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Telde | Los otros de la lista Forbes - Activista por los derechos de los sordos

Marcos Lechet: “La pandemia se ha olvidado de las personas sordas, que vivimos dos confinamientos”

Marcos Lechet, con su mascarilla que reza ‘Soy sordo, no te leo los labios’. | | ANDRÉS CRUZ

Abaratar los costes de mantenimiento de los implantes cocleares y exigir la creación de mascarillas invisibles han sido las luchas que ha impulsado Marcos Lechet, sordo desde los cinco años. Por su tesón y constancia, la revista Forbes lo ha incluido en su lista alternativa de las mayores forturnas de España. 

Ha sido incluido en la lista de 'mayores fortunas de España' que sacó la revista Forbes hace unos meses. ¿Cómo se siente?

Fue toda una sorpresa. Si te soy honesto lo he sentido como un reconocimiento hacia todas las personas sordas que se han visto invisibilizadas durante toda la vida. Mi cometido siempre ha sido ayudar a hacer un camino mejor para todo el colectivo.

Ese cometido empezó difundiendo la problemática de los implantes cocleares. ¿Qué le impulsó a denunciar sobre esto?

A los cinco años me quedé completamente sordo, estuve toda mi infancia y adolescencia en el silencio más absoluto. Cuando surgió la nueva técnica del implante coclear, me cambió la vida. Fui de las primeras personas en España en probarlo y quise difundir mi experiencia, pero a un nivel más local. Sin embargo, al tiempo descubrí que el implante era un lujo; los arreglos por avería pueden llegar hasta los 9.000 euros. Muchas personas no pueden costeárselo. En mi caso, cuando se me rompió y dejé de escuchar hablar a mi hijo decidí que tenía que hacer algo.

Su petición en change.org para que se abarataran los costes de mantenimiento fue firmada por 80.000 personas.

Sí. Me di cuenta de todo el apoyo que tenía, pero sobre todo entendí que había muchas familias que estaban pasando por una circunstancia parecida a la mía. A partir de ahí traté de explicar a los medios de comunicación nacionales lo que era la cara B del implante; que estábamos atados a una marca. He luchado todo este tiempo con más corazón que recursos, hasta que di por concluida la lucha cuando el ministro Llamazares anunció que se haría una actualización de los implantes cocleares, algo que no se realizaba en años y que ha mejorado la vida de miles de personas.

“La incomodidad que estamos sintiendo por no leer los labios es como volver atrás, estar incomunicados”

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Sin embargo, la aparición del coronavirus y las medidas de seguridad como la mascarilla ha expuesto un nuevo problema para las personas sordas.

Estaba en Estados Unidos visitando a mi familia, allí me pilló la pandemia y estuve seis meses confinado. Cuando volví a España me di cuenta que muchas personas sordas estaban sintiéndose excluidas a causa de las mascarillas opacas. Yo mismo viví una situación angustiosa, porque aunque el implante es una ayuda también necesito el apoyo del estudio labial. El implante es sólo es una herramienta, seguimos necesitando leer los labios y ver los gestos faciales. Volví a hacer una petición en change.org de nuevo, aunque ya decía que no iba a seguir.

¿Se sentía en la obligación?

Sí. Y me pude reunir con el ministro de Sanidad, que se comprometió a buscar un material que nos permitiese leer los labios y estar protegidos contra el covid-19. Dimos difusión a un problema que no sólo sufren las personas sordas, sino también las personas autistas o con otro tipo de patologías. Es un asunto muy importante, porque muchos nos sentimos excluidos. La sociedad ha entendido el tema; ahora se están vendiendo mascarillas transparentes, pero no están homologadas. Sigo esperando a que se proporcionen.

¿Cómo es crecer bajo el completo silencio?

