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Una tesis doctoral desvela que hace 400 años había planificación familiar en Telde

Jesús Rodríguez Calleja expone en su obra, con la más alta nota académica, cómo era y vivía la población en el siglo XVII l La economía marcaba nupcias y nacimientos

Jesús Rodríguez Calleja (i), junto a Francisco González en la presentación de su libro sobre la población de Telde en el siglo XVII en la casa museo León y Castillo. lp/dlp

Juan Hernández y María Rodríguez, ambos vecinos de Telde, él de 23 años de edad y ella, de 21, se casarán entre los meses de septiembre y noviembre, tendrán una media de siete hijos, que concebirán en invierno o primavera para que nazcan y se bauticen en los meses de menor actividad económica. Pero su matrimonio no durará más de 10 años por la muerte de uno de los cónyuges por hambruna, epidemias, falta de higiene o guerras.

Así, su vida está fuertemente ligada a los ciclos de la actividad económica, tanto para su nacimiento, nupcias como procreación. Un sistema de planificación familiar que se instauró en el Telde hace 400 años y que una tesis doctoral realizada en Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC) expone sobre la población en el siglo XVII, aunque ya en la centuria anterior ya existían precedentes.

Esta podría ser la descripción del matrimonio tipo de Telde en el siglo XVII, incluido el ahora municipio de Valsequillo, elaborada con los datos que se incluyen en la tesis doctoral de Jesús Emiliano Rodríguez Calleja sobre la población de Telde en ese siglo y un estudio comparativo con Arucas, Moya, la capital insular, Gran Canaria y el Archipiélago.El trabajo académico, con la calificación de sobresaliente cum laudem en la ULPGC lo presentó Rodríguez Calleja en la casa museo León y Castillo. El libro, editado por Canariasebook con el patrocinio del Gobierno de Canarias, ofrece un estudio amplio y detallado de la sociedad de Telde y Valsequillo hace cuatro siglos, donde expone "su comportamiento, relaciones sociales, estructura poblacional, mentalidad y distribución espacial de la población por un buen número de lugares, todo lo cual se compara con lo sucedido en otras localidades tanto próximas como alejadas".

Una tesis en la que ha trabajado más de cinco años, gracias a la colaboración de Francisco González, expárroco de San Juan, quien escribe el prólogo. Un lustro en el que Rodríguez Calleja acudió al Archivo Parroquial y donde extrajo casi 30.000 registros sobre bautismos, matrimonios, velaciones y óbitos, para un total de 3.000 fichas que le han permitido plasmar el Telde de hace cuatro siglos.

Empieza la investigación sobre la evolución de la natalidad en el siglo XVII que lo hace de acuerdo a la economía, plagas y enfermedades. En el análisis, "descubrimos que había una cierta planificación familiar hace 400 años. Se procuraba que las mujeres no diesen a luz en los momentos de mayor actividad económica en el campo, ya que después tenían que estar tres o cuatro días de reposo, amamantar a los chiquillos y no podían recoger la caña de azúcar ni el trigo o las uvas. Se procuraba que los niños naciesen en los meses de menor actividad económica".

La influencia de la religión fue también fundamental. El nombre más utilizado para bautizar a un varón es el de Juan y María, el de las niñas. Esto si son menores nacidos dentro del matrimonio, los considerados legítimos, 16 eran los que se imponían a los niños, mientras que 14 se barajaban para las niñas. La mayor parte procedían del santoral, seguidos del nombre del padre, del padrino, la madre, la madrina y otros motivos -abuelos, tíos, reyes, papas u otros-, mientras que para los hijos ilegítimos o los niños expósitos los más usados son también María y Juan. En el caso de los menores esclavos, María para ellas e Ignacio, para ellos, son los más elegidos. En los apellidos, Hernández, el primero del padre y el preferido por ellos y Rodríguez, el primero de la madre y elegido por ellas, son los más usados.

Respecto a los nacimientos, expone el doctor, supone que por cada 100 nacimientos femeninos hubo 105 masculinos y vinieron al mundo en el seno de un matrimonio convencional, de padres conocidos -no se habían casado cuando nació el retoño-, de padres no conocidos, de madre conocida y de padre desconocido e hijos de padre conocido y madre desconocida. Si se habla de esclavos, la tipología se enumera en hijos de esclava y padre desconocido, de padres esclavos conocidos, de padres no conocidos, considerados adultos e hijos de hombre libro conocido y esclava. En este sentido, Jesús Rodríguez matiza que los esclavos podían ser liberados si así lo ponía en el testamento su propietario, pero también podían comprar su libertad con sus ahorros. Se compraban a navegantes portugueses, con precios según su edad, sexo o salud.

Los matrimonios solían ser endogámicos, ya que los contrayentes en su mayoría eran vecinos de Telde y en algunos casos, familiares o se casaban con residentes de poblaciones cercanas y remotamente, de otra isla. El paso por vicaría se realizaba después de acabar la época de mayor actividad económica, siendo de septiembre a noviembre donde más ceremonias se realizaban, con padrinos que, según la clase social, podían ser alcaldes, clérigos o militares, aunque también se buscaba que no fueran familiares, sino personas que en un momento dado pudieran hacerse cargo de su ahijado. Los matrimonios que más abundaban eran entre personas solteras, de una edad parecida, mientras que esta aumentaba si era un viudo el que se casaba con una soltera.

Hace 400 años, cuando aún no había cementerios, era el suelo de las iglesias donde se enterraban a la población. A más poder adquisitivo, la lápida estaba más cerca del altar y así hasta la entrada del templo según el dinero del difunto. Como la mortaja -no había ataúdes-, de color blanco, del hábito franciscano, los más pudientes, o una sábana para los de menos recursos o pobres.

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