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El bar que alborotó un pueblo

Lidia Ortega reabre ‘La Cantina’, en el barrio de La Breña, tras tres años de cierre | Dejó su trabajo a los 55 años y en pandemia para emprender

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'La Cantina', restaurante en La Breña Juan Castro

En un pequeño establecimiento situado a orillas de la carretera general de La Breña, Lidia Ortega -vecina de 55 años- reabrió hace casi un año el histórico bar-cafetería La Cantina, único establecimiento hostelero con el que cuenta la zona. Su apertura ha provocado desde octubre del año un cambio significativo en la localidad, en la que apenas conviven unas 400 personas; principalmente más visitas de foráneos y más movimiento vecinal. Su negocio ha dado vida a las calles de este pago cumbrero del municipio de Telde.

La hostelera se enfrascó a principios del año pasado en la idea de volver a abrir este local, que pertenece a la asociación de vecinos San José de las Breñas. «Formo parte del colectivo, así que me propusieron que lo regentase yo durante los próximos años», expresa Ortega, que debe contextualizar para hacer entender su historia. «Yo he sido camarera de piso desde hace más de 30 años, pero ya por último sentía que no quería seguir dedicándome a eso; estaba cansada, ya no era lo mismo», añade. Cocinar ha sido una de sus mayores aficiones desde joven, así que la idea de cambiar de aires en este nuevo sector le pareció perfecta.

Clientela fiel

«Me quise arriesgar porque realmente pensé que podría llevar a cabo mi proyecto; hablé con mi familia y todos me apoyaron en esto», explica satisfecha, pues un año después de la apertura las cosas están yendo realmente bien. «Uno nunca sabe lo que va a pasar en el futuro, pero de momento estamos contentos», asegura, detallando que ya tiene un buen número de clientela fiel que asiste durante los fines de semana a comer. Lo curioso es que la mayor parte son canarios de otros municipios de la Isla. «La gente del barrio también viene, pero me he fijado que es más común que se acerque gente de fuera», añade.

La cantina, como se denomina la cafetería, es un local que durante años ha formado parte de los recursos económicos del barrio. Sin embargo, desde hace por lo menos tres años pertenecía cerrada. «Ha pasado por numerosos hosteleros desde que se abrió en el año 78; yo misma ya lo regenté una vez durante cinco años», expresa Ortega, que admite que en esta nueva etapa ha decidido darle una vuelca de tuerca al concepto del local. «Lo que no he querido cambiar es el nombre, porque forma parte de la memoria colectiva del barrio; todo el mundo conoce aquí La cantina, sobre todo los mayores, y no quiero que eso desaparezca porque perdería mucha esencia», sostiene.

Ortega solicitó antes de que comenzase la pandemia un préstamo para poder reformar por completo el local; reformando los sistemas eléctricos y decorándolo totalmente a su gusto. «Además muchos vecinos de la zona se implicaron totalmente en la reforma, acudiendo todos los días para colocar muebles y ayudar en lo necesario». Sin embargo, el coronavirus hizo acto de presencia sin previo aviso. «De pronto llegó la pandemia y todo quedó a medio hacer; además quedaba mucho papeleo, pero por fin en octubre tuve la oportunidad de abrirla y no me lo pensé más porque era necesario», añade emocionada, agregando que escogió el día 16 de ese mes por un motivo muy especial. «En esa fecha cumpliría mi abuela, ya fallecida, 100 años; era una persona muy importante para mí», sostiene, resaltando que «creo que está conmigo en todo lo que hago, por eso me están yendo bien las cosas de momento».

A pesar de que emprender en la época del coronavirus está siendo un reto bastante duro, Ortega considera que la pasión y el esfuerzo que pone en su trabajo está recompensándolo. Todo lo que vende es comida casera, hecha por ella misma. «El cochino negro es el plato estrella, pero cocinamos muchos platos de la cocina canaria», relata. Asimismo, detalla que los productos son adquiridos en negocios del municipio e incluso las papas son de su propia cosecha.

«Tengo un huerto en la zona y lo que producimos lo invertimos en el local», añade. Por otro lado, ha llevado bien la cantidad de trabajo porque «no he estado sola, tengo contratada a una vecina que es mi mano derecha; llevar esto completamente sola sería una locura», añade. Aún así recuerda que en estos nueve meses abiertos ha sufrido momentos de mucha tensión. «Mi compañera estuvo unos días sin poder trabajar; esas jornadas fueron muy estresantes para mí, me veía tomando la comanda; cocinando; atendiendo y cobrando yo sola», añade. Aún así señala la actitud de sus clientes, que reaccionaron con muchísima paciencia y comprensión.

«Vino incluso una pareja de Lanzarote en esos momentos para comer, les pedí que tenían que esperar porque habían muchas mesas ocupadas y estaba sola; no solo esperaron sino que además cuando comieron me dijeron que había merecido mucho la pena y que les había encantado, fue súper emocionante para mi», sostiene ilusionada.

Por otro lado, recuerda que a partir del miércoles -1 de septiembre- hasta finales de mes estará cerrado por vacaciones. «Estaremos de vuelta el día 30», subraya. Ortega mantiene los pies en la tierra, admitiendo que aunque de momento su cambio de vida ha salido en una buena dirección, no es posible concretar cómo será el futuro. «Tengo la concesión del local durante cinco años y me gustaría renovarla después; pero quien sabe», concluye, insistiendo en que solo desea disfrutar de las cosas buenas que le están pasando.

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