Es muy complejo de explicar. Yo me olvidé de cómo era el sonido, no sabía cómo sonaban muchas cosas. Me sentía más solitario, me refugiaba mucho en la lectura y me alejaba de las personas. Reconozco que era un muchacho muy aislado. El día que me pusieron el implante coclear empecé a escuchar un ruido en mi casa muy constante, que no sabía de dónde procedía. Al final me di cuenta de que era mi propia respiración. También mi propia voz me impresionó; me asusté, la sentí estridente y grave. Ahí cambió mi vida. Muchas personas me agradecen que sea capaz de transmitir lo que sus hijos sordos no pueden y me siento satisfecho de haber podido allanar un poco el camino de estas personas que lo pasan mal.

Su lucha ha sido muy larga. ¿Ha sentido impotencia?

Oír es un sentido, algo básico, pero para muchas personas su importancia pasa desapercibida. Tiene que faltarte un sentido para realmente darte cuenta de lo que se sufre. La lucha fue muy larga porque estaba yo solo ante la sociedad, un mundo que desconocía esta problemática. He tenido impotencia de no ser escuchado, de ver que he tenido muchos límites por no tener recursos. Todo ha corrido de mis propios gastos y ha sido complicado.

“He llegado a pagar a un desconocido por la calle para que hable por teléfono por mí, porque no oigo”

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¿Qué se lleva de todo el proceso?

Me he centrado tanto en ayudar a los demás que me he olvidado de mí mismo. Me he sentido responsable de todas las personas que han confiado en mí. Ha habido muchos momentos duros, pero me ha hecho descubrir cualidades que yo no sabía que tenía; por ejemplo, cómo me desenvuelvo con los medios de comunicación. La lucha tenía el trasfondo de dar visibilidad a una parte muy representativa de la sociedad que son las personas sordas, las que históricamente nos hemos visto consideradas como un colectivo invisible. He elegido el mejor camino para mi colectivo, pero el peor camino para mí.

¿Qué barreras tiene que enfrentar el colectivo?

Las barreras para las personas sordas han sido muchas y lo siguen siendo. El solo hecho de ser visibles, que las personas no sólo te vean como una persona sorda, sino una persona capaz, con muchas cualidades, es complicado. No nos gustan que nos consideren discapacitados, no lo somos. Pero sí queremos que tengan en cuenta nuestra capacidad. La pandemia se ha olvidado de las personas sordas; estamos viviendo un doble confinamiento, el de estar encerrados en nuestras casas y el de no saber lo que nos están diciendo.

Entonces, ¿han tenido dificultades para entender qué sucedía?

Cuando comenzó la pandemia muchos programas no estaban subtitulando las comparecencias y nosotros no sabíamos qué estaba pasando. Hubo incluso un caso de una señora sorda que salió de su casa y no entendía por qué estaba todo cerrado y la gente con mascarilla. Muchos colectivos han luchado para que pongan subtítulos y lenguaje de signos. Yo me he centrado en las mascarillas porque van a ser una ayuda inmensa para todo el colectivo y para otras personas que necesitan la expresión corporal y los gestos faciales. La incomodidad que sentimos ahora es como volver atrás, volver a estar incomunicados. Esta es mi lucha y por lo que estoy tratando de que el Ministerio cumpla su compromiso.

¿Cree que se está generando cada vez más mayor concienciación en la ciudadanía?

Creo que sí, cada vez más. El mundo se está dando cuenta de que cualquier persona no está exenta de tener una discapacidad auditiva. Muchas cosas han cambiado con respecto a los últimos 20 años, pero todavía quedan muchas cosas que mejorar. Todavía nos sentimos aislados en muchos casos. Por ejemplo, cuando vas a hacer un trámite oficial es muy difícil comunicarse, sobre todo ahora con las medidas de seguridad. La distancia de seguridad, las mascarillas... Pides que por favor te escriban en un papel lo que tienes que hacer y molestas, incomodas... Mucha gente me ha despachado o incluso me ha llegado a preguntar si no puedo ir a la consulta con mi ‘papá’. Tengo 48 años, soy independiente y mis problemas personales son míos.

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