El ingeniero de minas Antonio López Pérez (Telde, 1928) dedicó toda una vida a su profesión, pero también a su familia y amigos. El pasado jueves, 12 de noviembre, falleció a la edad de 92 años rodeado de sus allegados. Quien fuera concejal de Aguas de su ciudad natal de 1971 a 1979 será recordado por la cantidad de veces en las que colaboró a rescatar los cuerpos sin vida de quienes caían a los pozos de Gran Canaria, al mismo tiempo que trabajó durante décadas en la mejora de este tipo de infraestructuras hidráulicas en la Isla. Viudo de Paquita Artiles Betancor desde hace diez años, tuvo junto a ella seis hijos: Antonio, Pilar, Francisco, Dolores, Isabel y Covadonga. El funeral en su recuerdo tendrá lugar el próximo viernes, 20 de noviembre, en la parroquia de San Gregorio.

Cuarto entre un total de diez hermanos, López Pérez nació en el seno de una familia “humilde” de agricultores, tal y como la describe su hijo Francisco. Durante su infancia y adolescencia le tocó ayudar a su padre, quien se había convertido en cosechero exportador de tomates. De esta manera, cuidaba de los cercados en los duros años de la Guerra Civil y el principio del franquismo. Estudió en el colegio Corazón de María y, posteriormente, viajó a Madrid para prepararse el selectivo antes de hacer Ingeniería de Minas, carrera que sería después su gran vocación durante décadas.

“Era una persona estudiosa, aplicada y responsable”, señala su hijo. Al volver de Madrid, ya doctorado como Ingeniero de Minas, se casó en la iglesia de San Juan con quien llevaba 11 años de noviazgo, Paquita Artiles Betancor. Corría diciembre de 1962. Pronto sería destinado a la antigua Ensidesa en Asturias, la gran empresa pública del acero en España. Pero su estancia en aquellas tierras del Cantábrico no duró mucho, pues a finales de la década de 1960 logró un puesto en la entidad que gestionaba las aguas de abasto de Las Palmas de Gran Canaria.

Lo cierto es que su hijo Francisco describe a su padre como una persona “comprometida” con los suyos. “Ayudaba a la gente de manera desinteresa y luego se preocupaba de saber cómo les iba”, añade. Esta vocación le llevó a ser concejal delegado de Aguas y Urbanismo de Telde entre 1971 y 1979. Tiempo en el que promovió obras como la avenida del Cabildo o la casa de la Cultura, hoy teatro Juan Ramón Jiménez.

Pero, más allá de estos años de vocación política, su gran pasión siempre fue su profesión. “Tras Juan León y Castillo (1834-1912) se decía que era el segundo ingeniero que había tenido Telde”, señala su hijo. Durante años trabajó en numerosos pozos repartidos por media Gran Canaria, principalmente en su electrificación, detalla Francisco.

También participó en otras infraestructuras hidráulicas y en canteras, tanto en su isla natal como en Tenerife o Fuerteventura, añade su hijo. Es más, fue proyectista, como ingeniero, de la fábrica del molino de harina de Tamaraceite y ayudó en las tareas para electrificar numerosos barrios de nueva construcción en municipios del sureste grancanario, caso de Balos, o en la propia ciudad de Telde en los años 70.

Pero, si por algo recuerdan a este ingeniero de minas es por su ayuda incondicional con los distintos cuerpos de seguridad y emergencia y con la sociedad en general a la hora de sacar los cuerpos sin vida de personas que, por cualquier tipo de circunstancias, acabaron pereciendo en el interior de pozos y galerías por una caída o por inhalación de gases tóxicos, detalla su hijo, con claro orgullo de aquella etapa. “Era un enamorado de su profesión y de todo lo que hacía”, subraya.

Permaneció sus últimos años en Emalsa como encargado de pozos y de la desaladora hasta 1995. Pero, tras su jubilación, López Pérez no dejó atrás su papel de ingeniero. Montó pronto su propia academia para formar futuros operadores de aguas residuales. “Hoy muchos de sus antiguos alumnos están trabajando en los servicios de varios ayuntamientos de la Isla, aquello que hizo entonces sirvió para que encontraran un puesto de trabajo de calidad”, indica Francisco.

Pero en la vida del ingeniero no todo fue trabajo. El teldense perteneció a la sociedad casi centenaria La Fraternidad y, posteriormente, fue socio fundador del Club Leones en 1975, con un claro objetivo de compromiso y ayuda social. Precisamente, recibió de la mano de esta última el galardón distinguido Amigo Melvin Jones en 2015 por su carrera profesional y su implicación en la sociedad. “Era muy amigo de sus amigos, además de buen hijo, buen padre”, señala Francisco.

De hecho, Carmelo de la Nuez Calderín, uno de los pocos amigos del ingeniero que quedan aún con vida. ha lamentado profundamente su marcha en estos días. Y es que, “de profunda y fuerte fe cristiana”, señala Francisco, el teldense sabía cuidar a sus amistades y llevarse bien con todo el mundo, pues no cosechó rivales o enemigos ni en lo personal ni en el seno político, indica su hijo.

 En el ámbito personal también formó parte de la cooperativa de padres que promovió la construcción del colegio Claret en Tamaraceite. Aunque su otra gran vocación fue, sin duda, la familia. Y es que cada día de Reyes lo vivía con intensidad. “Se le soltaba la lágrima al abrir los regalos junto a sus nietos”, indica su hijo.

López Pérez, aunque no volvió a ostentar cargos en la administración pública no dejó atrás esta vocación particular, pues formó parte del equipo orgánico del Partido Popular (PP) en Telde. Lo cierto es que distintas agrupaciones políticas de la ciudad de los faicanes han expresado estos días su pesar por la marcha de esta figura destacada del municipio.

“Devorador de la prensa”, tal y como lo describe su hijo, el ingeniero leía cada día varios periódicos hasta hace poco tiempo, momento en el que los achaques dejaron de permitírselo. “Leía en papel a diario LA PROVINCIA y Canarias7, y los domingos le añadía El Mundo, El País y ABC”, señala Francisco. Lo cierto es que, quienes le conocieron, también destacan su profunda fe cristiana, pues podía pasar horas rosario en mano; contó así con una clara vocación de ayuda desinteresada por los demás y por diversas cuestiones sociales en las que estuvo implicado a lo largo de su vida, según relata su familia.

Es más, dedicó tiempo a su barrio natal, San Gregorio. De hecho, fue pregonero de las fiestas del mismo en 2012 con gran entusiasmo. Un momento que aprovechó para rendir homenaje a los maestros y maestras de los años 40 que trabajaron de manera “incansable” para sacar adelante a unas nuevas generaciones en una etapa más que complicada.