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Andrés Cruz
Ver galería >Tapizados, pinturas y fotografías decoran las paredes de la estancia. Muebles artesanales construidos con piezas y materiales reciclados construyen los diferentes espacios, cuyos vacíos han sido completados con vitrinas y estantes llenos de libros, ropa, instrumentos musicales e incluso piedras. A lo lejos cientos de vinilos se aglomeran en unas estanterías horizontales, junto a la mesa de mezclas y otro espacio dedicado al tatuaje. Es un batiburrillo, es un disparate. Es el nuevo centro de arte multidisciplinar que abrió las puertas la semana pasada de la mano de Octavio Camino, un tatuador con mucha ambición y ganas de cambiar el mundo.
Tapizados, pinturas y fotografías decoran las paredes de la estancia. Muebles artesanales construidos con piezas y materiales reciclados construyen los diferentes espacios, cuyos vacíos han sido completados con vitrinas y estantes llenos de libros, ropa, instrumentos musicales e incluso piedras. A lo lejos cientos de vinilos se aglomeran en unas estanterías horizontales, junto a la mesa de mezclas y otro espacio dedicado al tatuaje. Es un batiburrillo, es un disparate. Es el nuevo centro de arte multidisciplinar que abrió las puertas la semana pasada de la mano de Octavio Camino, un tatuador con mucha ambición y ganas de cambiar el mundo.
Tapizados, pinturas y fotografías decoran las paredes de la estancia. Muebles artesanales construidos con piezas y materiales reciclados construyen los diferentes espacios, cuyos vacíos han sido completados con vitrinas y estantes llenos de libros, ropa, instrumentos musicales e incluso piedras. A lo lejos cientos de vinilos se aglomeran en unas estanterías horizontales, junto a la mesa de mezclas y otro espacio dedicado al tatuaje. Es un batiburrillo, es un disparate. Es el nuevo centro de arte multidisciplinar que abrió las puertas la semana pasada de la mano de Octavio Camino, un tatuador con mucha ambición y ganas de cambiar el mundo.
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