Diez de marzo. Tras cinco largos días de espera junto a la frontera, Viktoria, una joven ucraniana, sube a la guagua que le llevará a Polonia con un bebé de un mes de edad envuelto en mantas. La nieve y las temperaturas bajo cero le habían hecho esperar hasta este día para no tener que cruzar a pie con el recién nacido. Junto a ella viajan sus suegros, Tetiana y Anatolii, que en el país vecino se reunirán con su hija. Desde su coche Andrii, el padre del bebé, les ve alejarse emocionado, listo para ir como voluntario a Leópolis.
Tetiana, Anatolii, Viktoria y su hijo Georgii Prykhodko llegaron tres días después de cruzar la frontera a La Garita, donde residen desde entonces en la casa de su hija Katerina junto a su marido y sus tres hijos. Todos se encuentran bien pero quieren que todo termine para poder volver a casa y reencontrarse con el resto de su familia. Tetiana desea ver florecer el jardín de su casa durante la primavera, que antes mimaba con tanto esmero que apareció en varias revistas de jardinería del país.
«Nunca le voy a perdonar por destruir una tierra bendecida por Dios», aseguró Tetiana
La noche del 24 de febrero Tetiana estaba durmiendo sola en su casa de Brovary, una ciudad cercana a Kiev. A las cinco de la mañana empezó a escuchar disparos y el sonido de las bombas, mientras que en su cabeza resonaba la voz de su hija Katerina que le decía «mamá, mamá, mamá». En ese momento se despertó y llamó a su marido, que estaba trabajando, y le dijo que «la guerra había empezado».
Viktoria estaba cuidando a su bebé de dos semanas junto a su marido en Kiev. Nada más oyeron el estallido de la guerra hicieron las maletas y fueron en coche a la casa de los padres de Andrii, que se encontraba a 30 kilómetros de la capital. Allí permanecieron una semana, mientras veían impotentes por la ventana cómo llegaban los aviones. El rugido constante de las sirenas inundaba la casa y con las alertas de bombardeos «pasábamos todos juntos de seis a siete horas al día en el sótano», explicó Tetiana.
Uno de los momentos más emotivos para la abuela de la familia fue cuando, al inicio del conflicto, oyó hablar del bombardeo del Hospital Materno de Mariúpol, pocos días después de que su nuera diera a luz. Por su mente cruzaba la idea de que su nieto podría haber estado allí.
A solo 5 kilómetros de su casa cayó, pocos días antes de marcharse, una bomba termobárica, más conocida como bomba de vacío, un tipo de armamento que está prohibido emplear por la Convención de Ginebra debido a su poder destructivo. «Después de eso tomaron la decisión de salir del país», explicó Katerina.
«Pasábamos de seis a siete horas al día en el sótano», afirmó Tetiana.
El día 2 de marzo la familia empieza su camino hacia Polonia. Esa jornada solo pudieron recorrer 100 kilómetros porque tenían que cruzar el río Dniéper y muchos puentes estaban cerrados. Otro de los obstáculos que encontraron es que a la entrada y salida de cada pueblo tenían que pasar por puestos donde los soldados miraban con armas los coches que llevaban y apuntaban a las personas para que todos estuvieran tranquilos. Pasaron la noche durmiendo en casa de unos amigos, donde no podían escuchar tanto el ruido de las bombas.
El día 10 finalmente cruzaron la frontera, donde los voluntarios ucranianos habían creado un campo de ayuda, y se reunieron con su hija. «Estaban cocinando Borsch, la sopa nacional de Ucrania, enseguida les dieron zumo a los niños y fue muy bien», explicó Viktoria. Una vez ahí le empezaron a dar vueltas a cómo podían llegar a la casa de su hija en Canarias porque Georgii no tenía papeles todavía y averiguaron que desde Alemania podían coger un avión de todas formas. La familia al completo cogió un vuelo menos Katerina, que fue con el perro en coche hasta el sur de España. «No podía dejar al perro atrás porque es parte de la familia», explicó.
La familia Prykhodko, que lleva ahora dos semanas en Gran Canaria, tiene una cita en la policía este jueves para recoger los papeles de refugiados. En Ucrania permanecen el hijo mayor, que sigue en Kiev, y el marido de Viktoria. Desde aquí mantienen el contacto con los familiares y amigos que no han podido salir.
Tetiana contó que al pueblo de unos amigos suyos «llegaron los soldados de Chechenia y eran muy crueles. Entraban en todas las casas, quitaban los móviles y mataban a la gente». Las mujeres y los niños empezaron a salir del pueblo, se juntaron muchos coches y se creó una caravana. «A pesar de eso, empezaron a disparar a los coches a derecha e izquierda. No todos han podido salir vivos de ahí», explicó.
«Nunca le voy a perdonar por destruir una tierra bendecida por Dios», aseguró Tetiana en referencia a Vladimir Putin. Al terminar la entrevista, sonó al fondo el timbre de un colegio. La familia, alterada, explicó que el sonido aún les recuerda a las alarmas de las bombas.
Actuación en apoyo a las mujeres ucranianas
Este sábado a las once de la mañana tendrá lugar en el Parque San Telmo una concentración para apoyar a las madres ucranianas. El objetivo del acto es rendir un homenaje a las mujeres que han perdido a sus maridos, sus hijos y sus casas durante la guerra. Durante el evento se llevará a cabo una actuación silenciosa para la que los asistentes deberán llevar un muñeco de bebé envuelto en mantas o, en caso de no contar con un muñeco, un bulto de ropa. Los participantes sujetarán en silencio el «bebé» mientras suena una canción de cuna. También se llevarán a cabo actividades infantiles para los niños que se acerquen, como un pintacaras y la creación de un dibujo grande para la paz.