En el caso de Belén Garrido, una joven arquitecta que concluyó sus estudios en la ULPGC hace apenas unos meses -en noviembre del año pasado-, el mundo puede reinventarse de alguna forma. Cuando su profesor de la asignatura de proyectos del último curso de la carrera le propuso (a ella y a sus compañeros) que plantease un nuevo modelo de vivienda que pudiera instaurarse en la parcela del barrio costero de Melenara en donde se encuentran desde hace más de 40 años los edificios de Los Marinos, repasó la historia de la arquitectura y repasó los modelos de edificios residenciales que ya otros genios habían planteado antes. Y halló la clave: viviendas con espacios colectivos.

Idea revolucionara

Con este proyecto, que finalmente se convirtió en su trabajo de fin de grado, Garrido ganó el primer premio en la modalidad Edificio Residencial del concurso internacional Rethinking Competitions (en el que también competían arquitectos de países como Rusia, Argentina o Uruguay). "Sienta muy bien que reconozcan tu trabajo, pero sobre todo me agrada mucho que en un concurso como este (de primera categoría) tengan en cuenta este tipo de viviendas: quiere decir que interesa y eso me emociona", explica la joven, que al principio desconocía que se enfrentaba a rivales de todo el mundo.

"Hace un año, los bloques de pisos de este barrio teldense estaban en un estado muy deteriorado y cabía la posibilidad de derrumbarlos para construir unos nuevos: finalmente, por temas de presupuesto, no se llegó hacer y actualmente Los Marinos están completamente reformados", explica Garrido sobre el origen de su proyecto, al que dio el nombre de Ni cocina, ni cocino: cocine. La base del trabajo consistía en formular un nuevo tipo de vivienda para los vecinos de esta zona de Melenara, pensando en las posibilidad que ofrecía la parcela totalmente vacía. Un puerta abierta a la creatividad que Garrido tomó con mucho gusto.

La infraestructura que formuló sigue líneas curvas que se unen formando circunferencias, casi como si siguiéramos el camino de una ola del mar antes de romper contra si misma y romperse en mil gotas de océano. El interior está planteado como una sucesión de pisos pequeños, que carecen de espacios comunes de servicios o descanso como son la cocina o el salón. La idea es que estos departamentos se conviertan en espacios públicos, accesibles para todos los residentes de la comunidad e incluso para aquellos vecinos del barrio que precisen de un lugar donde comer o relajarse.

La arquitecta hizo un estudio detallado de esta zona del barrio de Melenara para comprobar si la idea que ya tenía en mente era viable a nivel técnico. "Me tuve que fijar bien en el terreno para saber en que lado deberían estar las zonas comunes de los vecinos, pues también debían ser accesibles al resto de residentes de esta localidad: en la propuesta que nos ofrecía la asignatura también nos planteaba usar la parcela donde ahora está la cancha de baloncesto, así que me centré en ofrecer un tipo de vivienda abierta con muchos espacios al aire libre porque además el clima de Melenara permite que así sea", sostiene.

En definitiva... Una idea rompedora, sí. Aunque Garrido asevera que no es para nada original. "Aún choca plantear proyectos de esta índole, porque tenemos un concepto muy cerrado de la privacidad: sin embargo, ya desde el XVIII se redactaron esquemas con esta idea base y durante todos estos años se ha continuado con el mismo planteamiento e incluso se han llegado a llevar a la práctica la construcción viviendas de este tipo", asevera la joven, que añade que "para realizar este trabajo me inspiré en la tesis doctoral de Anna Puigjaner, Kitchenless City (Ciudad sin cocina): hace un estudio sobre la posguerra civil americana, cuando aparecieron nuevas tipologías de viviendas con servicios domésticos colectivos".

Tiene que ver con la idea de satisfacer las necesidades básicas de las personas, porque lo que realmente busca un proyecto como este es el bienestar común. "Suena muy radical y revolucionario construir edificios residenciales con zonas comunes, la sociedad no está acostumbrada a este tipo de ideas", sostiene la arquitecta. Lo que se sale de la norma, no suele casar con la comodidad y compartir no concuerda con el concepto idealizado de la felicidad. El hecho de tener que compartir tu hogar (o parte de él) con desconocidos chirría un poco. Sin embargo, asevera que edificios con estas características favorecerían muchos ámbitos de la sociedad.

"De primera a nadie le podría atraer la idea de compartir espacios, pero creo que en el momento en el que estamos actualmente una idea así podría ser beneficiar mucho: vivimos en una época delicada y se nos vienen encima varios problemas que hay que atacar, en el ámbito de la vivienda se podría llegar a solucionar algunos de ellos o por lo menos algunos ámbitos de estos", asevera convencida Garrido. "Más de un 50% de los jóvenes mayores de edad de este país no pueden emanciparse de sus familias por los altos precios de los alquileres y los bajos sueldos; este tipo de viviendas, que tendrían menos metros cuadrados por la falta de ciertos espacios como la cocina, serían más baratas y además los gastos de luz y agua bajarían considerablemente porque pasarían a ser gastos de comunidad", explica la arquitecta, que también añade que el ahorro de energías favorecería a la lucha contra el cambio climático.

"Podría favorecer a una mayor convivencia: hay muchas personas mayores que viven solas y un espacio como este les beneficiaría: la cuestión es solucionar los problemas que se han generado en esta sociedad, si no se consigue con una idea como esta se podría conseguir con otras", reflexiona la profesional, que además añade que el hecho de crear espacios colectivos como un comedor vecinal favorecerá para crear puestos de trabajos. "La idea es que haya gente que se pueda encargar de los servicios comunes", sostiene.

Garrido, que actualmente está realizando prácticas orientadas a la rehabilitación de viviendas en Oporto, está interesada en la arquitectura como un medio para resolver problemas sociales. "Creo que se pueden solucionar algunas cuestiones que van más allá de la residencia o de la convivencia entre personas: en este sentido me he estado interesando mucho por la arquitectura como fórmula para rebatir el cambio climático", explica.

Asimismo, este mismo proyecto también fue pensado con una finalidad social y explica que el nombre Ni cocina, ni cocino. Cocine no sólo es un juego de palabras que tratar de sintetizar la idea de crear una cocina-comedor para uso colectivo. "También trata de derrocar la idea machista de que las mujeres se relacionan con el cuidado del hogar y, por ende, de la cocina: es un juego con la mítica frase errónea que se escucha 'ni machismo, ni feminismo. Igualismo' y con el lenguaje inclusivo", asevera la ganadora del certamen.

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