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La construcción de una sociedad

La Fraternidad cierra sus puertas a un año de su centenario | Los vecinos recuerdan los años 70 y los 80 como su época dorada, cuando tenía más de 3.000 socios

Edificio donde se ubicaba la sede de La Fraternidad desde finales de los años 70 hasta la actualidad | | ANDRÉS CRUZ

Cualquier vecino del municipio conoce la importancia que ha tenido la sociedad La Fraternidad para Telde. Por eso la mayoría asimilan con pena la noticia de que esta entidad cultural y recreativa ha quedado definitivamente disuelta, apenas a un año de celebrar su centenario. Las deudas acumuladas en las últimas décadas y la falta de socio hicieron insostenible la situación, pero los recuerdos que se formularon entre las paredes de su inmueble, ubicado en pleno corazón de San Gregorio, quedará para siempre marcado en la historia de la ciudad.

Antiguo edificio en el que se situaba la sede de La Fraternidad, que fue derrumbado en los años 70 para volver a construirse. | | LP/DLP

Oficialmente ha quedado registrado el 22 de octubre de 1922 como la fecha de fundación de esta sociedad, que en un principio fue bautizada como Centro obrero. Sin embargo, algunos han llegado a a datarla de muchos años antes. Oswaldo Brito en su libro Historia del Movimiento Obrero en Canarias afirma que la entidad nació en 1909, mientras que algunos libros de cuentas de su propio archivo están fechados en 1915.

Sea como fuere, de manera oficial el colectivo se fundó hace 99 años bajo el liderazgo de seis hombres que formaban parte de su comisión organizadora y su presidente, Antonio Betancor López. No fue hasta ocho años más tarde que la asociación alcanzaría los 30 socios, según relata el cronista Antonio González Padrón en un artículo publicado en la Guía Cultura e Histórica de Telde.

El nombre no llegó a cambiarse hasta el estallido de la Guerra Civil, cuando la directiva recibió una orden del alcalde en la que señalaba que debía cambiarse lo antes posible de modo que no aparecieran las palabras obrero, trabajador o sucedáneos. De este modo se convocó una reunión urgente con los socios para deliberar, en donde salieron propuestas como Doramas, El Porvenir o Unión Recreativa. Fue Cesáreo Suárez Sánchez quien sugirió Fraternidad, algo que gustó sobre todo al sector más tradicional. En una breve votación acabó alzándose como vencedor con un total de 34 votos.

Aunque la mayoría de teldenses recuerda el inmueble de la plaza de San Gregorio como la sede habitual de esta sociedad, la realidad es que en sus casi 100 años de historia estuvo asentada en varios lugares. Su primera ubicación fue en la calle Juan Diego de la Fuente, en donde permaneció durante dos décadas. En 1940 acaba siendo trasladada a una vivienda de la calle Cervantes (antes Palmito). Su propietario lo arrienda a la sociedad hasta 1957, momento en el que hace levantar el acta notarial para sorpresa de todos. «Comunica que en el plazo de seis meses deben abandonar el local toda vez que la ley de arrendamientos en vigor excluía a los centros recreativos» explica González en uno de sus escritos.

Para salvar la sede tuvieron que comprar por plazos la vivienda. Terminaron de pagarla en 1965, pero unos años más tarde tomarían la decisión de derrumbarla y construir un nuevo edificio en la misma parcela que cubriese todas las necesidades que precisaban dado la ampliación cada vez mayor de la sociedad. Así entre los año 69 y 73 se efectuaron las obras del edificio que hoy se conoce, que fue el centro de recreo con más metros cuadrados de la Isla por aquel entonces. En sus cinco plantas albergaba una discoteca, una biblioteca, salas de juegos como el billar o el ajedrez; salones para pasar el tiempo, entre otros recursos que lo acabaron convirtiendo en un punto neurálgico de actividad no solo para el barrio de Los Llanos de Jaraquemada, sino para todo el municipio.

Numerosos socios recuerdan las décadas de los 70 y 80 como la época dorada de la sociedad. «Los fines de semana venían muchísimas personas de otros municipios para asistir a los famosos bailes; más de 1.000 personas acababan en el salón», explica Francisco Munguía, presidente en el periodo del 80 al 83 y después en una segunda etapa en el año 90. Más de 3.000 personas estaban asociadas a La Fraternidad en aquellos años. «Yo me vinculé cuando tenías 18 años, que era la edad mínima que necesitabas, y recuerdo que por ese entonces todos los jóvenes queríamos formar parte de ese colectivo», añade el ex dirigente, que destaca que a pesar de todo el inmueble estaba abierto a cualquier persona. «Venía gente a estudiar, a leer el periódico o a apuntarse a algunas de las numerosas actividades y talleres que se organizaban», añade.

No todo quedaba de puertas adentro del edificio; la sociedad llegó a organizar dos excursiones -o giras, como les decían en esa época- a la cumbre de la Isla. «Llegamos a alquilar unas 38 guaguas para que fuesen los socios con sus familias; recuerdo esa hilera de vehículos subiendo por la carretera de La Breña, fue una locura», ríe. Asimismo, la entidad también formó clubes deportivos y, por tanto, llegó a plantearse su traslado y ampliación a otros terrenos con espacios libres para construir canchas. «Estuvimos mirando unas parcelas en El Caracol, pero al final la idea no llegó a fructificar», admite.

El club de ajedrez fue en aquellos momentos un importante atractor de nuevas generaciones. «Los hijos de muchos socios se apuntaban para aprender a jugar y después acababan permaneciendo, así se creaba un vínculo emocional fuerte», explica Munguía, que señala el declive en la década de los 90. «Creo que en esos años los jóvenes empezaron a tener otro tipo de intereses y cada vez fue más y más difícil llamar su atención», sostiene. El número de socios fue disminuyendo progresivamente, pero ya entrados los años 2000 llegó a disminuir hasta menos de la mitad de los que habían durante los 70. De hecho, jamás volvió a alcanzar el millar de asociados.

Aunque en los últimos 20 años la sociedad continuó organizando actos culturales y sociales y siendo, por tanto, una fuente importante de actividad en el municipio, poco a poco las deudas empezaron a acumularse y la falta de socios hizo mellas. Desde hace varios años acumulaba un débito de aproximadamente 500.000 euros que la última directiva no pudo quitarse de encima. Aún entrando en un concurso voluntario de acreedores para intentar sacar a flote la entidad e incluso poniendo a la vente el icónico edificio, finalmente Ramón Santana declaró su cierre definitivo hace apenas una semana, dando por cerrado un capítulo más (pero bastante relevante) de la historia social del municipio.

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