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Ramos apoya la propiedad de las casas de Visocan en El Caracol para sus vecinos

El director general de Trabajo del Gobierno de Canarias, que pasó su infancia en el barrio, pregona sus fiestas patronales l Destaca la nobleza y lucha de los residentes

Agustín Cabrera, a la izquierda, y Alejandro Ramos anoche, durante la lectura del pregón de las fiestas de El Caracol. ANTONIO ALÍ.

Alejandro Ramos Guerra, director general de Trabajo del Gobierno de Canarias, mostró anoche su apoyo a los inquilinos de las viviendas sociales gestionadas por la empresa pública Visocan en El Calero en su litigio para conseguir la propiedad de sus pisos, una demanda que enfrenta no solo a las 130 familias afectadas de este barrio, sino al del resto de Telde y de Canarias.

Ramos Guerra anunció su respaldo durante la lectura del pregón anunciador de las fiestas en honor a San Ramón Nonato y Nuestra Señora de la Merced, en el que evocó sus orígenes familiares en el barrio -aquí nacieron su padre, Carmelo Ramos y sus tíos- y la infancia feliz que pasó.

En su intervención, Alejandro Ramos quiso reconocer y agradecer la labor realizada por quienes "han luchado por nuestra isla ante un incendio tan voraz", al tiempo que destacó que no haya habido pérdidas humanas. El director general de Trabajo y líder de los socialistas teldenses, expresó su orgullo por pertenecer a una familia trabajadora, donde sus bisabuelos construyeron a mano la casa que en la calle Roque Nublo, 43, vivieron sus abuelos paternos y nacieron su padre y sus hermanos.

Ramos lamentó no haber conocido a sus abuelos "porque fallecieron muy pronto dejando huérfanos a mi padre y tíos, y que dejaron un legado de gente trabajadora, honrada, donde la palabra dada cuenta más que un papel y que siempre he llevado en mi trabajo como abogado o en mi actividad política".

Recordó la solidaridad y buena convivencia entre los vecinos del barrio, que construían sus casas con materiales humildes, muchísimo esfuerzo y sus pocas propiedades también formaban parte de sus vidas. "No había piscinas, los estanques se convertían en las escuelas de natación, no había campus de verano y los estanques centraban el ocio y las perrerías, donde muchos regresaban sin ropa porque se las quitaban durante el baño y desaparecían", esbozó con nostalgia. Las acequias eran los lavaderos, había fincas donde se cultivaban frutas, verduras y se criaban cabras y algunos tenían vacas.

A pesar de ser una época dura, recalcó, "los niños y las niñas vivían una infancia feliz", jugaban con lo que tuvieran a mano, tenían en el almacén de tomate el local para trabajar, estudiar o celebrar comuniones. Especial recuerdo tuvo para la maestra Susana, "una persona vital en el barrio", las tiendas de aceite y vinagre o sus andanzas con su pandilla por el barrio y por Telde, donde conoció o le hablaban de vecinos populares y se iba a las fiestas del pueblo.

Finalizó su pregón "destacando la buena gente que vive aquí, sus valores, su compromiso y animarles a unirse, a que no existan divisiones".

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